Canción de Flow y Fuego: Capítulo III (Los de afuera)

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Imagen: Cubalite.

Entre el fin de la prehistoria del reguetón cubano y su posterior era de esplendor existe una especie de vacío temporal que pocos se han dedicado a estudiar. Justo cuando se pensaba que llegaría una Edad del Bronce en la historia del género, el reguetón de la isla se vio eclipsado por las influencias de otras culturas que habían desarrollado mejor el noble arte del flow, casi todas provenientes de esa suerte de Shangri La o Camelot del ritmo que resulta «Puelto Ico», como le llamaban estos músicos.

El reguetón boricua fue fundador de subgéneros que van desde la cristiandad arrabalera de Vico C hasta las “tiraderas” que inauguraron Daddy Yanqui (alias, El Cangri) y Don Omar (alias, The King). Sobre este último subgénero se coció un metalenguaje único que intrigaría durante los siguientes años a los filólogos del reparterismo. La tiradera era poesía en su estado puro, metáforas tan ocurrentes y perfectamente hilvanadas que harían avergonzarse al mismísimo Quevedo. Pensemos, por ejemplo, en el siguiente juego de analogías: “Si tú eres el caballo, yo soy el dueño del hipódromo”. Puestos para premiar músicos, que la Academia Sueca no le haya echado un vistazo a estas genialidades sigue resultando, cuando menos, sospechoso.

Para entender mejor a estos personajes y el momento histórico que les tocó vivir, quizás debamos remitirnos a esta cita del Deuteronomio de la Apócrifa Biblia del Reparto:

“Son doce. Se dicen discípulos, pero no especifican de quién. Por donde predican dejan un rastro de perreo que les hace ser temidos hasta por los metaleros más devotos y satánicos. El mundo ha escuchado con tristeza la noticia de su separación luego de la última gira de conciertos que han planificado por los escenarios de tres ciudades: Atlántida, Sodoma y Gomorra.”

Lo anterior demuestra que tanto éxito solo podía provocar que los cubanos intentaran emular a los boricuas en su género. El flow se volvió entonces un rasgo eminentemente isleño que sus detractores describirían como “la maldita circunstancia del reguetón por todas partes”.

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