#checkpoint: «Chuchel»: hacer reír mientras juegas

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Chuchel sigue la misma línea de los juegos anteriores de Amanita Design, centrados en la dinámica de point-and-click y sin el más mínimo diálogo. Captura de pantalla del autor.

Amanita Design no necesita presentación. El estudio fundado en 2003, que inició su viaje con el título Samorost (2003) -el cual cuenta con dos secuelas-, y logró alcanzar la fama definitiva con Machinarium (2009), no ha cesado de crear videojuegos que resaltan por un estilo diferente al de otros point-and-click adventure. Ubicado en la República Checa, el estudio tiene características llamativas: su camino comenzó con juegos para navegadores (aunque siempre sacaba una versión para PC), y se ha mantenido en la línea de no utilizar diálogos o textos de ningún tipo (quizás buscando superar la barrera idiomática, gracias a historias que cualquier persona sea capaz de entender).

Chuchel (2018, Amanita Design) sigue la misma línea de sus juegos anteriores, centrados en la dinámica de point-and-click y sin el más mínimo diálogo; todo a través de un lenguaje visual donde los personajes se comunican por gestos, gritos, expresiones y mímicas. En este caso, el título se debe a su personaje principal, Chuchel, un desgarbado garabato negro con sombrero naranja, acompañado de su mascota Kekel, quienes buscan desesperadamente recuperar su cereza para comerla en paz. Un detalle importante es que, en un inicio, el diseño del personaje era negro con sombrero naranja, pero luego fue cambiado a naranja con sombrero negro, debido a su parecido con el estereotipo racista conocido como blackface, práctica utilizada para retratar la caricatura de una persona negra o actuar como una persona negra de forma burlesca.

Una de las mayores rarezas y maravillas de Chuchel es su sentido del gag. Su principal objetivo no es hacernos disfrutar de la aventura, sino hacernos reír y divertir durante el viaje en el que perseguimos la cereza. Hay muchos escenarios y momentos específicos que solo están creados para sacarnos una carcajada, ya sea por la reacción de Chuchel o por el inesperado giro de los acontecimientos.

Tantas situaciones absurdas e impredecibles nos recuerdan un poco a esa época de los dibujos animados anteriores a los sesenta, con Tom y Jerry (1940, Metro-Goldwyn-Mayer), las obras de Chuck Jones, los Looney Tunes (1930, Warner Bros.), entre otros, donde las reacciones exageradas, los golpes gratuitos y las sorpresivas situaciones en que se veían involucrados los protagonistas, se convirtieron en un modelo de creación inagotable. Chuchel es la prueba de que mientras seas creativo dentro de los márgenes de tu universo, el gag siempre va a funcionar. Y los numeritos musicales de cierre de las escenas son otras maravillas. Imposible no sonreír ante tanto bicho lindo bailando.

Si bien Chuchel no referencia directamente a ningún animado, solo la idea detrás del gag, sus referencias a los videojuegos, y al impacto que han tenido en el mundo, son bien claras. En varios momentos, el personaje se ve atrapado en algún clásico como Pac-man (1980, Namco), Tetris (1984, Alexey Pajitnov), Space Invanders (1978, Taito), cambiando las reglas del juego o sencillamente interactuando con estos mundos. En otros casos se apropia del gameplay de obras como Super Mario Bros. (1983, Nintendo), Flappy Bird (2013, Gears) o Angry Birds (2009, Rovio), para regalarnos pequeños minijuegos, donde es muy sencillo sentir el amor a la obra referenciada. Quizás estos homenajes funcionan tan bien por la forma en que se acoplan a este universo, lleno de criaturitas preciosas y una historia que en todo momento gira alrededor de la cereza.

El estilo visual y la animación son las dos características más importantes de Chuchel. Captura de pantalla del autor.

El gameplay de este producto de Amanita Design se mueve casi todo el tiempo alrededor del point-and-click, excepto en los minijuegos. Los puzzles suelen ser sencillos y, si nos complicamos por cinco minutos, nos ofrecen una serie de pistas bastante claras sobre qué debemos hacer. Esta idea de no permitirle al jugador “trabarse”, algo muy habitual en el género, es otra muestra de que su diseñador, Jaromír Plachý, priorizó en todo momento crear una experiencia divertida y nunca frustrante. Todo se limita a interactuar con el entorno y los diferentes “bichitos” en escena, para obtener reacciones graciosas.

El estilo visual y la animación son las dos características más importantes de Chuchel. Los personajes están creados con sencillez, con diferentes estilos, a veces minimalistas, y resaltando sus texturas. Muchos de ellos están diseñados a partir de una característica exagerada que los hace reconocibles, permite vincularlos rápidamente con animales y, a su vez, nos provocan una sonrisa por sus rasgos desmedidos. La animación es muy detallada y fluida, centrada en las expresiones de cada uno para transmitirnos su estado de ánimo o incluso su forma de ver el mundo. Cada reacción de Chuchel, de su mascota Kekel, o de cada personaje del universo es súper divertida, y esto se debe a la animación, orientada hacia la transmisión de emociones. Esta obra no sería tan divertida sin el carisma de sus criaturas, y cada criatura es tan carismática gracias al nivel de detalle.

Chuchel se aleja un poco de otros títulos de Amanita Design que priorizaban la resolución de puzzles, o al menos la convertían en el centro de la experiencia. Era habitual estar una o dos horas sin tener idea de qué hacer en Machinarium o Samorost. Acá eso no ocurre: por momentos no parece que estemos en un juego, sino dentro de una pequeña película de animación, donde nosotros elegimos qué hará su protagonista. Esta noción de dar menos peso al gameplay clásico de solucionar un puzzle y dirigirse más hacia la experiencia cómica, hace que Chuchel sea un juego bien diferente, que se aleja un poco de lo convencional y se fusiona un poco más con un estilo audiovisual. No está inventando nada nuevo, pero sí lo hace de manera exitosa.

Trailer:

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