La historia del pelotero cubano que pasó por cuatro países hasta firmar con San Francisco

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Jairo Pomares. Foto: @giantsprospects/ Twitter.

Jairo Pomares Silva vive para jugar pelota. Admirador de grandes atletas como Lebron James, Lionel Messi o Usain Bolt, este muchacho espirituano nacido el 4 de agosto de 2000, lleva la mayor parte de su vida sobre el diamante y planea quedarse por un buen tiempo en sus alrededores.

Cubalite contactó con este prometedor outfielder zurdo oriundo de Trinidad, para conocer sobre la actualidad de su carrera deportiva y su futuro cercano en el deporte de las bolas y los strikes.

Sus andanzas comenzaron en la casa, mientras se tiraba pelotas con su hermano Dairon. De esa época también recuerda los juegos de chapita con los muchachos del barrio, así como los partidos a la manito en donde siempre compartía con su primo y otros amigos de la zona.

“Como yo siempre estaba en la la pelota, una vez en la escuela, mientras cursaba primer grado, pasaron unos profesores y me vieron jugando. Ellos me captaron y ahí fue que comenzó mi relación oficial con la pelota, en el beisbolito de Trinidad.

“Cuando comencé en esto, empecé a disfrutarlo todo: desde algo tan simple como aprender a agarrar el bate, hasta la mecánica correcta en el cajón de bateo o ponerme el guante para coger flies. Aunque entré en la categoría 7-8, jugaba en la superior y con ese equipo participé en un campeonato nacional que se realizó en Holguín. Allí me fue súper bien”.

A lo largo de todo este tiempo, confiesa que ser competitivo es una de las cosas que más le ha ayudado a progresar. Eso, más lo bien que se lo pasa en el terreno y su afán por esforzarse y superar a los nuevos rivales que van apareciendo, le mantienen centrado y con los pies en la tierra. Sin embargo, nada hubiera sido igual sin la familia que le tocó.

“Mis padres y familia en general siempre han estado ahí, dándome el apoyo que todo atleta necesita. Cuando empecé, mi papá trabajaba todos los días en un hotel desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde. Él terminaba ahí, me recogía e íbamos juntos para casa de mi abuela, me cambiaba y nos íbamos para el entrenamiento.

“En todos los años que jugué en Cuba, mis padres hacían viajes interprovinciales para verme jugar en La Habana, Ciego de Ávila, Camagüey, Matanzas, provincias en las que a veces se quedaban varias semanas becados conmigo. A eso súmale el gran esfuerzo que tuvieron que hacer para comprarme los implementos a los que podían acceder. Yo no sería ni la mitad del pelotero que soy si no fuera por ellos”.

Tras varios años en la EIDE Lino Salabarría Pupo de su provincia natal, mientras cursaba onceno grado, Jairo decidió irse de Cuba en busca de un mejor futuro para él y los suyos.

“En enero de 2016 me contactaron algunas personas y por ese tiempo salí con mi papá rumbo a Guyana, Panamá, Curazao, y finalmente nos establecimos en República Dominicana. Tras unos pocos meses, logré un acuerdo con los Gigantes de San Francisco y en julio del 2018 firmé mi primer contrato como profesional, lo cual significó una alegría tremenda.

“Por suerte, finalmente pude reunirme con mi familia: mi padre, mi madre y mi hermano, quien ya tiene 16 años y, por suerte, se ha vuelto a conectar con la pelota y está muy embullado con sus entrenamientos en la academia”.

Aunque confiesa que de niño no tuvo muchas oportunidades de ver el béisbol de Grandes Ligas, reconoce su intención de probarse en esos enormes estadios llenos de gente. Aunque en 2020 no se pudieron disputar certámenes de Ligas Menores debido a la COVID-19, todavía mantiene su vínculo con los Gigantes. Antes había jugado en varias categorías dentro del sistema de granjas de esa franquicia.

Primero, entre junio y agosto de 2019 estuvo en A- con los Salem-Keizer Volcanoes de la Liga Noroeste de Oregon, para quienes disputó un total de 14 encuentros, en los que acumuló línea ofensiva de .207/.259/.517, conectó 12 hits, anotó siete e impulsó cuatro carreras.

También en nivel rookie vistió los colores de los AZL Giants Black (División Este de la Liga de Arizona), en donde tuvo muy buenos números, pues tras participar en 37 choques, consiguió slash line de .368/.401/, con 57 indiscutibles (10 dobles, tres triples y cuatro jonrones), 50 carreras producidas, cinco bases robadas y 10 boletos.

Ahora mismo se encuentra en un campamento de entrenamiento desde donde nos cuenta que la experiencia ha sido buenísima. Por otro lado, opina que en todo este tiempo fuera del país lo que más claro le ha quedado es la importancia de ser responsable.

“Aquí tengo que crear y cumplir mi propia rutina, en la que es fundamental el sueño y también la alimentación. Si no cuidas de esos elementos básicos, es imposible soportar la intensidad y duración de las temporadas y, como consecuencia, puedes acabar con tu carrera en solo un par de años”.


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Sandy Mederos

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