Ejercicio casero: Día 29

2 min


0
Foto tomada de Freepik.

La dicha de los fecundos martiriza a los eunucos vertiendo en su corazón gotas de hiel que los amargan por toda la existencia; este dolor es la gloria involuntaria de los otros, la sanción más indestructible de su talento en la acción o el pensar.

***

A veces la Schadenfreude me pone de buen humor. No es lo común en mí, pero hay días de sosiego en que no tengo deseos de despingar a nadie, y si coincide ese estado inerme con un momento de llenura, pues solo imagino a los zoilos pasándome la lengua por la planta de los pies, o abanicándome con aspas de palmeras mientras como uvas y me rasco las pelotas. De paso, me gusta recibir odio en cajitas de regalo y muñecos de peluche que escupan arsénico. Es divertido imaginar a los biliosos dar saltitos cuando logran anudar un lazo rosado. Y como imaginar y todo eso me cuesta tan poco, también me los figuro, a mis más fieles amantes, como gnomos trabajadores de punta en carbón, con su palita al hombro, de un costado a otro de su encierro mental, cavando en su propia impotencia. A ratos me mandan un diamante que siempre recojo de frente. Si me giro, me matan como siempre mataron los senadores.

Granadas de silencio, dardos de perfidia, una flecha de tres sílabas untada con veneno… Nada de eso me importa. Para andar por casa llevo un chaleco Kevlar y espinilleras de titanio. Es verdad que a veces me pone triste tirar los dados solo, pero ni modo, no soy el primer hombre al que le han sonreído con el cuchillo en los dientes y ha rechazado la pelea.

Esta verdad aparece coloreada en un fresco de Signorelli, en un brochazo de Giotto, en el primer crimen del mundo: hay quien escupe culebras, quien se muerde las manos. Por el placer que les produce ver caer a los otros, a los condenados como Salieri, y a muchos más, les taparon los ojos y le cosieron los párpados. Así se castiga el deleite bajuno.

Pero yo sigo alisando las tardes desde mi ladrillo. Y si me enfrento a los infames, les pinto las caras de verde y les digo: continúa. En el asueto de estos días de encierro pienso en estas cosas y voy de una cama a la otra sin calzoncillos. También pienso en los utensilios plásticos de los diletantes y en el sexo de las enciclopedias; en los caramelitos blandos de los romanticones. Y en el vicio de googlearse a sí mismos; en la lectura y relectura de sus peripecias cotidianas; en mensajes afilados y sus globos con caritas llenos de helio que suben y suben hasta que se les cae la risa porque otro globo con la carita más feliz o sonrojada o triste a medias, subió más lejos y rompió el cielo. En el suelo siempre habrá quien recoja los pedazos.

Al final, la verdad de todo esto es que estoy aburrido, y cuando me aburro pienso demasiado. Y si estoy lleno de pensar y saciado de hambre, pues no me animo a despingar a nadie y me quedo en lo que soy: un buen tipo. Hago todo lo que se supone que un buen tipo debe hacer: contar chistes para que otros rían, compartir ideas edificantes y frases dulces, besarle las nalgas a los demás para que se pongan contentos con ellos mismos y de paso contentos conmigo y así ganarme el privilegio de que todos digan que soy un buen tipo porque soy como se supone que debe ser un buen tipo para ellos. Yo aplaudo, y sigo pensando en los niños enfermos de Procusto, en el síndrome bárbaro que los machaca…

No habrá paz en ellos.

PD: Si quieres leer las entradas anteriores, puedes hacerlo aquí.

Anuncios
Anuncios
Anuncios

0 Comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× ¡¡¡Contáctanos!!!