El asesinato de «la francesita» Rachel, uno de los crímenes más misteriosos de la República

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Foto ilustrativa.

Contar la historia de la prostitución en Cuba sería un ejercicio extremadamente ambicioso. Tal vez sería prudente hablar de ciertos hitos, como el de Alberto Yarini Ponce de León, o simplemente Yarini, el chulo más célebre que ha nacido en este archipiélago. No obstante, referirnos a la mediática figura del “rey de San Isidro” sería como arañar mínimamente la superficie del tema.

También es cierto que de putas y sus correspondientes proxenetas podríamos estar hablando hasta el final de los tiempos, motivo por el cual dedicaremos nuestro esfuerzo a contarles sobre un terrible crimen que, a lo largo de las últimas ocho décadas, ha estado engavetado en la lista de los “casos sin resolver”.

Para comenzar, sería bueno contextualizar la situación: La Habana, finales de los años 20. La República sufre. De una parte, está siendo golpeada por el crack económico que se ha propagado como un cáncer por todo el mundo; del otro, le lacera sin piedad el régimen de terror al que vive sometida bajo el gobierno de Gerardo Machado.

En esos años la capital cubana es, abiertamente, un foco de vicios. Las casas de citas y burdeles son lugares de encuentro comunes para los caballeros que pueden costearse los servicios de alguna “cortesana”, especialista en proveerle con lo más exquisito de los placeres carnales.

En medio de semejante panorama, un día llega Rachel Dekeirsgeiter, enésima chica francesa que desembarca en la Isla más grande del Caribe, esta vez de la mano de Oscar Villaverde, propietario del cabaret Tokío, situado en las calles San Lázaro y Blanco.

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Aunque es presentada como la esposa del notorio sosteneur, el verdadero rol de la joven “joya” europea será el de engrosar el bolsillo de monsieur Villaverde. Como parte del Tokío, Rachel pasará a integrar el “gremio” más antiguo de todos. Eventualmente, llegará a ser codiciada, al decir del investigador Rosendo Rosell, como una “preciosa vampiresa” por la que todos desean ser “mordidos”.

Convertida por el tiempo y la constancia en una meretriz consumada, la muchacha, conocida como «la francesita”, vive en la urbe antillana como una reina. Hombres que se incluyen entre los más poderosos e influyentes del país la visitan, dejando tras su paso regalos de todo tipo.

Mientras, a su alrededor flota un secreto a voces: todos comentan que la muchacha mantiene relaciones “extramaritales” con su compañero de trabajo, Alberto Jiménez Rebollar, quien se desempeña como cantante en la banda que ameniza las noches del animado centro. Su amorío no causa demasiado revuelo, al menos en apariencia.

A finales de 1931, una mañana la ciudad se despierta conmocionada, al enterarse de que en una vivienda ubicada en San Miguel y Amistad, hoy municipio de Centro Habana, han encontrado a una mujer muerta en la bañadera. En su informe, el doctor Reinaldo Villiers, encargado de analizar el cadáver en la casa de socorro más cercana, expone que se trata de una mujer blanca de aproximadamente 30 años, cuyo cuerpo exhibe contusiones severas. Originalmente, la víctima es identificada como Rachel de Keigeter, aunque una aclaración posterior confirma que se trata nada menos que de la mismísima señorita Dekeirsgeiter.

La mañana del 15 de diciembre de 1931, las páginas del renombrado diario “El Mundo”, acostumbradas por esos días al protagonismo de Kid Chocolate, Rita Montaner o Johnny Weissmuller, se refieren al tórrido hecho, que parece sacado de un filme de suspenso.

“(…) lo misterioso del caso es que la puerta estaba cerrada con el pestillo puesto y tuvo que ser violentada por la policía para poder entrar… ¿Por dónde habría salido el asesino, estando el lugar en un tercer piso?”

Las investigaciones llevan a pensar que ha podido ser uno de dos: Villaverde o Jiménez Rebollar, pero ante la falta de evidencias (no aparecieron huellas, ni tampoco el arma homicida), ambos serán exculpados tras efectuarse el juicio.

No son pocas las teorías que pretenden explicar lo sucedido aquella noche en el apartamento cercano al hotel Astor. La más creíble, si es que así se podría calificar, es la que habla sobre una orgía en la que participaron unos cuantos “peces gordos” de la política y los negocios en Cuba. Algunos dicen que durante aquel evento las cosas se salieron de control y terminaron ocasionando el deceso de Rachel.

Sobre el objeto contundente que fue usado para golpear a la chica, hay cierto consenso en torno a la idea de una botella de champán, aunque nuevamente hay que reconocer la inexistencia de prueba alguna que verifique tal argumento.

Finalmente, el cuerpo sin vida de Rachel fue sepultado en el panteón perteneciente a su “marido” dentro del cementerio de Calabazar. Allí tenía planificado unirse a ella el propio Oscar, cuando le llegara su hora.

El triste cuento del que fue protagonista «la francesita”, quedó inmortalizado en una canción de Armando Valdespí. El tema, compuesto en clave de tango y versionado luego como danzón, dice así:

Era Rachel la francesita más hermosa,

era una rosa del jardín de la ilusión.

Para los hombres fue muñeca caprichosa,

fue mariposa que voló de flor en flor.

En una noche de bebida y de cocó

plegó sus alas la sencilla mariposa,

la linda rosa de París se marchitó…

Rachel, la que era reina de París.

Rachel, la admiración del boulevard.

No late ya tu corazón

y busco olvido en el champagne

bajo la luz del cabaret.

P.D: En 1973, en Cuba se estrenó el filme El extraño caso de Rachel K, basado en este hecho. Fue dirigido por Oscar Valdés, quien también escribió el guion junto a Julio García Espinosa y Sergio Giral. Contó con las actuaciones de Carlos Gilí, Mario Balmaseda, Carlos Moctezuma, entre otros.

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