Clavelito, el «mago» de la radio cubana que resolvía problemas con agua y la fuerza del pensamiento

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Miguel Alfonso Pozo, más conocido como Clavelito. Foto tomada de Cubadebate.

Pon tu pensamiento en mí. Verás que en ese momento mi fuerza de pensamiento ejerce el bien sobre ti.

Así comenzaba el programa diario, cuyo nombre coincidía con el de la primera frase de esta “consulta espiritual”. En aquel tiempo, a inicios de los 50 del pasado siglo, ese espectáculo radial se convirtió en uno de los más exitosos de Cuba, gracias a la enorme conexión que logró establecer con el público.

Del otro lado de la bocina, miles de personas esperaban que la poderosa energía positiva transmitida por el conductor del show les diera el empujón necesario para mejorar sus vidas. La gente enviaba cartas de todas partes del país, ya fuera para pedir suerte en el amor, conseguir un mejor trabajo u obtener la cura para la enfermedad que aquejaba a algún familiar o amigo.

Mientras, en el estudio de Unión Radio Televisión, Miguel Alfonso Pozo, portador del popularísimo alias de Clavelito, orientaba a sus oyentes que colocaran un vaso con agua sobre el aparato electrónico. Supuestamente, a través de ese simple utensilio, el “mago” lograba transmitir su mensaje de buena fortuna para todos los que le escuchaban.

Lo curioso es que miles de personas, entre inocentes e ignorantes, se asombraban al notar cómo el envase de cristal comenzaba a calentarse rápidamente. Lo que no percibían era que aquel aumento en la temperatura tenía relación con el calor que desprendían los enormes bombillos en el interior del radio y no con algún tipo de acontecimiento sobrenatural. Pese a ello, Clavelito era el fenómeno de moda en un tiempo en que la naciente televisión era un lujo que la mayoría no podía permitirse.

Pero, ¿quién era aquel hombre que sugestionaba a tantos con su voz, al punto de condicionar las rutinas hogareñas y laborales de tantos, deseosos de escuchar su prédica de cada jornada?

Según reflejan varias fuentes, Pozo había nacido el 29 de septiembre de 1908 en el poblado, hoy villaclareño, de Ranchuelo. En sus primeros años se dedicó fundamentalmente al pregón y la venta ambulante, trabajos que tuvo que asumir debido a la dura situación económica que se vivía en el interior del archipiélago.

Sin embargo, por el camino, su potente voz de anunciante llegaría a convertirlo en una figura importante de la emisora local CMHI, radicada en la capital villareña. Allí se juntó con Moranito y ambos armaron un dúo que trabajaría durante un buen tiempo, antes de que el rebautizado como Clavelito se marchara a RHC Cadena Azul para, entre otras cosas, convertirse en el poeta que escribiría las décimas que recitaría Pepe Cortés, conocido como El Bandolero Romántico.

Poco llevaba en RHC, cuando a la altura de 1939 “fichó” por el Circuito CMQ, uno de los más poderosos del panorama mediático nacional. Allí estuvo en programas como Controversias Colgate, Rincón Criollo, Por los campos de Cuba y comenzó sus andanzas con el Horóscopo de Clavelito, el cual lo lanzó definitivamente a la fama que lo rodearía durante muchos años.

Tras más de una década al servicio del gran emporio radiotelevisivo de Goar Mestre, ocurrió un hecho que empañó la reputación del bueno de Miguel. El señor Mestre, al enterarse que dentro de las cartas que recibía su empleado venía dinero enviado por sus seguidores, lo despidió de inmediato y dejó a todos a la expectativa de qué pasaría con Clavelito.

Afortunadamente para él, en el ’51 fue “repescado” por Ángel Cambó, dueño de Unión Radio Televisión, quien no quiso desaprovechar el filón que representaba tener de su lado al estelar anfitrión radial. Al llegar, Cambó le ofreció a Pozo no solo un nuevo programa, sino total libertad creativa. Por ahí surgió el truco del vaso con agua y Pon tu pensamiento en mí se convirtió en el espacio más aclamado de la Mayor de las Antillas.

La rivalidad que convirtió a la televisión cubana en la mejor de América Latina

En esta propuesta, el conductor orientaba a sus seguidores que se concentraran al máximo a través del mantra que iniciaba cada show. Luego, mediante una décima, exponía los “casos” del día y la solución que él consideraba más adecuada para resolver cada entuerto.

Por aquel tiempo, los más bromistas, siempre empeñados en sacarle “lascas” a cualquier cosa, compusieron sus propias versiones de la poesía “claveliana”, entre las que se encontraban las siguientes parodias:

Pon tu pensamiento en mí y sobre el radio un serrucho, que si los tarros son muchos, te los corto desde aquí.

Pon tu pensamiento en mí y los huevos sobre el radio, y entonces verás, Macario, como te crece el pipí.

Con tal de obtener más beneficios de aquel boom protagonizado por Clavelito y su falaz estratagema, que solo conseguía engañar y convocar a los menos “listos”, los magnates de la emisora decidieron transmitir el programa por partes a lo largo del día, lo cual obligaba a los radioyentes a mantenerse a la escucha todo el tiempo, con tal de conocer el desenlace de las respectivos historias.

Aquella “brillante” idea fue la gota que colmó el vaso y varios organismos como la Asociación de Anunciantes de Cuba, el Bloque Cubano de Prensa y la Comisión de Ética Radial denunciaron esta práctica y terminaron por hacer que nunca más Clavelito y sus artimañas “cazabobos” volvieran a tener la preponderancia de antes.

Miguel Alfonso Pozo sí se quedó algunos años más en Unión Radio. Paralelamente a su labor detrás del micrófono, se desempeñó en los campos de la medicina natural, la perfumería, la psiquiatría, la política —se postuló a la Cámara de Representantes por el Partido Auténtico— y hasta compuso algunas canciones como La GuayaberaEl Rinconcito y Chupando caña. Su muerte sucedió el 21 de julio de 1975, a la edad de 67 años.

Aquí les dejamos un poema que dedicara Nicolás Guillén a Clavelito y su «agua mágica»:

Mi querido Clavelito,

me perdonarás seguro

que te ponga en un apuro,

mas tu opinión necesito.

Si tu poder es bendito,

(como asegura la gente)

dime, amigo, urgente,

dónde pudiera encontrar

el modo de trabajar

sin llegar a delincuente.

El agua magnetizada

que usé según tu consejo

debo confesarte, viejo,

que no me sirvió de nada.

En la cocina apagada

ni un mal caldo hierve ahora,

y yo igual que mi señora

te juramos que hace un mes

¡ay!, no sabemos lo que es

tomar comida a su hora.

Yo soy tu hermano y tu amigo

y por serlo en realidad

es que con toda lealtad

te digo lo que te digo.

Con paso seguro sigo

el camino de Martí,

incorpórate que aquí

Cuba luchando te vea…

Por una vez, aunque sea

¡Pon tu pensamiento en ti!

 

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