Cuando la diva mexicana María Félix pidió un cubano de regalo y lo salvó de la muerte

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María Félix junto a Carlos Prío. Foto tomada de la página en Facebook de la Fundación María Félix.

Entre las décadas del 40 y 50 del siglo pasado, la mexicana María Félix era una de las estrellas más grandes del mundo latino. A esas alturas ya había protagonizado en su país filmes antológicos como Doña Bárbara (1943), La mujer sin alma (1944), Vértigo (1946) y La devoradora (1946). Además, había debutado en el cine extranjero con las cintas españolas Mare Nostrum (1948) y Una mujer cualquiera (1949), lo cual significó el comienzo de su conversión en una figura mucho más internacional.

Justo en aquel punto de fama y éxito, la actriz conocida como María Bonita por aquella canción que le dedicara su esposo, Agustín Lara, fue invitada a Cuba por el presidente Carlos Prío Socarrás.

La diva del país de los aztecas arribó a La Habana un 26 de octubre -el periodista e historiador Ciro Bianchi dice que fue en 1950, mientras que otros aseguran que tuvo lugar un año antes.

Durante su llegada al aeropuerto de Rancho Boyeros, la Félix fue recibida sobre la pista por una multitud excesivamente eufórica que, según aseguran algunos testigos de la época, causó la indignación de la huésped.

El cronista Ramón Vasconcelos publicó en ese entonces: “se cuentan cosas que nos ridiculizan y deprimen. Con el pretexto de conservar souvenirs suyos, hubo quienes le tiraron del cabello, quienes intentaron arrancarle pedazos del traje, llevarse un adorno a viva fuerza; y lo que es más bochornoso, hacerla objeto de exploraciones groseras…”.

Sin embargo, de aquel primer viaje de la legendaria actriz a nuestro terruño, hay otra historia realmente entrañable que dejó claro que detrás de la gran intérprete había una persona igual de extraordinaria.

El relato de marras, según su hijo, Enrique Álvarez, comenzó antes de que María arribara a la capital cubana. Él contó en una oportunidad que previo a su viaje, su madre encontró una curiosa carta entre su correspondencia, en la cual un convicto cubano, sentenciado a morir por aniquilar al hombre que hirió a su madre y abusó sexualmente de su hermana, le pedía que intercediera en su favor para salvar su vida.

No obstante, en la página de Facebook de la Fundación María Félix se relata el hecho de otra forma y se sitúa el origen de la anécdota en suelo cubano:

“A su suite (en el Hotel Nacional) llegaban muchas cartas de admiradores. Mientras se preparaba para asistir a una cena de honor en el Palacio Presidencial, seleccionó una carta al azar y del sobre cayó al suelo una medalla de la Virgen de la Caridad del Cobre, lo cual motivó su interés en leer la misiva. No se trataba de un simple admirador, sino de un hombre que estaba preso y condenado a muerte por haber matado al violador de su hermana. El recluso le solicitaba interceder ante el presidente para que le perdonara la vida”.

En el mensaje, el reo habría escrito: “yo sé que va a pasar por Cuba, hágame el favor de abogar por mí, porque lo que yo hice fue en defensa propia por salvar a mi madre y salvar a mi hermana ¡Ayúdeme, haga algo por mí!”.

De cualquier manera, aquel pedido conmovió a la Félix, quien, durante la recepción aprovechó para hablar directamente con Prío y tratar el asunto. Así lo relata la página de la fundación:

“–Dígame, qué desea: ¿una casa, un coche, una joya?

–…Nada de eso, señor presidente –rehusó la diva–; quiero que me regale un hombre.

–¿Un hombre?

–Sí, un condenado a muerte– y María le pidió el indulto para el reo.

Inmediatamente, el mandatario llamó a un coronel de su guardia, le entregó la carta que la actriz le había mostrado y le ordenó que se anulara la sentencia de muerte y el preso de la medalla salió libre”.

A pesar de este gesto, la propia Félix reconoció posteriormente que le hubiera gustado usar más su influencia para tender la mano a personas necesitadas como aquel señor, da igual del país que fueran.

“Tal vez desaproveché mi fama. Hubiera querido ayudar un poco más a mi país, hubiera querido ayudar más a todos esos indígenas que están en el hoyo más profundo, con la amenaza de extinguirse por falta de ayuda. Hubiera querido hacer más cosas por los demás, pero la vida se me fue muy rápido. Ni siquiera la vi pasar…”.

Además de este suceso del que se habla poco, aquel periplo de La Doña por la capital antillana fue bastante movido. Si bien ella intentó mantenerse alejada de los focos y tomarse un descanso del trabajo, eso le fue imposible.

Fue agasajada con disímiles distinciones, incluida la Llave de la Ciudad, visitó el cabaret Tropicana y eventualmente recibió a los periodistas que ansiaban entrevistarla, aunque los hizo esperar más de una hora.

De acuerdo a la crónica de Bianchi, en aquella rueda de preguntas, durante la cual se mostró especialmente fría, confesó su debilidad por el azul y el equipo Almendares, así como por su mascota, el alacrán. Igualmente, hizo quedar mal a los paparazzis, quienes alabaron su vestido “mexicano”, y les rectificó diciendo: “no (…) es un bello vestido cubano”.

María de los Ángeles Félix Güereña (1944-2002) estuvo otras dos veces en Cuba a lo largo de su vida, pero nunca su presencia volvió a tener un impacto tan notable en el suelo de la mayor de las Antillas.

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