El estelar balonmanista cubano que fue casi medallista olímpico con Hungría dos veces

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Carlos Reinaldo jugó durante la mayor parte de su carrera con el Veszprém húngaro. Foto tomada de Pinterest.

Para los seguidores del balonmano cubano no es ningún secreto que, durante muchos años, nuestro equipo nacional masculino dominó la disciplina en el área continental. Desde 1979 hasta 1998, se colgó las preseas doradas en los ocho campeonatos panamericanos celebrados durante ese período (su supremacía cayó en la edición del año 2000, con sede en Brasil, donde Argentina derrotó al elenco antillano en la final con marcador de 26-25) y en los Juegos de La Habana 1991, Mar del Plata 1995 y Winnipeg 1999.

En certámenes del orbe, comenzó sus andanzas en 1982 en la República Federal de Alemania, donde finalizó decimotercero, luego de caer en sus presentaciones ante Yugoslavia, Rumanía y Dinamarca. Su mejor actuación llegó en 1999 en El Cairo, Egipto, donde alcanzaron la octava plaza, tras perder ante Suecia en cuartos de final (26-33) y ceder ante los teutones por los puestos del cinco al ocho (22-23). Esa fue, y sigue siendo, la mejor ubicación de un combinado latinoamericano en campeonatos mundiales.

Carlos Reinaldo Pérez (1971), lateral izquierdo y uno de los mejores jugadores de aquella generación dorada de los años noventa, fue una de las piezas fundamentales de la escuadra en ese torneo. No pudo acudir a la cita olímpica de Sidney 2000.

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Comenzó practicando el baloncesto, pero en una ocasión, un entrenador de balonmano necesitó a un jugador para completar la plantilla y apareció Carlos. Pasó por la selección nacional juvenil y pronto llegó a la absoluta, con la que se tituló en los Juegos Panamericanos de La Habana en 1991.

Sus 1,98 m de altura y sus desplazamientos y colocación sobre la cancha, lo convirtieron en un jugador, sobre todo, con excelentes prestaciones ofensivas, lo cual, con el paso del tiempo, despertó el interés de varios clubes europeos. Desde el Viejo Continente comenzaron a voltear su vista hacia nuestro balonmano: las condiciones físicas y el potencial en ataque que ofrecían los cubanos eran armas que, adaptadas sobre un buen manejo táctico, podrían ser decisivas y ejercer como revulsivos en sistemas más ordenados y disciplinados desde los movimientos.

En una oportunidad, el entrenador francés, Daniel Costantini, dijo sobre Pérez: “Cada vez que jugábamos contra Cuba, teníamos que tomarlo estrictamente. No se podía dejar jugar, de lo contrario nos causaba miserias”.

A finales de los 90, se concretó un acuerdo de colaboración entre las autoridades del handball cubano y el húngaro. Varios jugadores irían a continuar su desarrollo en el Veszprém de ese país, uno de los mejores clubes de aquella nación. Los Rolando Urios, Ivo Díaz, Roberto Durañona, Humberto Julién, Julio Fiss, Vladimir Rivero y compañía se frotaban las manos.

Aquel pacto era una rareza que, además, funcionaría para que ojeadores de otros clubes europeos observaran de cerca a los talentosos deportistas antillanos. Pronto comenzarían los problemas para los federativos. Resulta que luego, muchos de aquellos atletas solicitaron la baja de la selección y obtuvieron sus nacionalidades en algunos de los países europeos que los acogieron. Ese y otros motivos provocarían el desenlace del convenio. El equipo Cuba se iba desintegrando poco a poco y los dirigentes de esa disciplina en el país querían ponerle un freno a un fenómeno que, años más tarde, sucedería igualmente en el voleibol. Durañona se convirtió en islandés (Jalieski García, por otra vía, luego seguiría sus pasos); Alberto Chambers-Montalvo en alemán; Julio Fiss y Urios defenderían la camiseta española e Ivo Díaz, Rivero, Julién y Carlos Reinaldo se decidieron por la bandera magiar.

En resumen: el convenio ayudó en la consolidación de la mejor generación de nuestro balonmano (en el Mundial de El Cairo 1999, Rolando integró el All Star como pivot y fue el líder goleador con 57 tantos; Fiss fue cuarto en ese apartado, con 43; Rivero fue el noveno mejor portero en cuanto a porcentaje de paradas, con un 38,9% de efectividad) y, a su vez, a nivel de equipo, le puso fin. También, de alguna manera, liquidó la posibilidad de que Carlos Reinaldo Pérez disputara los Juegos Olímpicos de Sidney con el uniforme de su país natal.

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“Elegí Veszprém porque fueron los primeros en contactarme, pero también porque su propuesta era más interesante”, declaró en una entrevista ofrecida a un portal francés. Se nacionalizó en 1999, lo que le impidió asistir a las Olimpiadas australianas (no clasificaron los húngaros). Los cubanos finalizaron en el undécimo puesto.

Con su nuevo país debutó internacionalmente en 2002 en un choque contra Eslovenia. “Fue emocionalmente difícil. Aun así, estoy muy contento con esta elección, es un honor jugar para mi segunda patria. De todos modos, era imposible jugar para Cuba”, diría años después.

Fue una de las grandes figuras en el Mundial de 2003 en Portugal. Terminó como líder goleador con 64 anotaciones y lo nombraron como el mejor lateral izquierdo. Su selección ancló en la sexta posición, pero en Carlos comenzaron a pensar algunos de los grandes clubes del continente, entre ellos el alemán Magdeburg y el español Barcelona. No obstante, hizo la mayor parte de su carrera profesional con el Veszprém hasta que en 2013, ya con 42 años, se fue a jugar a Qatar.

Se cansó de ganar títulos ligueros con el mejor equipo del actual siglo en su tierra de acogida (13) y Copas de Hungría (12). Fue finalista de la Champions en una oportunidad y semifinalista en dos. Estuvo nominado en tres ocasiones a Mejor Balonmanista del Año en el mundo (1997, 1998 y 2004); fue el mejor de su país en 2003, 2004, 2005 y 2011.

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En Atenas 2004 debutó bajo los cinco aros y fue uno de los mejores jugadores del certamen. Pese a que su escuadra finalizó en cuarto lugar, Carlos fue el tercer hombre que más goles marcó (54), a cuatro del líder, el surcoreano Yoon Kyung-shin; además, conformó el Todos Estrellas como el mejor en su posición.

Su equipo no pudo lograr el boleto a Beijing 2008, pero en Londres 2012 regresó y volvió a la cuarta posición. Gábor Császár y László Nagy fueron los líderes ofensivos de aquel plantel.

Hace unos años dijo que solía venir a su tierra natal en invierno y en navidad. “Me gustaría que se abriera el mercado cubano para invertir en él, en el peor de los casos, tengo un diploma de profesor”.

En la actualidad se desempeña como entrenador en la academia juvenil del Veszprém, luego de haber sido asistente del técnico del primer equipo, David Davis, quien fue despedido en junio.

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