12 finales inolvidables en el cine cubano

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Primero, lo primero: a continuación, usted leerá una lista con algunos finales (ya lo dice el título; creo que me estoy repitiendo) emblemáticos del cine nacional en las últimas décadas.

Aclaro que es una lista subjetiva y puede Ud coincidir conmigo, pero, me gustaría que, en los comentarios, me dejara cuáles cree que han sido las películas cubanas con mejor cierre. Seguro se nos quedaron muchísimas. Ayúdenos.

Memorias del subdesarrollo (1968, Tomás Gutiérrez Alea)

El final de esta adaptación de la obra de Edmundo Desnoes, resulta posiblemente una ruptura con el patrón de “ganaron los buenos, perdieron los malos” o el “muchacho A se empata con muchacha B después de mil enredos”. Este filme sin antagonistas, cierra con diferentes tomas de la Habana post revolución, dejándonos mil preguntas que hoy la mayoría seguimos intentando responder.

Retrato de Teresa (1979, Pastor Vega)

En tiempos del hombre nuevo, esta obra de Pastor Vega reivindicó el rol de la mujer, poniendo a Daisy Granados en la piel de un ama de casa que quiere romper la dictadura del patriarcado. El diálogo final, con aquel jurásico “Pero los hombres son diferentes», es la prueba definitiva de que Teresa deberá buscar un camino diferente, igual que hizo Nora en la Casa de muñecas de Ibsen.

La muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966)

Sólo el desmadre total podía dar conclusión a una historia graciosa, disparatada y, por desgracia, demasiado cercana a la realidad de los cubanos. Luego de pasar por millones de vicisitudes para recuperar el carnet laboral del tío, nos quedará claro, quizás para toda la vida, que la dictadura de la burocracia es indestructible.

Fresa y chocolate (1993, Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío)

Después de haber cruzado, no sin contratiempos, las enormes barreras que los separan, Diego y David se sientan a conversar cerca del Cristo de La Habana. En medio de la solemnidad de ese último encuentro, antes de que Diego se marche del país, el artista intenta que David se entere de su historia favorita: “te voy a contar cómo me hice maricón”.

Plaff o Demasiado miedo a la vida (1988, Juan Carlos Tabío)

Con un flashback hacia la génesis de los dichosos huevazos contra el frente de la casa, termina esta particular historia, en la cual la protagonista se convierte en víctima de su propia maniobra. Lección perfecta para aquellos que prefieran evadir los problemas jugando “al desmarque”.

Inocencia (2018, Alejandro Gil)

https://youtu.be/wDynq9h0mAo

El “yo nunca lo besé” de una luctuosa Lola cae como un mazazo en los oídos de Fermín Valdés Domínguez, detective histórico de ocasión que acaba de cerrar posiblemente el capítulo más oscuro y difícil de su vida. Hay heridas que no cierran nunca.

Conducta (2014, Ernesto Daranas)

https://youtu.be/HLhlYtsRzEU

Adaptados a los finales blancos o negros, esta pieza de Ernesto Daranas nos deja con una clausura incómoda. Chala, el hijo de las calles habaneras, se marcha mientras el equilibrio de su vida se mantiene: su madre, prostituta; su padre, peleador de perros, y él, futura “matrícula” del Combinado del Este. A veces los ciclos no se pueden romper.

Juan de los Muertos (2011, Alejandro Brugués)

Luego de eliminar montones de zombies en la capital de todos los cubanos, Juan y sus amigos sobrevivientes se preparan para saltar al mar en busca de la ¿tranquilidad? que significa escapar de los “comecerebros”. Pero a última hora, en un arranque patriota-suicida, el personaje interpretado por Alexis Díaz de Villegas se niega a partir. Final al estilo Silvio Rodríguez: “yo me muero como viví”.

Los dioses rotos (2008, Ernesto Daranas)

Alberto muere asesinado por Rosendo, mientras Sandra sufre la ausencia de su amor. A la vez, Laura, la profesora universitaria que quiso destapar una parte de la realidad demasiado sórdida para sus estándares, mira la ciudad desde su balcón y piensa en la consecuencia de sus actos. Al final, si algo queda claro, es que en algún rincón aparecerá un nuevo Yarini, con un destino igual de trágico.

Kangamba (2008, Rogelio París)

Definitivamente Kangamba no es un filme que pueda compararse con el resto de los que integran esta lista, pero su última escena nos desorientó tanto que tuvimos que incluirla. Luego de sobrevivir al asedio de las tropas sudafricanas, un disparo sin rostro mata al protagonista, interpretado por Felito Lahera. Además de expresar la crudeza de la guerra en toda su dimensión, esta escena hace homenaje al cine soviético, caracterizado por aquellos “koniec” inesperados (a veces demasiado).

Se permuta (1883, Juan Carlos Tabío)

Tras cambiar de domicilio más veces de lo que recomendaría cualquier psiquiatra, Isabel Santos se cansa de tener la vida arreglada por su madre (Rosa Fornés), y decide irse a la Isla de la Juventud con Mario Balmaseda. Allá se les abrirá (casi literalmente) una puerta a su nueva vida, aunque detrás de ella no haya más que esperanza.

El hombre de Maisinicú (1973, Manuel Pérez)

Cuando la tropa de bandidos descubre que Alberto Delgado Delgado es una agente de la Seguridad del Estado, se deciden a tomar venganza de aquel “traidor”. El momento en que Reynaldo Miravalles insta a sus compañeros a que “pinchen” al administrador de la finca Maisinicú, es uno de los más fuertes de nuestra cinematografía, sobre todo porque se trata de un hecho real, sucedido a inicios de los años 60.

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