Javier Méndez: «Fui afortunado al no aceptar el retiro en aquel momento nefasto de nuestro béisbol”

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Javier Méndez durante su etapa actual en Italia. Foto cortesía del entrevistado.

Mientras varios insisten en llamarla por su nombre popular, Javier Méndez persiste en lo auténtico, en el nombre universal, en el nombre serio, y en vez de llamarla pelota, le llama béisbol. Así ocurre durante toda la entrevista. Javier parece un gurú del béisbol o, al menos, sus palabras de esa forma lo proyectan. Sus explicaciones burlan las naderías y solo algo tan delicado como la fragilidad que un día tuvo la salud de su hija lo minimiza casi a cero en sus respuestas. Es el único fragmento del diálogo en el que prefiere pasar de un tipo locuaz, a un tipo callado, hermético.

Javier Méndez, ahora en Italia, antes en Industriales, en Metros y en el equipo nacional, es el entrevistado perfecto para que el periodista escriba poco en esas líneas que suelen introducir una entrevista. A Javier Méndez hay que dejarlo hablar, darle el protagonismo casi desde el inicio.

Cubalite, sin más, les coloca «a quemarropa» el testimonio de un pelotero que, prácticamente, obliga a ir hasta el último punto de este material entretenido, informativo y revelador.

Fuiste uno de los integrantes del equipo Cuba juvenil que estuvo en el Mundial de 1983 en Venezuela ¿Cómo recuerdas ese torneo donde coincidiste con futuras estrellas de nuestro béisbol?

– Estuve en el Mundial Juvenil de 1982, en Barquisimeto, Venezuela, donde coincidí con jugadores que fueron después grandes luminarias del béisbol cubano como Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, Lázaro Vargas, René Arocha, Pablo Miguel Abreu, Osvaldo Duvergel, Jorge García, Faustino Corrales. Integré el Todos Estrellas como mejor jardinero central, junto a Pacheco, Vargas y Armando Ferreiro. Fue muy emotivo e interesante para mí aquella experiencia, mi primera participación en un evento internacional en el que fuimos campeones mundiales juveniles.

Terminaste siendo uno de los íconos de Industriales, sin embargo, tus comienzos en la Serie Nacional fueron con Metros, ¿cuánto le debes a ese equipo en tu formación?

-Como todo jugador de la capital siempre quise estar en el primer equipo (Industriales). Venía de las filas juveniles y no quisieron las autoridades deportivas de la provincia en aquel momento que yo integrara ese equipo. Tuve la posibilidad de estar con los Metros en mi primera Serie Nacional, lo que me sirvió mucho como enseñanza y preparación para mi futuro como jugador. Tuve gran ayuda en aquella etapa del director Pedro Chávez, quien confió en mí desde el primer momento y de jugadores de la talla de Rey Vicente Anglada, Rodolfo Puente, José Modesto Darcourt, Eunides Poulot, Lázaro de la Torre, Monguito Cabrera y otros que tuvieron que ver con mi formación y conocimientos del béisbol que se jugaba en aquel momento.

¿Crees que tardaste en debutar con los Azules, teniendo en cuenta la nómina de los Leones de esa época?

-Pienso que llegué en el momento justo a Industriales. Me sirvieron aquellos primeros años con los Metros, aprendí mucho y maduré como jugador. Fíjate que ya cuando paso a los Azules lo hago como tercer bate del equipo, figúrate qué gran responsabilidad. La asumí con mucha entrega y dedicación. Tuve un gran rendimiento en ese, mi primer año.

Tuviste varios directores mientras jugaste en la Serie Nacional, ¿de cuál de ellos te nutriste más cuando dirigiste a Industriales?

-Creo que todos me ayudaron a moldearme como jugador. Primero Pineda, con los juveniles, nos dio mucha confianza en aquel campeonato. Chávez con sus enseñanzas fue también un baluarte en mi formación. Puente, por su seriedad. Servio, por su estricta disciplina. Triguora en su comunicación y al final Medina y Rey, con los cuales había compartido equipos. Ellos sabían  lo que querían de los jugadores, existía una amistad de atleta y un respeto hacia el director. Rey, que fue mi último director, me dio mucha confianza y las relaciones fueron excelentes (siempre fue mi jugador preferido). Eso contribuyó muchísimo al final que tuve en mi carrera deportiva.

Fuiste uno de los mejores jugadores de la década del 90 en Cuba ¿Qué nos puedes contar sobre la pasión con que se jugaba el béisbol en esa época tan difícil para el país?

-Era otra época y no me gusta comparar. Pienso que cada cual tiene su momento y debe aprovecharlo. Existían excelentes jugadores, había mucha pasión por el juego y se jugaba con mucho amor y entrega por la camiseta. Tampoco existía la posibilidad de contratarse en otras ligas, ni tan fuerte era la emigración como la que ha existido en estos tiempos, por lo que la calidad estaba muy concentrada y cada equipo tenía sus estrellas y cualquiera le sacaba un susto a cualquiera.

Entre 1996 y 1998 sucede un episodio gris para nuestro béisbol, el polémico retiro masivo de numerosos jugadores que terminaron, una buena cantidad, en ligas de Nicaragua, Japón y Colombia, ¿hasta qué punto ese fenómeno perjudicó a nuestro béisbol y a sus figuras?

-Creo que fue una política errada esa del retiro masivo de jugadores. Varios de nosotros estuvimos jugando en Japón algunos años, como amateurs, y no existía la posibilidad de contratarse en ligas profesionales. Al regreso me ofrecieron irme a jugar a Rusia, pero debía retirarme y dije que no, mientras otros compañeros míos aceptaron y ni fueron a Rusia, ni jugaron más béisbol en Cuba ¿Cómo pudo pasar eso o quién fue el artífice de tan triste episodio? Muchos de los perjudicados estaban en plena forma deportiva. Fui afortunado al no aceptar el retiro en aquel momento nefasto en la historia de nuestro béisbol.

¿Cuándo fue tu debut con la selección nacional absoluta y qué importancia le atribuiste a ese momento?

-La máxima aspiración de un jugador en mi época era la de integrar el equipo nacional. Ese mismo año que conformé Industriales por primera vez, mi rendimiento fue bueno; después vino el entrenamiento de altura y mis resultados ahí me avalaban para lograr el objetivo. Sabía que existían atletas de gran calidad y estábamos discutiendo Víctor, Casanova, Gurriel, Jorge García, Contreras (fallecido ese mismo año) y yo.

Víctor, Gurriel y yo habíamos ido al entrenamiento de altura para prepararnos con vistas a los Juegos Centroamericanos y al Mundial de Holanda. Al regreso de México, inesperadamente, me cambian y no integro el equipo. Esto fue un duro golpe que repercutiría en mi vida deportiva.

Después tuve una serie de inconvenientes: enfermedades, lesiones y contratiempos que atentaron contra mis esperanzas de representar a Cuba. Creo que mi perseverancia, puesta a prueba en cada imprevisto, me hizo resurgir y quedar como MVP de la Serie Selectiva del 90, en la que ganamos. Integro por primera vez el equipo nacional cubano en el año 1983 o 1984, no recuerdo bien. Fue un Cuba a un Torneo José A. Huelga, pero no jugué ni un inning, solo me colocaron ahí para callar a la prensa que abogaba por mi presencia, después de haber tenido otro magnífico resultado.

Ese año (1990) tuvimos tres campeonatos, logré un magnífico resultado en los Juegos de Buena Voluntad, en Seattle, quedando segundo campeón de bateo, después de Gurriel. Luego participé en el Mundial de Canadá, donde tuve un rendimiento aceptable y en los JCC en Monterrey no tuve un buen desempeño: ganamos, pero el equipo, en sentido general, no lució a gran altura. Parece que una mala planificación del entrenamiento, en una competencia discreta como esa, no dio los resultados esperados en el orden individual. Mi criterio personal y el de muchos de aquella delegación es que llegamos pasados de entrenamiento.

Fuiste privilegiado al ganar con Industriales varias veces, ¿qué título disfrutaste más y por qué?

-Siempre que ganas, disfrutas el triunfo, eso es incuestionable. Yo disfruté muchísimo aquel campeonato del 86, cuando Marquetti decidió con jonrón. Tuve la posibilidad de jugar con Industriales por primera vez y de tener, junto a varios de mis compañeros, un gran protagonismo en aquella serie. Pero fui madurando, el tiempo fue pasando y ahora te puedo contestar que, si disfruté muchísimo aquel título del 86, el que más disfruté y, mira qué paradoja, fue mi último campeonato como jugador.

En esa serie logré varias metas que me había trazado: volví a ser el MVP del campeonato, rompí el récord de dobles de Pacheco, implanté marca de impulsadas para una temporada y fuimos campeones nacionales. Creo que terminé mi vida deportiva de una forma excelente.

El famoso pelotazo de Maels Rodríguez en el Latino… ¿hasta qué punto afectó tu carrera deportiva?

-Con Maels tuve una magnífica relación. Lo veía con un inmenso talento, compartimos en el equipo olímpico de Sidney y me sorprendieron sobremanera aquellos lanzamientos que hizo por encima de las 100 millas. Aquella noche en el Latino estaba muy veloz, trató de lanzarme pegado y me golpeó. Mucha gente me decía que me la había tirado porque cuando vine a batear, Gurriel, el manager, fue a verlo y conversó con él.

Después del golpe vinieron las especulaciones, pero sé y estoy convencido que fue un lanzamiento que se le escapó. Casualmente, Germán me dijo ese día «hoy va a lanzar Maels, tú bateas pegado a home, estás muy bien y él es regado. Ten cuidado». Era como si me lo estuviera pronosticando. Ese pelotazo me fracturó la mano, me sacó del campeonato ese año y no pude terminar mis metas.

Tu retiro fue algo curioso porque llegó en un momento de esplendor: campeón nacional, miembro del team Cuba y con una temporada excelente al bate, pues lograste tu mayor número de jonrones en una Serie (19). A pesar de esa buena vibra, ¿por qué decides retirarte?

-Ya lo tenía pensado desde el año anterior. Tenía mis metas y si las lograba, me retiraba. Era 2002, hice un gran esfuerzo junto a mi preparador Rolando Verde, al que le estaré inmensamente agradecido siempre. Estaba muy bien, pero el pelotazo de Maels tronchó mi retiro. Al año siguiente vine con los mismos bríos y tuve la suerte de que todo me salió bien: ganamos el campeonato, implanté mis marcas, integré un equipo al Torneo de Holanda y decidí la Serie en el último juego, donde conecté de 3-2 e impulsé dos de las tres carreras (ganamos 3×1) contra el famoso lanzador que siempre le lanzaba a Cuba (no recuerdo su nombre bien).

Todo iba marchando bien e integré el equipo a los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003, pero inesperadamente falleció mi padre, seguidor, animador y apoyo de mi carrera  de manera gigantesca. Esto me afectó grandemente y provocó en mí una gran desmotivación por el béisbol. Tal es así, que después de regresar de los Panamericanos (empezaba la preparación para el Premundial en La Habana) le pedí a las autoridades del INDER de aquel momento mi salida de la preselección nacional. Es así como terminó mi vida deportiva activa.

Muchos se me acercaron para que no dejara el béisbol ese año, dirigentes políticos y deportivos nacionales y provinciales de aquel entonces. Me pedían que jugara un año más por lo que yo representaba para las nuevas generaciones y les podía transmitir, pero la decisión ya estaba tomada. Yo les dije que había cumplido con mi país y con mi provincia, que me veía como un estorbo para las nuevas generaciones. Creo que tuve razón en tomar ese camino. Al año siguiente Industriales volvió a ser campeón.

Durante su carrera deportiva acumuló excelentes números a la ofensiva y a la defensa. Foto tomada de Kronozio.

Luego de tu retiro, ofrécenos un recuento de qué ocurrió con tu vida hasta llegar a dirigir Industriales.

-Siempre lo he tenido claro: la vida del deportista es limitada y después de esto hay otra en la que debes prepararte, superarte y crecer como ser humano. No puedes vivir de los logros alcanzados y haciendo cuentos por las esquinas de lo que hacías. He sido una persona que he tratado de superarme siempre, de estudiar. Estuve, incluso, a punto de entrar en un curso de Periodismo, pero era intensivo dos años y medio en la Facultad de Comunicación, pero tenía que dejar mis actividades y por aquel momento estaba jugando béisbol. Por más que quisiera ser periodista, no iba a dejar el deporte. Yo felicito a todos los deportistas que han realizado una carrera universitaria, eso conlleva mucho sacrificio y entrega. En el béisbol, pienso, es demasiado difícil llevar las dos cosas, pues se practica todo el año y si estás en equipo nacional, peor.

En este tiempo me incorporo como metodólogo provincial en La Habana y empieza una nueva vida para mí. Nunca me pasó por la cabeza dirigir un equipo de béisbol y cada vez que me lo proponían lo esquivaba. Quería superarme y llenarme de herramientas que me ayudaran a comprender muchas cosas que cuando eres jugador, por mucho que conozcas de deporte, no entiendes que se necesita tiempo y superación para llegar al conocimiento y funcionamiento de esos mecanismos que te conducirán a un mejor resultado en una posible tarea de dirección.

Tuve que pasar por tropiezos con los encargados de distribuir esos cursos de superación y siendo una gloria del deporte cubano logré incorporarme, con la ayuda de otras personas más sensatas de nuestro organismo rector, en una maestría para cuadros de dirección del INDER. Estuve dos años y logré graduarme. Tenía como objetivo seguir mis estudios dirigidos al doctorado, pero otro golpe de la vida, esta vez familiar, me detuvo en mis aspiraciones.

¿Qué aprendiste y qué crees que hiciste mal en tus dos años como manager de los Azules?

-Cuando se me plantea dirigir Industriales, para mí era un gran reto. Creo que estaban las condiciones creadas y quería medirme, quería ver hasta dónde podía llegar. Aquella mezcla de conocimientos deportivos, con las herramientas que había adquirido en la maestría, quería ponerlas en práctica. Te puedo decir, por experiencia propia, que dirigir béisbol y más en nuestro país, es extremadamente difícil.

Son muchos factores que hay que tener cuenta. Conocer, comprender, persuadir, aglutinar, ayudar, exigir, valorar, entender los problemas de los atletas y de sus familias (que son muchos) y tratar de encontrar o darles una solución. Ser un padre, un amigo, ganarte la confianza de los atletas, defenderlos, protegerlos, tratar de unir disímiles personalidades. Es una tarea de gigantes. Siempre sentí enorme respeto por los directores que tuve, pero después que tuve que hacerlo yo, los respeto y valoro más. En mis dos años como director te puedo decir que aprendí muchísimo y que no me considero un manager hecho.

Se necesita mucho tiempo para lograr esa condición. Pienso que me esforcé al máximo por lograr un buen grupo, preocuparme por el más mínimo de sus problemas y tratar de ayudar a dar solución, por lograr una gran compenetración entre entrenadores, cuerpo médico, delegado, dirigentes, comisionado, atletas, personal de apoyo, ese del que nadie habla, pero hay que estar detrás de ellos velando porque se sientan lo mejor posible.

Te hablo de los choferes de los ómnibus que nos transportan a diario a los entrenamiento y a los juegos, las tías del comedor, los que preparan el terreno, los que limpian los baños, los estadísticos, el administrador que está pendiente de los problemas que surgen a diario. Todo esto y mucho más pasa por el pensamiento de un director. Creo que falta mucho por aprender todavía sobre ello.

Dirigí dos años y junto a mi cuerpo de dirección realizamos un diagnóstico de la situación. Efectuamos estudios con las características fundamentales, internas y externas, identificamos nuestras fortalezas y debilidades, así como las amenazas, realizando una matriz DAFO para, después del análisis, tratar de que este nos ayudara a generar ventaja competitiva. Nos entregamos de lleno a la tarea.

Ocurrió algo que no esperábamos. Fue muy difícil la parte final y llegar a la clasificación debido al abandono de varios jugadores que tuvieron gran desenvolvimiento en ese campeonato. Afectó el buen paso que llevábamos, pues perder jugadores importantes perjudica psicológicamente. Tuvimos,  en poco tiempo, que reordenar el equipo, ocuparnos y preocuparnos porque no nos afectaran tanto aquellas ausencias claves para seguir luchando por la clasificación. Aun así logramos esa meta, el tercer lugar con balance de 52 victorias y 35 derrotas. Fuimos al playoff y perdimos con Ciego de Ávila en el cruce.

El segundo año volvimos a la carga, pero no fue igual. Tuve fracturas en mi cuerpo de dirección, habíamos realizado una proyección estratégica por cuatro años, en la que todos estábamos comprometidos con la tarea. Tuve la ayuda, como en mi primera temporada, de Doctores en Ciencias y personal calificado del ISCF Manuel Fajardo. Pero cada año no se parece al otro y tuvimos problemas, que están siempre presentes, y se agudizaron en la preparación. Continuaron los abandonos y lesiones de importantes jugadores, nos fue muy difícil reorganizar todo. Los que conocen de béisbol saben que formar un equipo competitivo después de tantas ausencias importantes, lleva mucho tiempo y trabajo.

Con todas estas amenazas palpables y debilidades enumeradas, nos propusimos, con el personal que teníamos, volver a luchar, analizar y preparar de nuevo un trabajo que nos acercara o superara a la actuación del año pasado. Esa vez no pudimos y terminamos en el décimo lugar con balance de 21 victorias y 23 derrotas.

Así fueron mis dos temporadas al frente de Industriales. Fue un trabajo intenso, agotador y muy estresante, pero a favor tengo que decir que trabajé con un buen grupo de jugadores, que aprendí mucho sobre esta difícil labor, que muchas veces es muy ingrata y no valorada por numerosos aficionados. Hay un refrán muy cuestionado que dice “cuando se gana, ganan los jugadores. Cuando se pierde, pierde el manager”. Digo cuestionado, pues pasan muchas cosas dentro de un dugout, en el ómnibus, en un hotel y en lugares donde se mueve el equipo, que la afición no conoce. Aquí es donde la discreción, la confianza, el apoyo, la valoración y el liderazgo juegan un papel importante.

También es verdad que cometemos errores y cuando esto ocurre, se multiplica la preocupación, pues un error del director o su cuerpo técnico influye en todos: jugadores, afición, fanáticos y hasta en los rivales. Realicé este trabajo, pero no me considero un manager, sino aprendiz del mismo, pues se necesita mucho tiempo para convertirse en director en todo el sentido de la palabra. A los que confiaron en mí y a los que no, les digo que traté de hacerlo lo mejor posible y si tengo la posibilidad de volver hacerlo, trataré de no defraudarlos.

Sorprendió que no estuvieras al frente del equipo cubano que enfrentó a los Rays de Tampa Bay en su histórica visita a Cuba ¿Qué explicación te dieron?

Aquí ocurrió algo interesante. La dirección del béisbol en aquel momento me habló de que yo era la propuesta para dirigir aquel histórico juego. Tuvimos varias reuniones e hicimos un plan de entrenamiento. Se unieron varios jugadores, estrellas y glorias deportivas que trabajaron en la preparación. Se había dado a la prensa el cuerpo de dirección, pero, inexplicablemente, el director del equipo no se había dicho. En mi casa tengo un documento que me ubicaba como DT, pero oficialmente no se había nominado. Muchos de aquellos jugadores, técnicos y personal de apoyo me decían que yo era el director y que tomara el mando de la situación.

Preguntaba y me decían que había que esperar. Yo esperé, estuvimos 15 días entrenando en San José de las Lajas, sin el mando de un director. Nadie decía nada. Crecía el suspenso y aquello empezaba a preocupar, hasta que después de dos semanas tuvimos una reunión donde se comunicó el director del equipo: Víctor Mesa.

Fue esto lo que ocurrió. Existió confusión, sorpresa y frustración. Después de la decisión nadie me dijo nada sobre el tema. Inferí que era muy joven en esos trajines y alguien como Víctor, con vasta experiencia en estos menesteres, inclinó la balanza a su favor. Trabajé a su lado en ese juego y fue una gran experiencia. Haber participado en ese choque, como cuando jugamos contra los Orioles en 1999, me ofreció mucho orgullo.

Méndez está trabajando en el desarrollo del béisbol en una sociedad italiana. Foto cortesía del entrevistado.

La razón principal de tu salida del alto mando azul fue la enfermedad de tu hija Betty, ¿cómo está su salud actual?

-Ella se encuentra en perfecto estado y no me canso de agradecer a todo el personal médico, enfermeras, auxiliares, técnicos, pantristas, personal de limpieza y todos lo que de una forma u otra tuvieron que ver en la recuperación y cura de mi hija. A ellos, infinitas gracias.

Actualmente te encuentras en Italia, ¿cómo surgió la oportunidad de trabajar en el béisbol de ese país y a qué te dedicas exactamente?

-Después de la recuperación de mi hija, Víctor se encontraba dirigiendo. Se había dicho que él lo haría por un año y di mi disposición de volver a dirigir Industriales. Lo planteé a todos los niveles deportivos (nacional y provincial), mas no recibí respuesta alguna. Ante esta inoperancia, recibí una llamada de Italia, de la antigua sociedad donde trabajé. Me proponían la realización de un trabajo de desarrollo a largo plazo del béisbol en esa sociedad, por lo que acepté y me encuentro enfrascado ahora en este proyecto. Trabajo con cuatro categorías diferentes, tratando de transmitir nuestros conocimientos.

Tengo que decir que es un contrato por cuenta propia. Lo planteé también a todos los niveles deportivos: quería salir por Cuba, tener una protección de la FCB y poder aportar, de mi salario, un mínimo al desarrollo de nuestro béisbol. Me dijeron que se estaba estudiando mi caso y el de otros como yo, que somos glorias del deporte. Hasta el día de hoy no he recibido respuesta.

Tus números de por vida son fabulosos, pero me asalta la duda de si te despediste con alguna deuda como jugador.

-Cuando tomé la decisión del retiro, lo había pensado muy bien. Quería tener un final feliz en mi carrera deportiva. Yo quería haberme retirado en 2002, con las tres metas que me había propuesto, solo que el pelotazo de Maels me lo impidió. Luego, me sorprendió la muerte de mi padre y ya no tenía motivación alguna para seguir. Así terminó mi vida deportiva. Creo que todo lo que me propuse, con mucho sacrificio, trabajo, entrenamiento y perseverancia, lo logré. Sí me hubiera gustado ser campeón olímpico. Tuve varias veces la oportunidad de lograrlo, solo que en aquellos años no fui seleccionado. Cosas del béisbol.

¿Cuán difíciles fueron esos días en que la enfermedad de tu hija estaba en su apogeo?

-Fueron días muy difíciles, que no quiero recordar, ni hablar.

 ¿Cuándo tienes previsto regresar a Cuba y está en tus planes regresar algún día como manager de Industriales?

-Tengo previsto regresar a finales de octubre. En un futuro me gustaría volver a dirigir Industriales. Fui campeón como jugador y me gustaría serlo como director.

Serás siempre recordado como un pelotero afable dentro y fuera del terreno ¿A qué se debe que Javier Méndez sea así?

-A la educación que recibí de mis padres. Me enseñaron muchos valores que pongo en práctica siempre y en el caso del béisbol, por lo que la gente me conoce, siempre les tuve un respeto enorme y una inmensa gratitud. A ellos nos debemos.

*Esta entrevista fue publicada en agosto de 2019.

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Un comentario

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  1. Mi pelotero preferido. Excelente jugador y sin dudas una gran persona. Y otra cosa muy importante se le ve por arriba de la ropa que es muy inteligente, póngalo a dirigir el béisbol en Cuba, sin limitaciones de arriba y se verán los cambios.

D.L.R.

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