«Abbott Elementary», una comedia con alma y mucho filo

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Encontrar una serie de televisión que resulte entretenida, entrañable e incisiva a partes iguales no es una misión tan sencilla como parece. Si a ello le sumáramos requisitos como mantener el ritmo y el tono durante dos temporadas deliciosas, buen desarrollo de personajes y el aprovechamiento de temas de actualidad para criticar al sistema de educación pública estadounidense, pues queda claro que la respuesta a lo anterior se llama Abbott Elementary.

Filmada con el formato del mockumentary, el mismo que ya explotaron con éxito shows como Arrested Development, The Office, Modern Family, What We Do in the Shadows o Parks and Recreation, desde ahora podemos decir que este reciente material ya clasifica como una de las mejores comedias de los últimos años.

Por si fuera poco, el pasado 10 de enero, el show creado y protagonizado por Quinta Brunson se alzó con el Globo de Oro como la Mejor serie de televisión (musical o comedia) y también ganaron premios en Mejor actriz de televisión (musical o comedia) la propia Brunson y Tyler James Williams mereció el de Mejor actor de reparto, además de las nominaciones de Janelle James y Sheryl Lee Ralph en la categoría de Mejor actriz de reparto.

Ahora, si bien no deja de merecer los galardones y está a la altura de cualquier comparación con otras grandes predecesoras, esta serie estrenada el 7 de diciembre de 2022 en la cadena ABC tiene un sello que le permite irse por encima de los paralelismos y crear una suerte de universo único en su especie.

Toda la acción sucede en la escuela primaria Willard R. Abbott, de Filadelfia, Pensilvania, institución a la que supuestamente acude un equipo de documentalistas para grabar el día a día de los maestros y alumnos en centros pobremente financiados y peor administrados.

En la Abbott, sitio en donde los maestros no suelen durar más de dos años, Janine Teagues (Brunson) y Jacob Hill (Chris Perfetti) son los únicos sobrevivientes de una veintena de profesores que comenzaron el curso anterior. Justo a comienzos del nuevo ciclo, se incorpora el sustituto Gregory Eddie (Williams) como “refuerzo” para el claustro que también integran las “veteranas” Barbara Howard (Lee Ralph), de kindergarten, y Melissa Schemmenti (Lisa Ann Walter), de segundo grado, todos ellos tristemente liderados por la incapaz e irresponsable directora Ava Coleman (James).

Constantemente los educadores deberán lidiar con serios problemas de infraestructura, financiación, desidia gubernamental, el contexto natural de un barrio pobre de esta urbe de la costa este norteamericana y también con sus propios problemas personales, que tampoco son sencillos.

Los textos de Brunson exponen las heridas abiertas de muchísimos maestros estadounidenses. Obviamente, puede no ser esta la gran generalidad dentro del enorme panorama educativo de la nación, pero queda clarísimo que los sonidos del río Delaware difícilmente se escuchen en vano.

Por si fuera poco, las críticas no se remiten exclusivamente a las aulas, sino también a áreas como el comedor, los servicios de mantenimiento y limpieza y la transportación, espacios en donde destaca el rol de William Stanford Davis como Mr. Johnson, el añejo e increíblemente ingenioso conserje de la Abbott.

Si por un lado se percibe el látigo en cada historia que nos cuenta esta producción de Delicious Non-Sequitur y Fifth Chance (a partir de la segunda temporada), también se percibe una empatía y un respeto inconmensurable por las personas que han dedicado al menos una parte de sus vidas a la tarea de enseñar a otros, incluso cuando a sus empleadores parece importarles bastante poco todo el tiempo y esfuerzo que dedican a ello.

Por ahí, mientras le tiran con todo a lo que funciona mal o directamente no funciona en las escuelas de bajos recursos, también aprovechan para tocar asuntos menos áridos que nos permiten conocer más a sus protagonistas y, por supuesto, reírnos con sus manías, defectos, y también con la jerga y el modo de pensar de la gente que vive en la misma ciudad en donde “nacieron” los Estados Unidos el 4 de julio de 1776.

Si hay algo que podría servirnos para calificar este show es que mantiene una medida casi perfecta entre acidez y edulcorante. Cada vez que se va, más o menos, a uno de los dos extremos, usa solo la dosis necesaria para demostrar su punto y continuar su camino, todo ello entre cortes rápidos y breves monólogos que nos permiten entender mejor a cada personaje en sus confesiones face to face ante las cámaras.

Como complemento al drama y las risas que suceden en el interior de la primaria, también se van colando historias personales que convierten a cada miembro de esta familia en gente bastante más normal de lo que uno esperaría. Entre gags y líneas punzantes se tocan asuntos de todos los días, que muchas veces solemos pasar por alto. Las relaciones de dependencia emocional, la independencia económica, los noviazgos entre cincuentones y el uso poco responsable de las redes sociales resaltan en ese grupo, aunque hay mucho más.

Abbott Elementary es una propuesta que nos hace pasar muy buenos ratos frente a la pantalla y nos pone a pensar. Los episodios se van volando, uno detrás del otro, y uno a veces no sabe cómo, pero lo real es que cuesta decirle que no a uno más, incluso cuando es tarde, estamos cansados y sabemos que toca trabajar al día siguiente.

Afortunadamente, aún con la segunda temporada en curso, ya ABC ha aprobado una tercera, así que posiblemente este mismo año vuelvan estos maestros a enseñarnos cómo se lucha diariamente por salvar el alma de una profesión.

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