Duquesa cubana de Luxemburgo pierde parte de su poder en medio de un escándalo

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María Teresa Mestre. Foto: Wikipedia.

La actual gran duquesa consorte de Luxemburgo nació en Marianao. Vino al mundo en el año 1956 y, tres años más tarde, su familia se fue de Cuba. Su formación la obtuvo en escuelas en Nueva York y Suiza. En la Universidad de Ginebra, donde se licenció en Ciencias Políticas, conoció a Henri Albert Gabriel Félix Marie Guillaume, entonces Gran Duque Heredero de Luxemburgo.

Desde que forma parte de esta familia ducal –una de las más herméticas en cuanto a su vida privada– ha habido algunos cuestionamientos. Su naturaleza “plebeya”, unos supuestos deseos de abandono y fuga a su país natal, el rechazo de Josefina Carlota, su suegra, y las infidelidades del Gran Duque, han sido solo algunas de las polémicas que han envuelto a la “criolla”.

Sin embargo, todo eso forma parte del pasado. Recientemente, con la publicación del informe Waringo, encomendado por el gobierno al exdirector de la Inspección General de Finanzas, Jeannot Waringo, la cubana y su rol dentro de la Corte vuelve a estar en el punto de mira.

Varias denuncias por parte de los trabajadores que rodean a la familia real, alegando presunto maltrato, han motivado la investigación. Tras seis meses de entrevistas a empleados, las 44 páginas del documento han reflejado los resultados. “Miedo y ansiedad”, son algunas de las palabras que usó el personal de Palacio, cuyo testimonio reflejó El País.

La primera de las denuncias públicas la realizó el periodista Pol Schock en la radio de Luxemburgo RTL, quien dijo tener constancias y evidencias, incluso, hasta de maltrato físico.

Como las acusaciones han sido tan graves, y las pruebas, irrefutables, las autoridades judiciales han actuado de inmediato.

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Aunque la sospecha sobre lo tóxico de las relaciones hacia el interior de la monarquía salpica a todos, la gran duquesa tiene todas las papeletas para ser la promotora. Ha trascendido su mano dura y su temperamento difícil. Entre 2015 y 2019, decidió, arbitrariamente, el despido de decenas de empleados.

Ante esta situación, se aplicó una serie de decisiones “con el fin de modernizar la monarquía”, según reseñan en la revista Vanity Fair, pero que afectará, principalmente, el poder y las responsabilidades que, hasta el momento, asumía María Teresa de Luxemburgo.

En el nuevo organigrama, con los cargos y deberes que cada miembro tendrá dentro de la corte, no hay sitio para la Gran Duquesa. La alejan de las gestiones de recursos humanos que incumben directamente al personal, como su contratación y despido; mientras, sugieren que continúe con la labor que desarrolla al frente de organizaciones como la Cruz Roja, fundaciones contra el cáncer, la defensa de los derechos de las niñas y las mujeres y como embajadora de buena voluntad.

Esto no le será ajeno, pues desde hace años lleva a cabo diferentes labores humanitarias y se ha involucrado en la defensa de los más desfavorecidos y los desposeídos. Además de su rol como embajadora de la UNESCO, que ha mantenido desde 1997, ayuda a fundaciones que atienden a enfermos de Alzheimer, de Sida –ha sido nombrada presidenta de honor de la fundación Investigación sobre el Sida. En cuanto a los inmigrantes, fuerza productiva esencial en Luxemburgo –alrededor del 50%–, fomenta los centros de apoyo encaminados al respeto de sus derechos.

Sin embargo, al parecer, todo este pasado “benéfico” no la exime de sus responsabilidades y su mano dura.

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