El cantante de origen cubano que es una leyenda en Alemania

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Roberto Blanco. Foto tomada de Tagesspiegel.

En el panorama cultural de Alemania hay varios nombres conocidos por su calidad artística, su larga carrera y sobre todo por haber ganado el cariño de la audiencia. Entre ellos, hay un señor de ascendencia cubana, quien ostenta el estatus de leyenda del espectáculo en esa nación europea.

Recién cumplidos los 85 años este martes 7 de junio, el cantante, actor y presentador no ha dudado en reconocer su enorme popularidad dentro del público germano, tras más de sesenta años de obra ininterrumpida que lo convirtieron, entre otras cosas, en un icono del schlager1, estilo musical muy arraigado en ese país.

“El caso es que el 99 por ciento de los alemanes conocen a Roberto Blanco. Eso lo dice todo, ¿no? ¡Tuve un programa que fue increíblemente popular y todavía estoy allí!”, expresó en una reciente entrevista a un diario de la región de Augsburgo.

El nombre completo de este singular personaje es Roberto Zerquera Blanco. Al hijo de los cubanos Alfonso, bailarín de variedades, y Mercedes, cantante, el arte es algo que le ha acompañado incluso hasta estos días, donde defiende uno de los papeles principales en la comedia Monsieur Claude et ses filles – partie 2, que se presenta en el Schlosspark-Theater berlinés.

Roberto, quien perdió a su madre cuando solo tenía dos años, nació en Túnez debido a que sus padres se encontraban allí de gira, pero se crio fundamentalmente entre Beirut y Madrid. Quizá fuera esa costumbre de pasársela viajando junto a diferentes artistas de un sitio para otro, la que lo llevó a aprender hasta siete idiomas y también dejar la escuela de medicina tras un par de semestres. Al final resultó que para él la música era más fuerte que cualquier otra atadura.

Tuvo la suerte de que, mientras crecía en la escena, la gran Josephine Baker lo acogió como madrina. Desde que lo descubrió, la diva afroamericana se sintió muy cerca de él y decidió ejercer como su mentora. «No le tienes miedo al público, pero falta algo: siempre tienes que reír, tienes que ser un ganador en el escenario, de lo contrario la gente pensará que tienes miedo», le sugirió la famosa diva a aquel joven.

Su otro baluarte fue el padre, un hombre del que aprendió el gusto por la actuación en un sentido muy amplio. Cuando decidió lanzarse a la aventura del mundo artístico, este fue su principal crítico y lo alertó de mucho de lo que podría encontrar, incluido el fracaso. Sin embargo, al ver el desenvolvimiento de su hijo, fue también el primero en reconocer sus virtudes.

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Increíblemente, el debut de Roberto no sucedió delante de un micrófono, sino ante las cámaras de cine. Todo comenzó a finales de 1956, cuando viajó hacia Alemania para visitar a Alfonso y en el vuelo coincidió con el realizador Alfred Weidemann, quien, al verlo hablar con fluidez en varios idiomas con las azafatas, le preguntó si le gustaría actuar en una película producida en ese país. Antes de aterrizar llegaron a un acuerdo que dejaron escrito en una servilleta.

Tiempo después el pacto se concretó cuando Blanco se convirtió en Mathias, un recluta bailarín que apareció como actor de reparto en el filme bélico Der Stern von Afrika (La estrella de África), estrenado al año siguiente, poco antes de que se coronara, por delante de 1800 rivales, en el concurso de talentos Gib dem Nachwuchs eine Chance (Dale una oportunidad a la nueva generación).

Pese a lo anterior, sus comienzos en la música no fueron nada sencillos: tuvo varios trabajos y durante una década no llegó a vender más de 15 mil álbumes hasta que conoció a Jack White, productor, compositor y futbolista, quien lo ayudó a explotar su talento.

Luego de más de seis décadas sobre los escenarios, ha dejado temas icónicos en el imaginario popular alemán como Ich komm’ zurück nach Amarillo (Voy a volver a Amarillo), Der Puppenspieler von Mexiko (El titiritero de México), ¡Samba Si!, Arbeit No! (¡Samba Sí! ¡Trabajo No!) y Heute so, Morgen so (Hoy así, mañana ‘asao’), interpretación gracias a la cual se llevó el premio en el Festival del Schlager en 1969.

Sobre ese certamen se cuenta que Blanco no se vio con posibilidades de ganar y le dijo a White que sería su chofer durante tres días si conseguía el galardón. Después estuvo durante tres jornadas conduciendo junto al productor por las calles de Wiesbaden.

Una de sus canciones más famosas es Ein bisschen Spaß muss sein (Un poco de diversión tiene que haber). Cuando fue interrogado para ver si conocía la cantidad de veces que la había interpretado, no dudó en contestar, entre risas: “si hubiera recibido un euro por cada vez que la canté, ahora tendría los mejores autos, dos aviones, tres yates y 17 villas en todo el mundo”.

Con respecto a la mayor de las Antillas, la patria de sus antepasados, ha tenido un vínculo bastante constante desde 1986, cuando la visitó por primera vez y poco tiempo después se convirtió en artista invitado del célebre cabaret Tropicana. A pesar de ello, él defiende su identidad como ciudadano alemán, condición que ostenta desde 1971. Explicó que viaja a Cuba con bastante asiduidad para ver a su familia, pero se definió como «un europeo con sangre cubana”.

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Blanco, quien fue figura central en la época dorada del espectáculo en Alemania y presentó con gran éxito programas de televisión como Noten für zwei (Notas para dos) y Roberto Blanco Show (con este logró un impresionante rating del 49% en 1976), siente que el ambiente de la farándula en su país empezó a decaer en los años 90 del siglo pasado.

“Era una época diferente. Piense en cuántas estaciones de televisión había en ese entonces. En casa, la familia se sentaba completamente alrededor de la mesa y veía la televisión. Era la época de los grandes animadores. Ya sea Hans-Joachim Kulenkampff o Vico Torriani o Hans Rosenthal. Ya no existe tal cosa”, ha dicho.

En el cine, ha trabajado en más de una docena de películas, entre las que se incluyen apariciones en Die blutigen Geier von Alaska (Los malditos buitres de Alaska, 1973), Kaisermühlen Blues (1993), 1½ Ritter – Auf der Suche nach der hinreißenden Herzelinde (1½ Caballeros – En busca de la hermosa Herzelinde) y en el doblaje alemán del animado Río (2011) y también en su secuela de 2014, en donde puso voz al tucán Rafael.

Según este hombre, que además de trabajar y crear constantemente aún disfruta de jugar al tenis cuando tiene la oportunidad, la clave para mantenerse activo a tan avanzada edad está más que clara.

“Los genes y la música. Afortunadamente obtuve buenos genes de mis padres. Me siento cómodo y cuido mi cuerpo. Ya sabes, si estás conduciendo un coche y escuchas un ruido sospechoso, conduces directamente hacia el garaje. Y a mí, cuando mi cuerpo me da una señal, voy al médico. Siempre quiero saber por qué tengo algo. Además, mi esposa, que es una supermujer, me cuida muy bien”, confesó al diario Augsburger Allgemeine.

Otro de los valiosos consejos y lecciones que ha asimilado a lo largo de su extensa vida, incluyen el respeto hacia todos y la apreciación de cada momento positivo que uno pueda tener. Asimismo, desde su cumpleaños 50 dice haber decidido que nadie más vendrá a arruinarle el día. Como su receta personal para lidiar con los haters que aparecen en alguna ocasión, reveló lo siguiente: “si alguien me muestra ‘el pájaro’2 mientras conduce, le sonrío. Entonces estará doblemente molesto por eso”.

Notas:

1.- Pieza musical de corte pop que se caracteriza por tener ritmo pegadizo y una letra simple.

2.- Se refiere al pene

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