Canción de Flow y Fuego: Capítulo II (La prehistoria)

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La historia del reguetón y sus subproductos puede ser estudiada desde su naturaleza mística y sagrada, pero también desde las ciencias naturales. En este capítulo abordaré entonces la segunda de estas perspectivas (no así en todos los capítulos), teniendo en cuenta los últimos descubrimientos al respecto y las metodologías validadas en ellos. Para comenzar, necesitamos remitirnos a la Gran Enciclopedia de las Directas en Facebook, un compendio de todo el conocimiento del movimiento enciclopédico repartero, expuesto de manera gratuita para aquellos que quieran saber sobre los inicios del género. Dicho documento refiere a los orígenes del reguetón cubano desde una teoría eminentemente darwinista que, aunque algo vulgarizada, trataré de resumir.

Entre los expertos existe un debate sobre si el primer reguetonero cubano fue un organismo reguetonero en sí o, simplemente, un proto-reguetonero. Según datos revelados mediante complicados procesos de arqueología seudomusical, este espécimen carecía de suficientes cantidades de flow y de maldad como para ser considerado un reguetonero puro. También, dicen, adolecía de violencia en su ritmo y de la pasión por el retumbar estruendoso del bajo. No obstante, los investigadores reconocen que, al menos, en esta especie ya se advertía un rasgo que caracterizaría a sus descendientes: la falta de sentido en sus letras, de ahí que el registro histórico musical del reguetón comience en él.

La Gran Enciclopedia de las Directas en Facebook, el Epistolario con Pistola (del célebre Chocolate MC, sobre quien hablaremos en otros capítulos) y el Fórum Miamense de Blogs sobre Farándula, coinciden en que el primer proto-reguetonero cubano fue un individuo conocido como Candyman.

Aunque algunos amantes de las teorías conspirativas aseguran que se lo debemos a la mala voluntad de alguna especie alienígena, la verdad es que los rasgos reguetoneroides de Candyman parecen haber sido causados por factores naturales fácilmente explicables por la ciencia moderna, como la excesiva radiación ultravioleta en el oriente del país, los continuos golpes en la cabeza provocados por la práctica de artes marciales y mutaciones genéticas provocadas por la cerveza de pipa de los carnavales. También se especula de la influencia sobre el proto-reguetonero cubano de grupos de reguetón de otras zonas del Caribe, donde ya se apreciaba un mal uso del lenguaje, caracterizado por el arrastre de palabras, la omisión de consonantes o la recurrente sustitución de la “r” por la “l”. Este último detalle ha servido a quienes apoyan esta teoría, pues justamente una de las primeras canciones rupestres del género en la isla trataba sobre un chino (acusado en un juicio de algo indeterminado), y ya sabemos cómo el humor popular recoge el habla de dicha nacionalidad.

Otro de los rasgos primitivos apreciados en el sujeto Candyman, y que luego sería desarrollado por sus descendientes musicales en un corto período de evolución, es la constante referencia a temáticas infantiles; cosa que justifica que este período prehistórico sea considerado “la infancia” de la especie. Podemos citar, por ejemplo, canciones rupestres como la del mismo chino, reproducida bajo la peligrosa exposición a los efectos sicodélicos del “arcoiris musical”, o la canción del prú, bebida consumida mayormente por niños, aunque en el tema se habla de la práctica poco común y aparentemente endémica de adquirirla en topless (¿?).

Al ocaso de Candyman siguieron otras tantas variaciones más evolucionadas de la especie, pero ninguna dejó huellas más profundas en la historia que la tribu reguetonera, ya establecida como grupo, Cubanitos 20.02. Para los expertos, Cubanitos 20.02 vinieron a ser el clásico estereotipo del “reguetonero neandertal”, capaz de incorporar a sus herramientas de trabajo una mayor variedad de ritmos con claras influencias, según el rastro dejados por ellos en coros como “ulakalakalá”, de lejanas culturas que bien pudieran ser del África subsahariana o de las islas del Pacífico. A diferencia de Candyman, quien vivía a base de “pru de a peso” (aunque se sabe que producía su propio yogurt), los Cubanitos 20.02 parecían haber desarrollado un rudimentario pero eficiente sistema económico, el cual ostentaron con arrogancia en su célebre coro: “Pide lo que quieras, mi amor”. La arqueología seudomusical recoge vestigios de ilustrativos testimonios anónimos sobre esta especie extinta. Quizás el más curioso de ellos sea este:

“Después escuchar a los animadores de Fantástico, los filosóficos debates entre Bartolito y la lindísima Yovalis y a los locutores del programa juvenil dominical de turno, nada parecía más destructivo que oír a Cubanitos 20.02. Dicen que piensan reunificarse y convertirse en Cubanitos 2020. Espero, por el bien del futuro, que para ese año pase algo que frustre sus planes”.

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