«No pue2 bibir cin ti»: Una dūråkå historia de amor

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Imagen: Cubalite.

Todo comenzó con un “Me gusta” o, como a ella le gustaba llamarlo (porque sonaba menos cheo), un “Like”. Bebeshita había publicado una foto suya en plan boca-chula-más-contorsión-momentánea-y-mirada-perdida, acompañada de los hashtags: #Akitocasual #Pensandoennada. Luego, la había compartido en el grupo de su team: “To Tixa To Casual To Gucci To Esclusivo”, y se había sentado móvil en mano a esperar a que llegaran las reacciones.

Pasó una hora y nada. Pensó que tenía que ser culpa de la conexión de Etecsa que, según su mamá, era igual a Sigfredo, el marido de turno: siempre se caía en el momento que uno más lo necesitaba. De pronto, una mano azul en señal de aprobación saltó delante de sus ojos y el día mejoró. “Un día sin likes es un día perdido”, dijo repitiendo su frase motivacional favorita, sacada hacía dos semanas de una de las glamurosas revistas del Paquete.

Sin perder tiempo, fue directamente a ver quién era la persona que se había dado por enterada de su súper fantástico post. “Un Calixto García To Mambí To Machetero”, pudo leer en su perfil y, a continuación, decidió hacer un poco de stalkeo para “examinar” a ese chico que parecía tan original y creativo. Quedó extasiada de inmediato con sus fotos, en las que aparecía escondiendo su rostro tan cuqui detrás de unas gafitas triangulares súper guays y esa mano tan “malumeña”, siempre apoyada en su barbilla. Se fijó luego en su outfit y notó cómo empezaba a gustarle más.

Aquel muchacho tenía un gusto buenísimo para escoger nasobucos de los modelos más voláos: con boca de tigre, con dientes de vampiro, hasta uno… sin nada, pero de un color rosado chillón que la volvió loca. Para rematar, sus medias de estrellas y bolas le conquistaron con su toque “underground”, sobre todo porque estaban combinadas a veces con esos Fila blancos de moda, y otras con unos Balenciaga a los que no les cabía un color más encima.

“Creo que me estoy enamorando”, pensó Bebeshita, mientras esquivaba una gotera que caía sobre el incómodo sofá de casa de su abuela, que también era donde vivía su tía (más tres hijos), su mamá con el padrastro, y par de tíos más (con sus respectivas mujeres y otros dos chamas). Acto seguido, decidió empezar su plan conquistador y mandó una solicitud de amistad. También empezó a seguir a su “Romeo” en cuanta red social conocía, o sea, Instagram. Después se enganchó los audífonos, para “desconectar” un rato con algo de Anuel, Ozuna y “Backboni”. Ahora tocaba esperar.

Antes de la medianoche, una bolita roja le indicó que alguien había aceptado su pedido. Como ella enviaba tantos, no se le ocurrió pensar que fuera su pretendido quien respondía. Pero resultó que sí lo era. Lo siguiente que hizo fue despetroncarse pa’l chat, y enviarle un natural “Holis” a su nuevo amigo. Primero salió el “visto”, mientras tres puntos saltarines indicaron que del otro lado se estaba fabricando una réplica. Tras dos minutos que parecieron horas, en la pantalla de su Blu apareció una línea que la desarmó: “Hola bellosura”. De momento sintió un cosquilleo raro en los pies que le puso en órbita. Sin embargo, el viaje interestelar duró hasta que identificó a la lengua de Lucky, el “satirri” asignado al núcleo familiar, como la causa de su particular sensación.

En las tres horas que vinieron después se enteró de que “Calixto…” se llamaba realmente Lázaro Yoryankis y era de Holguín. Igualmente supo que estudiaba un técnico medio en Refrigeración y que le encantaba pintarse el pelo del color que fuera, con tal de no parecerse a ninguno de los otros socios de su piquete, los “To Durakos Muy Fuerte Pa Ti Papi”, quienes coincidentemente también eran “fanes” a “darse un tinte” a cada rato, con tal de no parecerse a él.

Estuvieron “hablando” hasta que la batería de su teléfono “cantó el bajanda”. A esa hora, la muchacha se fue a dormir, aunque no consiguió pegar ojo. Al otro día se notó en los tres primeros turnos de la mañana, a los que asistió en modo “Dewalkindé”. “Menos mal que por la tarde nada más que tenemos una clase”, pensó. Eso significaba que podía fugarse de la escuela para continuar su romance.

Después de aquel inicio tormentoso, vinieron dos meses de melosa y ortográficamente cuestionable relación, certificada por los románticos emojis que se enviaban mutuamente, acompañados de frases del tipo: “te estrano”, “felis cumplemes Bb” y “no pue2 bibir cin ti” y “heres lo megol que me a pasa2 en la bida”.

Todo iba viento en popa y la distancia no era impedimento. “Ke impolta ke estes lejos, si la distansia ni el destino puede separal nuestro amor #tuyyobebesita #forever”, fue una de las frase’ que uso Lázaro Yoryankis para decirle al mundo, mejor dicho, al muro de Facebook, la fortaleza y solidez de sus sentimientos. Así, de paso, se ganaban unos “Me encanta” de sus colegas “posteadores”.

Después decidieron dar el siguiente paso. Estaban cerca las vacaciones y él vendría para casa de un tío a pasarse una semana. Sería el momento perfecto para concretar la cosa, y qué mejor lugar para hacerlo que la calle G. Pasaron los días, y entre pruebas suspensas de uno y otro lado, terminó el curso. Aquello no los detendría. Total, un extraordinario más o menos no define nada, si luego vas a conocer al “amol” de tu “bida”.

Quedaron en verse a las diez de la noche (antes era muy cheo) después de cruzar Línea, que era el sitio donde solía aglomerarse la mayor masa “duraka” de La Habana. Sobre las once y cuarto, hora a la que ella decidió aterrizar, llegó al lugar y empezó a buscarlo entre la multitud. Era difícil a simple vista, porque casi todos los “chachos” tenían una pinta demasiado parecida a la de su “Calixtico…”. Después de buscar entre dos millones de “disfraces”, por fin lo distinguió. Se acercó poco a poco y cuando chocaron sus miradas hubo una explosión… literalmente. Unos jodedores se habían puesto a poner bombitas con cabezas de fósforos, y en el mismo instante en que ellos se encontraron, una de ellas estalló.

Pasado el susto, continuaron su trayectoria de colisión. Ambos supieron lo que tenían que hacer: era la hora del selfie. Se enfundaron sus mejores expresiones de “dame-un-Like-por-favor-que-si-no-mi-vida-no-tiene-sentido”, y tiraron la foto. Después de ponerle 23 hashtags diferentes, incluidos los originalísimos #siemprebebeshitanuncainbebeshita #muyfuertepaustedes #mueransedeenvidia #sinsaldoycasisinmegas, le dieron al botón de “Publicar”. Y luego, ambos hicieron lo mejor que sabían: se sentaron a esperar una reacción.

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