El cubano que se convirtió en el primer pelotero sancionado cuando la MLB endureció su política antidopaje

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Alex Sánchez en 2004 con Detroit Tigers. Foto: John Grieshop/MLB via Getty Images.

En Cuba casi no existen los mustangs. Para empezar, en nuestra fauna no hay ni el menor rastro de los famosos caballos salvajes que pastan en las llanuras norteamericanas; luego, de los automóviles posiblemente encontremos, con mucha
suerte, solo un par de ejemplares.

Por esa razón resulta raro que la familia de Álex Sánchez haya decidido ponerle ese apodo cuando era un solo muchacho que correteaba por las calles de La Habana. Nacido el 26 de agosto de 1976 en la capital, el niño tenía sólo cinco años cuando comenzó el mismo camino que otros miles de chicos en toda la Isla: el del béisbol. No fue hasta entonces que sobre el terreno empezó a darle sentido a su particular mote.

Sin embargo, cuando aquel pequeño comenzó a tirar pelotas jamás pensó que algún día entraría en la historia del mejor béisbol del mundo, aunque eso no ocurriera por el mejor de los motivos.

En 2005, las Grandes Ligas, presionadas por el Congreso de los Estados Unidos, implementaron una nueva política contra el dopaje destinado a mejorar el rendimiento de los atletas. En aquel momento se estableció que quienes resultaran positivos por el uso de sustancias ilegales recibirían un castigo inicial de 10 juegos.

Justo antes de comenzar la temporada, la MLB realizó análisis a peloteros de los 30 clubes del torneo y resultó que el primero de todos ellos en ser expuesto como “tramposo” después de la nueva reglamentación fue nada menos que Álex.

Como resultado de la prueba, a Sánchez se le detectaron esteroides en su sistema y fue sancionado a perderse el comienzo de la campaña con los Tampa Bay Devil Rays, quienes entonces abrieron jugando contra Toronto Blue Jays, Oakland Athletics, Baltimore Orioles y Boston Red Sox, por ese orden.

Aunque el cubano intentó defenderse, alegando que no había tomado las hormonas de forma intencional, la dirección de la liga determinó que no había nada más que escuchar y lo castigó de acuerdo al reglamento que recién había entrado en vigor.

El idilio de Sánchez en el béisbol estadounidense había comenzado en 1994, cuando decidió marcharse de Cuba en un rústico bote. Por aquel tiempo, el muchacho había acabado de cumplir los 18 y decidió lanzarse en busca de un futuro
que se presentaba, como mínimo, a 90 millas de su hogar. Así se sumó a un grupo de amigos que pretendía cruzar el estrecho de la Florida en uno de esas expediciones cuasi-suicidas que por entonces partían a diario de la Isla.

Tres días después de dar tumbos por el mar, Álex y el resto de los marineros improvisados tuvieron la enorme suerte de ser rescatados por los guardacostas norteños. Al principio les dijeron que serían devueltos a las aturoidades cubanas, pero fueron trasladados a la Base Naval de Guantánamo. Allí pasaron 16 largos meses, hasta que en 1996 fueron autorizados para viajar a EEUU.

Tras salir más o menos airoso de su rocambolesca travesía, la pelota no se había ido ni un segundo de la cabeza del muchacho. Increíblemente, sólo unos meses después de aterrizar en suelo estadounidense, mientras estudiaba en Miami-Dade Wolfson Community College, Álex Sánchez fue descubierto por el scout Rudy Santin, y posteriormente los Tampa Bay lo eligieron en la quinta vuelta del draft efectuado en junio de ese año.

A partir de aquel momento, comenzó un periplo de cinco temporadas por diferentes categorías de la pelota profesional. Así pasó por los Charleston RiverDogs (A), St. Petersburg DR (A+), Orlando Rays (AA) y Durham Bulls (AAA). A pesar de rendir bastante bien e, incluso, ganar en 1998 el premio al mejor jugador de Tampa Bay en Ligas Menores, sus problemas a la defensa y su aún insuficiente instinto beisbolero hicieron que los Rays lo liberaran al cierre de la campaña del 2001.

Después de quedar libre, fueron los Milwaukee Brewers quienes decidieron apostar por su talento. Así fue que lo enviaron un tiempo con los Indianapolis Indians (AAA) y luego de ver su notable desempeño, decidieron “subirlo” definitivamente a la élite en junio del 2001.

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Aunque su debut no fue tan bueno como hubiera querido, le bastó para quedar noveno en las votaciones para el Novato del Año en la Liga Nacional. Al siguiente estuvo mucho mejor, pues bateó para .289 y robó 37 bases, cifra que le valió para ser el quinto mejor de su liga en ese apartado. Además, en 2002 tuvo su mejor curso con el guante, al promediar un WAR defensivo de 0.5.

Durante las tres temporadas en que el veloz habanero estuvo bajo la disciplina de los Cerveceros, jugó generalmente como jardinero central y participó en 185 juegos. Sus estadísticas indican que disparó 174 imparables (36 extrabases y, de ellos, un sólo jonrón), empujó 47 carreras y promedió para .278 ofensivamente. Pese a mejorar a la defensa, Álex no logró convertirse en una garantía en los jardines. Por si fuera poco, los más conocedores del béisbol en Milwaukee hablan de que jamás llegó a mostrar una actitud adecuada en el banquillo y que ese fue uno de los principales motivos por los que fue transferido a Detroit en 2004.

Según David Hill, redactor del sitio Fansided, el único curso de Álex Sánchez con los Tigers fue más o menos una repetición de todo su paso por los Brewers. Primero, continuó con su defensa errática y también se le detectaron otros problemas asociados al corrido de las bases. Por si fuera poco, en dos tercios de campaña con los de Michigan lideró la liga en veces cogido robando (18) y sus seis errores fueron la peor marca entre los centerfielders del nuevo circuito. Al final, fue enviado de regreso a Tampa Bay, el lugar donde había comenzado todo.

Luego de la sanción por consumo de esteroides, no volvió a ser el mismo. Sí recibió oportunidades para participar en algunos encuentros, pero ni siquiera su average de .346 hizo que los floridanos quisieran conservarlo hasta el cierre de la temporada.

Tras ser liberado por los Rays, recaló en los San Francisco Giants, para quienes jugó un total de 19 partidos sin destacar demasiado. Esto último, sumado a una inoportuna lesión, hicieron que al cierre del año volviera a ser declarado como
agente libre, luego de lo cual no volvería a jugar en las Mayores.

Después de su paso por el mejor béisbol del planeta, Álex Sánchez estuvo otros cinco años en activo, etapa en que vistió las camisetas de los Louisville Bats (AAA), Chatanooga Lookouts (AA), los Tiburones de la Guaira (Liga Venezolana de Béisbol Profesional), los Charlotte Knights (AAA) y los Long Island Ducks, perteneciente al circuito de ligas independientes.

Sus últimos dos años (2009 y 2010) como profesional los pasó en México, en donde estuvo a las órdenes de dos clubes: los Tomateros de Culiacán (Liga Mexicana de Béisbol) y culminó su etapa en activo con los Tigres de Quintana Roo de la liga del Pacífico.

Hasta la fecha, con 122 bases robadas, se ubica como el noveno cubano con más estafadas en la Gran Carpa, superado, entre otros, por Leonys Martin, Alexei Ramírez y Minnie Miñoso.

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