¿Qué es Cubalite?

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Cubalite no es una revista. Cubalite no es un periódico. No sabemos lo que es Cubalite. Probablemente nunca lo hayamos sabido, ni lo sepamos más adelante.

Sabemos que, en Cubalite, por ejemplo, no nos interesa la política en su versión obstinada, en su variante post-griega. No nos interesan algunas giras y recorridos. Sí nos llama la atención, en cambio, el periodismo de viaje, aunque quizás, por razones que no vale la pena discutir ahora, no podrá leer usted periodismo de viaje en Cubalite, al menos por el momento. No nos fascinan las conferencias de prensa, ni las jabas con suvenires que, en escasas oportunidades, dejan en los asientos antes de que los periodistas lleguen.

Digamos, como datos inservibles, que a algunos nos interesa el Twitter; algún hashtag interminable de Instagram; el último piscinazo de Neymar; las “directas” entre reggaetoneros; los perreos nocturnos (y diurnos); los memes sin fotos; los pliegues de los “acordeones” en los P12; el Call of Duty; la estética de los tramos divididos y los movimientos de las muñecas a la hora de parar un botero; la revista Jotdown; el rap en todas sus acepciones; el diseño de interiores en las casas de la Habana Vieja; las similitudes entre las portadas de AS y Marca; las similitudes entre otras portadas; los videos de recetas que duran minuto y medio; el sonido leve que se escucha al raspar una tarjeta Nauta; la poesía de Raúl Hernández Novás; los primeros cincuenta metros del Marabana; el FIFA una vez que logras configurar los controles con una aplicación externa que no sabías que existía; las entrevistas por Messenger; las últimas ediciones de Paradiso; los subtítulos de The Wire; las papas de Matt Damon en Marte; las camisas de los comisionados; la extraña panza de James Gandolfini, casi al final de Los Soprano; la ruta Habana-Santiago de las Vegas a mediados de diciembre; algún verso de Tomas Tranströmer; algunas líneas de Eliseo Diego, de Friol; la producción de Man in the long black coat, de Bob Dylan; la narración norteamericana; la defensa de campo en el voleibol de playa; los dramatizados de radio; los niños que van al círculo infantil del Estado y los que no; las zonas Wi-Fi donde hay un solo farol y dos bancos; el “le voy a entregar a Nereida, viva” de Clandestinos; los audífonos que dan en los aviones…

Explicar por qué y para qué surge Cubalite, quizás lleve argumentos demasiado egocéntricos. No lo vamos a hacer. Cubalite es, si después se le mira bien, un mecanismo de autodefensa contra nosotros mismos, una evasiva ligera. Emerge, entonces, como bálsamo, y lo más sagrado de los bálsamos es que aparecen siempre luego de los síntomas de algo. Cubalite no es “agitpropista”. Cubalite no pretende deconstruir consignas. En Cubalite podrían estar Despaigne, Yulieski y Cepeda en un mismo sintagma nominal. Estará el reparto y su entorno, tan estridente e ineludible él. Habrá tops, reseñas, memes, cuestiones virales. Volvemos, finalmente, a lo egocéntrico: en cierta ocasión, decidimos que crearíamos Cubalite para publicar un perfil sobre la vida de Carlos Manuel, el del clan.  

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