Canción de Flow y Fuego: Capítulo VII (La reconstrucción o cada uno por su lado)

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Después de la Primera Guerra Civil Repartera ocurrió un proceso de reconstrucción del género y se multiplicaron las fronteras dentro de lo que había sido un reino. Como en la Italia renacentista, el reparto estuvo dividido en ducados, principados y hasta repúblicas, donde mandaban algunos pesos pesados del reguetón. Con la caída del Clan 537, al igual que sucedió con la amurallada Constantinopla, llegó la modernidad.

En este capítulo intentaremos realizar una suerte de mapeo geopolítico del género por aquellos tiempos. No será tarea difícil, pues los documentos al respecto abundan. Basta recordar que por esa época empezaban a destacar, en su labor de registro histórico, esa suerte de monjes escribanos que fueron los vendedores de DVD. Para facilitar futuros estudios, estos entregados personajes preferían el formato de “combos”. Eran los Billboards reparteros de entonces, con títulos como Lo más pegao del 2010 o, para los más preciosistas, Lo más pegao de abril del 2010. Quizás lo único que pueda criticárseles sea la mala calidad de sus imprentas guthembergianas, y la letra pequeña e ilegible con que conformaban la contraportada de papel de oficina de sus imperdibles. Dicho esto, comencemos:

Los Tetrarcas: también conocidos como Los 4, fueron un resultado indirecto de la guerra.  No solo democratizaron su nombre, sino que reformularon su esencia. Aunque se valían de temas propios, iniciaron la tradición de versionar a autores de otros géneros, adaptándolos a un ritmo entre timba y reguetón. Revivieron a dioses de la edad mitológica, como Juan Formell, en la era de la razón y se garantizaron con ello el éxito. Incorporaron, además, a un joven condotiero llamado El Príncipe, en quien se inspiraría Maquiavelo para su popular obra. Sin embargo, El Príncipe terminaría por abandonar aquellas tierras y, después de leer a Pessoa, comenzaría a hacer un uso desmedido de los heterónimos, disfrazándose y hasta presentándose a veces como El Más Tigre o el Taiguer. Por su parte, Los 4 pasaron de versionar temas y hacerlos propios a realizar covers baratos. En su decadencia, se agarraban igual de Rocío Durcal que de Romeo Santos; eso sí, siempre con el aderezo de la risa grotesca de su actual líder.

La democracia, al menos en el universo del reparto, siempre se ha mostrado débil. La historia ha dado sobradas pistas sobre la naturaleza autocrática del reparterismo, que es el sistema organizativo bajo el cual brilla este género. Los Tetrarcas fueron inconsistentes. Vivieron a espaldas del mundo, ensimismados en su propia gloria cuando es sabido que, para sobrevivir, un repartero no puede refugiarse en sus murallas, sino asediar todo el tiempo las ajenas. Ningún epitafio les vendría mejor que aquella célebre frase suya: “si tú no sirves pa’ matar, entonces deja que te maten”.

William: Como Lorenzo de Médici, de quien se creía heredero, William decidió apodarse “El Magnífico”. Su presencia en el escenario político del reguetón fue fugaz, pero lo compensó con la intensidad de su principado. Al igual que la familia florentina, William gozaba de innumerables riquezas, o eso especulaba al presentarse siempre como “el millonario”. Se presume que, en verdad, lo único que contenía en cantidades millonarias eran los metros cúbicos de agua oxigenada que exigía su radiante cabellera. Dicen también que era imposible mirarle a los ojos… pues siempre llevaba gafas oscuras.

El Micha: Después de haber sido parte de la corte del rey Elvis (Dale mambo) y compartir con personajes menores como Pipey, el Micha fundó su propio ducado al estilo veneciano. Era entonces el ducche de las colaboraciones y tratados. Por sus canales pasaban, como él mismo dijera, “lo último que trajo el barco”.

Insurrecto: A diferencia de Baby Lores, quien decidió por un tiempo retirarse hacia las solitarias tierras de la música electrónica para luego desaparecer, Insurrecto dejó atrás los tiempos de guerra y se volvió diplomático oficial del reguetón. Con  Cerro cerrao, logró que el género fuese bien visto por muchos de sus detractores. Fue alabado por su tarea ecuménica, haciéndose embajador de los reparteros en la televisión. Claro, es sabido que en política, cuando alguien acepta el cargo de embajador, es porque ha aceptado también la decisión más o menos impuesta de abandonar el escenario de luchas de poder, es decir, que es apartado.

El Chacal: En el escenario político dividido y multilateral que siguió a la guerra, el Chacal contaba con una ventaja descomunal. No solo era el único vencedor (si es que hubo alguno) de una querella que no le competía en un principio, sino que, fortalecido como estaba, era la única opción viable para reinstaurar la monarquía. Sin embargo, su inseguridad le llevó a pensar que no podría solo. Tanto fue así que su primer gran éxito llegó junto a la Charanga Habanera, reyes de otros territorios no reparteros. Los traumas bélicos provocados por la Primera Guerra Civil Repartera le hicieron buscar compañía, pues no sabía moverse fuera del formato dual. Esta compañía, por supuesto, debía ser débil, no fuese a ser que le hiciera lo que él a Baby Lores. Entonces, un buen día, se apareció con Yakarta (Ver: Yakarta, pa’ que la cintura se te parta, conferencia impartida por el Dr. Álvarez Cambra en el teatro del Hospital Frank País, 29 de febrero del 2011).

La corrupción, el primer gran éxito, causó mucho revuelo en su momento. Varios artículos de diversos campos de las humanidades y las ciencias se han escrito a partir de este, por ejemplo: Cómo envasar la chulería en un pote; Harry Potter era un genio, no un mago; Debates en la RAE para incluir “Cuchucuchucuchún” en el diccionario o el complicadísimo ensayo lingüístico “Cuacuacuacuacuacuacuá”, la nueva onomatopeya de la rana.

Chocolate: Yosvani Arismín Sierra Hernández, vástago bastardo del rey Elvis, antes Chocolate Baracoa y luego Chocolate Nestle, comenzó entonces lo que sería una carrera en constante ascenso. Con El Campismo, el Choco no solo dio muestras de su talento, sino de su vocación de monarca cercano y empático con las costumbres de su pueblo. El Campismo es considerado un hito de la música y también del nuevo periodismo, pues describe la dinámica de los campismos populares centrándose en una historia que, se presume, haya ocurrido en La Laguna; todo eso con el estilo narrativo de los animadores de estos centros.

Chocolate, sin querer, rescataba los fundamentos éticos del reparto fundado por el rey Elvis. El reparto, como creen algunos, no es presumir, sino mantener cierta coherencia entre la vida y la obra del autor. El ahora Chocolate MC fue siempre fiel a estos preceptos, lo cual demuestra en el siguiente fragmento de la producción más actual dedicada a sus enemigos: “ninguno  reúne las condiciones, ninguno vive lo que dice en sus canciones… yo soy el mismísimo reparto”.

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