Ejercicio casero: Día 5

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Foto tomada de Shutterstock.

Es la segunda vez que escribo y ya no tengo qué contar. Vaya, por decir algo: ayer se me acabaron las galletas dulces. También rompí la cuarentena, en su sentido estricto, digamos. Tuve que ir a buscar el pollo a la bodega la otra tarde y de paso me encontré con los huevos. Delante de mí conté 11 personas (ocho con nasobucos) perfectamente separadas a un metro de distancia, encajadas en los cuadros de la acera, como fichas de un juego de damas: cuando uno se movía, el otro ocupaba ese cuadro vacío, y así… La gente no hablaba. Jamás vi tanta tristeza en una cola para coger el pollo.

Yo igual estaba allí con mi nasobuco blanco, asimilando mi aliento y conteniendo los eructos. Y nada, pasó el tiempo y pasó, casualmente, una parejita de achinados por la acera de enfrente. Ni levantaron la cabeza, pobres, y eso le bastó a una señora dos escaques por delante de mí para injuriarlos por todos los siglos venideros, con bufidos de una lengua oculta debajo de su nasobuco verde como la bata de un cirujano. Dos movimientos después, al fin pude coronarme. El carnicero, que habitualmente saluda y escupe como un jodido dispensador, se inventó para el trámite un chasquido de lengua y un movimiento de párpados. Lo ejecutó dos veces. Yo conté mis 15 huevos y me fui.

Entré a la casa en bolas; dejé toda la ropa en la puerta y fui directo al lavamanos para aniquilar microorganismos. Me hice una manga de jabón hasta los hombros y luego un pase de lejía, por si acaso.

Hice lo mismo hoy, en mi segunda incursión forzada. Tuve que salir a buscar series y algunas películas para sobrellevar la cuarentena. No hay otra forma de gastar la piedra. Fui, regresé: dos kilómetros. Me sentí en comunión con mi nasobuco, un modelito blanco como un eslavo, con dos tiras amarillas; la parte de tapar la boca es bastante suave, un material insolente pero no engreído, vamos, como la piel de una íntima. Y me sentí fuerte y liviano todo el camino, conociéndome a mí mismo mediante rutinas de inhalación-exhalación. Y estuve tranquilo hasta que llegué a la casa e hice el mismo proceso de limpieza y cogí el nasobuco para lavarlo. Entonces me fijé en un número de serie sobre la telilla de íntima y recordé lo que escribió un amigo en el primer ejercicio casero. Repasé la serie: EN14… V:2009…

Es el noveno día de semicuarentena y ya no me queda té. Ni siquiera galletas dulces, solo por decir algo. Esta tarde mi mente recibió la alerta y la dejó rodar por el cuerpo… Y no sé cómo sobrellevar el descubrimiento desafortunado de que mi nasobuco venció en el año 2009.

***

Otras menudencias interesantes:

Llevo dos días cantando una canción de Alejandra Guzmán y pensando a ratos en el Demonio de Tazmania (he pensado en la causa pero no saco nada en claro); recién descubrí en uno de mis dedos de las manos un segmento de cutícula levantado, algo grueso. No tengo alicate ni utensilio similar y, si lo arranco, la cosa se va a poner peor. En la situación epidemiológica actual no me atrevo a meterle la boca. Estoy pensando en usar una pinza para cejas ¿Consejos…?

P.D: Si quieres leer las entradas anteriores, puedes hacerlo aquí.

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