Rigoberto Ferrera: «Nunca me he considerado un humorista»

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Rigoberto Ferrera durante una de sus presentaciones. Foto tomada de su perfil en Instagram (@rigosauri).

Aunque él mismo lo niega, lo cierto es que Rigoberto Ferrera es uno de los humoristas cubanos más admirados y respetados de todos los tiempos. Su estilo para dialogar con la audiencia desde diferentes escenarios se ha convertido en uno que todos identifican claramente, y eso no es cosa que pueda decir cualquiera.

Si, por un lado, hacer reír es algo a lo que ha dedicado muchísimos años de su vida, este showman cuenta con un “cinturón de herramientas” similar al de Batman. En su arsenal no encontraremos dardos, cámaras o lentes de visión nocturna, sino mucha pasión y habilidades que le permiten un despliegue escénico envidiable para quienes se dedican a la difícil profesión de entretener.

Cubalite logró contactar con Rigo desde la distancia. Nos fue posible conversar con él acerca de su carrera, su vida personal y los retos constantes del día a día.

Usted se graduó del ISA, pero… ¿cómo terminó dedicándose al humor?

«A finales del 92, antes de entrar al ISA, yo trabajaba en un grupo infantil que se llamaba Pálpito. Allí, mientras nos lanzábamos a versionar Pinocho, a partir de un texto escrito por Reinaldo Escobar, empecé a disfrutar de las risas del público y fui apreciando esa manera de actuar.

«Luego de empezar mis estudios en el ISA, en 1993, me vinculé a la compañía Hubert de Blanck, en donde me tocó interactuar con grandes directores como Berta Martínez o Luis Brunet, con quienes hice muchos personajes con un tono cómico.

«Ya para el ’94 participé en el festival del humor, que ese año no se llamó Aquelarre, pero sí tuvo el mismo sentido de siempre. Ahí me presenté con un monólogo que dirigió mi hermano mayor, Orlando Ferrera, y también estuve junto a Pagola la Paga. En fin, la vida me fue llevando poco a poco a eso».

¿El humor siempre fue un código para comunicarse o solo es cosa de trabajo?

«Nunca me he considerado un humorista. Yo, simplemente, he aprovechado la posibilidad de hacer reír, fusionándola con las armas que da la escuela. Siempre he sido un tanto irreverente y debo confesar que tengo problemas con la autoridad, por eso siempre he usado el humor como una forma de hablar de temas que nos afectan a todos.

«Otra cosa que he notado desde que empecé a hacerlo, es que me ha dado cierta autonomía: nadie me dice lo que debo o no decir y eso se aprecia mucho. Al final es, tal y como dices en tu pregunta, un código más para poder comunicarme».

¿De dónde se alimenta Rigo para darles forma a sus materiales?

«Me alimento de todo, a pesar de la escasez que hay. En la calle escuchas frases y pensamientos populares que te sirven para llegar a más gente. También me inspiro mucho en las películas de Chaplin, que también son grandes referentes para mi trabajo.

«Constantemente voy a muchos conciertos de jazz, lo cual me permite abrir la puerta a un mundo sensorial, cuyas sensaciones me sirven luego para proyectarlas en mis espectáculos, sobre todo en los momentos de improvisación».

¿Cree que deberían volver a producirse telefilmes al estilo de La mujer que me tocó o El club de los perdedores? ¿Cómo recuerda ese tipo de experiencias en su carrera?

«Es una lástima que ya no se hagan esos teleplays en la actualidad. Los recuerdo como una experiencia linda, especialmente porque nos permitieron trabajar con muy buenos directores como Armando Arencibia, Alejandro Gil y Magda González.

«Lo otro eran los textos, que estaban escritos por gente que conocía muy bien los códigos del género humorístico, como fue el caso de Otto Ortiz o Jorge Luis “Wichy” García, lo cual garantizó el éxito de esos programas. Recuerdo también que eran guiones que siempre giraban en torno a la tragicomedia, un estilo en el que me desenvuelvo con mucha comodidad».

Todos conocemos su faceta como actor escénico, pero… hábleme de su trabajo como actor de voces.

«Hace más de 20 años que hago esa labor, donde la rapidez y la fantasía vocal son esenciales, al igual que el hecho de ser un gran fanático de los filmes de animados. Es complejo porque nunca te dan el libreto con tiempo, así que tienes que hacerlo todo en el momento y debes estar preparado para, al solo ver el dibujo, saber qué voz le vas a poner.

«Otra cosa que hay que tener en cuenta son los idiomas y la musicalidad de cada uno de ellos a la hora de transmitírselo a un personaje. Por ejemplo, en los animados de El Negrito Cimarrón, dirigidos por Tulio Raggi, tenía que hablar en español, pero con acento inglés. En Fernanda, de Mario Rivas, me ha tocado hacer de chino o italiano. También tuve la suerte de trabajar con Juan Padrón en Más Vampiros en La Habana, en lo que fue una experiencia muy buena en ese sentido.

«A lo largo de este tiempo he aprendido de muchas fuentes, pero sin dudas ha sido esencial el aporte de grandes actores de voz como Frank González, Manuel Marín e Irela Bravo, entre otros».

¿Qué espacio prefiere para hacer el humor? ¿Por qué?

«Todos me gustan, aunque el que más disfruto es el teatro. Trabajo solo desde hace 26 años haciendo monólogos y la verdad es que el teatro te brinda la posibilidad de jugar, establecer diferentes códigos, bailar, cantar, improvisar y, sobre todo, está la inmediatez y la cercanía que te da con la gente».

Todavía está en la memoria popular tu presencia en programas como Y tú de qué te ríes y Sabor Bohemio ¿Por qué ya no se hacen esos humorísticos? ¿Cuánta importancia le da a ese tipo de humor?

«No hay más espacios de ese tipo por muchas causas, que van desde la falta de estudios hasta escaseces de todo tipo. La realidad es que parece no importarle a nadie que en materia de humor televisivo nos estemos alejando cada vez más de lo que se está haciendo en el mundo. No estoy diciendo que los que hay estén mal hechos, pero existen varios televidentes que necesitan otro tipo de humor, uno que se aparte de las “necesidades” de los cubanos y ofrezca temas variados, absurdos y hasta políticos.

«Me parece que no estamos avanzando mucho en ese sentido, y te cuento el ejemplo de Sabor Bohemio y Cerquitica del Vedado. Al primero no le permitieron seguir más allá de una programación de verano y al otro lo censuraron varias veces, de forma que se hizo compleja su realización. Da la impresión de que cada vez que sale un proyecto nuevo de humor, no lo dejan avanzar».

Durante varios años, Rigo fue presentador de Lucas. Foto tomada de su perfil en Instagram (@rigosauri).

Se le ha visto cantar en alguno de sus trabajos, e incluso llegó a presentar un videoclip en los Lucas ¿Ha seguido nutriendo esa pasión?

«El canto es una cosa muy grande para mí, que incluso me ha llevado a plantearme la idea de dejarlo todo y dedicarme por completo a esa carrera junto a un grupo musical. Sin embargo, la realidad se ha impuesto y eso no ha sido posible.

«Me considero un actor que, dentro de todas las posibilidades existentes, se dedica al humor fundamentalmente. No obstante, dentro de mis espectáculos siempre canto, e incluso me acompaño al piano.

«Desde 2012 empecé a estudiar solfeo para entender mejor la música, porque esa es una necesidad que tengo y que, además, me hace sentir bien. Todo el tiempo me estoy aprendiendo canciones nuevas y también he notado que al público le gusta esta faceta, siempre y cuando la mezcle con el humor, que es una espada que llevo a cuestas y no la puedo dejar».

¿Cómo es su relación con las artes marciales y cómo eso le ha ayudado en su proyección escénica?

«Desde que empecé a practicar artes marciales tuve la posibilidad de enfrentarme al público mediante la ejecución de los kata, que son combates imaginarios contra uno o varios contendientes. Estas ejecuciones requieren que uno no tenga miedo escénico, pues se hacen delante de un grupo de personas y, para que salgan bien, se necesita una buena proyección de la voz, además de rapidez, fuerza y dominio de varias posiciones.

«A la hora de actuar, todo eso que ya está incorporado en tu mente, empieza a salir sin que uno se lo proponga, y ese conocimiento también te da la posibilidad de jugar en escena con movimientos y golpeos, para usarlos como parte del humor gestual.

«Contrario a lo que pudiera pensarse, mis profesores y colegas nunca lo han visto como una falta de respeto, sino como algo que yo puedo hacer porque tengo la técnica que me permite realizarlo correctamente, chistes aparte. Incluso, el mismo público que se ríe, luego es capaz de notar que la persona que está en escena es alguien que domina el arte marcial.

«Eso y el trabajo en solitario tienen puntos en común: debes ensayar mucho los movimientos para que fluyan sin pensar, para hallar el tempo de cada secuencia y entretener sin apenas hablar, trabajar con diferentes niveles… Al final, lo que se busca es lograr la atención del espectador e hipnotizarlo».

¿Quiénes son sus ídolos en la vida, ya sean humoristas, intérpretes o artistas marciales?

«Entre la gente que siempre me maravilla, de esa que uno quiere seguir volviendo a ver toda la vida, están Charles Chaplin, Carlos Ruiz de la Tejera, Bobby y Robertico Carcasés, Víctor Borge, un excelente pianista y comediante, conocido como el Príncipe Payaso de Dinamarca».

Además de teleplays y otros programas, usted fue el anfitrión de los Lucas durante varios años ¿Cuánto le aportó esa experiencia? ¿Cómo recuerda aquella etapa?

«Fue una experiencia muy interesante porque era mi primera vez como conductor y tuve que empezar a conocer bastante el mundo del videoclip, al punto de que hasta llegué a dirigir uno yo mismo.

«También fue importante tener la oportunidad de estar en un programa habitual durante siete años y poder implantar, para llamarlo de alguna forma, una nueva manera de conducción que fue bastante polémica, pero que la gente recuerda mucho después de todo ese tiempo. Hoy todavía hay quien sigue con aquello de «lo que te den, cógelo»”.

Hemos conocido de su enfermedad, la dermatitis atópica, que le ha complicado la vida desde casi siempre ¿Vivir con ella ha sido una vía para fortalecerse como ser humano?

«Esta es un tipo de enfermedad en la que el sistema inmunológico te ataca, lo cual te obliga a tomar medidas como usar ropa del algodón, estar en un clima seco o en aire acondicionado, mantenerte hidratado con un tipo específico de cremas, comer lo más sano posible… Por todo eso, la vida mía en Cuba es muy complicada en todos los sentidos: clima húmedo, no hay ropa, hay que comer lo que sea…

«No sabría decirte si esa situación me ha hecho más fuerte, pero, sin dudas, sí me ha hecho más conforme. Cuando hay crisis no puedes hacer ejercicios, debes estar lo más tranquilo posible y tienes que parar el trabajo. Pese a ello, he logrado todo lo que me he propuesto, he tenido suficientes resultados y sigue yendo público a verme, con y sin dermatitis.

«Con la dermatitis atópica y todas las lesiones que te salen como consecuencia de ella, sucede más o menos como con la actuación: uno debe desprenderse de lo que cree que puede estar pensando la gente.

«A veces estás en escena y armas batallas en tu cabeza, pensando en lo que te imaginas que siente la audiencia. Puede ser que, por culpa de algo tan simple como un bostezo, asumas que estás aburriendo a todos, cuando realmente puede ser que esa persona simplemente tuvo una mala noche y su educación no le dio para disimular su cansancio.

«Con la dermatitis pasa igual, o sea, que te puedes volver paranoico, y eso es algo que he debido aprender a quitarme. Al principio, uno piensa que todo el que lo ve, lo hace porque se fija en alguna lesión tuya y eso no es así. Al final, es un aprendizaje constante que tiene una solución comprobada: vivir fuera de Cuba en un clima de continente».

¿Es su enfermedad la única razón por la que ya no le veamos en la pantalla como antes?

«La enfermedad mía no ha tenido ninguna relación con mi alejamiento de la pantalla. A veces sí he dicho que no a algún proyecto, porque son muchos días de filmación en zonas de mucho calor, al sol, mosquitos, mala alimentación… No obstante, si son en estudios o de corta duración como algún que otro teleplay, sin dudas lo hago.

«Yo sí me he mantenido haciendo mis espectáculos en teatros y centros nocturnos, y lo he hecho por convicción, realmente».

¿Cuáles son las claves del humor bien hecho y qué tipo de humor no haría nunca?

«El humor bien hecho se respira desde que la persona sale a actuar. Es cierto que puede ser algo un tanto subjetivo, porque lo que yo considero buen humor, para otro puede no serlo, pero en todo caso, creo que se puede lograr la risa sin necesidad de burlarte del público, ni de ser grosero.

«También creo que sugerir es importante en todas las artes. Tal vez por eso es que no me gusta subestimar al público, sino dejarlo pensar a través del mensaje o la historia que le transmito».

Tiene una página, El Rigosaurio, en donde comparte con sus seguidores canciones, reflexiones en forma de humor… Cuénteme sobre esa nueva forma de interactuar con el público.

«Empecé con esto de las redes sociales hace poco, justo en 2020. Desde ese año estoy desarrollando El Rigosaurio, que es una manera distinta de dar a conocer mi trabajo. Es una lástima que la tengamos que hacer nosotros mismos, porque nos roba mucho tiempo.

«En ese espacio lo que más hago es transmitir en directo, cosa que logra mantenerme activo. Es como un show que no sé si dará frutos porque yo no promociono ninguna marca y tampoco cuento, prácticamente, con público cubano, al que los megas no le alcanzan para verme.

«Realmente lo hago por pura distracción y porque hay una parte del público en el exterior que sigue lo que hago, e incluso me ayuda con las recargas para que pueda seguir transmitiendo.

«Creo que es algo que hay que seguir haciendo, pese a que es complicado, y aunque haya días como hoy en que me siento un poco triste y me cuesta verle el futuro al proyecto».

De todos sus trabajos y experiencias profesionales, ¿cuál recuerda como el/la mejor y por qué?

«Cada momento y trabajo ha tenido su importancia. Por ejemplo, los años de los teleplays, aproximadamente desde finales de los 90 hasta principios de siglo, fueron de mucho aprendizaje. Creo que esos filmes estaban ahí para que yo los hiciera y me vino muy bien poder participar en ellos.

«El período del 2007 hasta el 2012 también fue muy productivo, pues pude hacer espectáculos que llevaron mucho público al Karl Marx y en cuyo proceso de creación pude interactuar con músicos que me aportaron lo suyo también.

«El espectáculo Acabaré, de finales de 2018, fue otra cosa increíble, porque se hizo en la Fábrica de Arte con público de diferentes partes del mundo y toda la gente se divirtió y entendió el mensaje.

«Tengo que dar gracias por poder seguir haciendo lo que me gusta y que me sigan llamando para entrevistarme», comenta entre risas.

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