Ernesto Tapia: de «Día y noche» a una compañía de limpieza en EEUU

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Ernesto Tapia. Foto tomada de su perfil en Facebook.

Ernesto Tapia llegó a la actuación como vía de escape. Quería terminar antes el servicio militar y la posibilidad más viable para llevar a cabo ese plan era estudiar una carrera. Entre las opciones, la que él consideró “más fácil”, pues no requería conocimientos de matemática o física, fue la actuación, aunque en el fondo su pasión siempre fue la cocina.

Una vez dentro del mundo artístico, dos veces alcanzó fama y popularidad como suplente de actores que inicialmente estaban pensados para interpretar determinadas obras. Sin embargo, su trayectoria profesional está plagada de éxitos.

Tapia nació en la barriada habanera de Lawton, en la década del 60. No es hijo de la actriz Blanquita Contreras, como suele creerse por el parecido entre ambos. Tampoco proviene de una familia de artistas y, si le preguntan, el arte no le corría por las venas, ni era su máxima aspiración.

Mientras era un joven ayudante de cocina en el restaurante El Potín, llegó la edad de cumplir su servicio militar. Esta debía ser una etapa de tres años, excepto para aquellos que continuaran en carreras universitarias. A Ernesto, que contó que no era muy estudioso, le recomendaron actuación.

Su primera interpretación había llegado en un pre militar, con una obra escolar llamada Onceno mandamiento. Su última aún no ha ocurrido: considera que se es actor hasta la muerte y goza todavía de buena salud.

Estudió en el Instituto Superior de Arte (ISA). Siguió sin tener aspiraciones. Se casó muy joven y un día, mientras disfrutaba de su luna de miel en una playa del este de La Habana, lo fueron a buscar para hacer una película.

Mientras él disfrutaba como recién casado, se rodaba Papeles secundarios, del director Orlando Rojas. Jorge Luis Álvarez era quien encarnaba el rol principal, pero después de dos años de preparación tuvo un accidente y recomendó como sustituto a un joven que conocía de vista, en el ISA, pero al que consideraba con la candidez y el aspecto necesario para ese largometraje.

“Esa recomendación cambió mi vida”, confesó en el programa Abel en cualquier parte, mientras que en entrevista a 1800 online, dijo que ese audiovisual fue como su primera novia.

Gracias a aquella “bendita casualidad”, en 1989 recibió el Premio Coral al Mejor Actor Masculino en el XI Festival de Cine de La Habana.

En el rodaje recuerda que tuvo un escena difícil con la actriz Leo Arocha, donde debía abofetearla bajo la lluvia y en un pavimento algo resbaladizo. “Papeles secundarios tiene una vigencia hoy, pero el país no estaba preparado para entenderla en ese momento”, declaró además sobre el filme que marcó su trayectoria.

En la carrera de Ernesto resalta su trabajo en el grupo teatral Buendía, dirigido por Flora Lauten, y también la película Sueño tropical (1985), de Miguel Torres, donde compartió con Albertico Pujol, en el rol del arquitecto, jefe de Nora.

Otras de las maravillosas coincidencias fue Adorables Mentiras (1991), de Gerardo Chijona. Ahí tuvo un papel como amigo del protagonista, Luis Alberto García, pero ese estaba inicialmente concebido para César Évora.

En lo sucesivo, estuvo en los filmes L’impure (1991), de Paul Vecchiali, junto a Tony Cortés, y en Operación Fangio (1999), de Alberto Lecchi.

En la televisión formó parte de esa gloriosa temporada de «aventuras de época», al participar en La Leyenda del rayo, a finales de los 90. Por esa misma etapa y hasta inicios de los 2000 estuvo en Día y noche. Durante cinco años encabezó el equipo de investigadores, formado por Tamara Castellanos y el actor ya fallecido Yamil Jaled. Como parte de este dramatizado se le vio en casos como Obsesión fatal y muchos otros dirigidos por Jesús Cabrera. Hace más de 20 años le dedicaron un reportaje especial en la revista Somos Jóvenes, donde lo presentaron como “Un guardia llamado Tapia”. También participó en el teleplay de Mariela López, Bésame otra vez forastero.

En un momento de la década del 90 puso un alto a su carrera en Cuba y viajó a Colombia. Ahí se mantuvo durante alrededor de un lustro e impartió talleres de actuación como profesor de arte dramático en la Universidad del Valle. Luego protagonizó novelas para Caracol TV, como Flor de oro (1995) y Mi amiga del alma (1996).

Después regresó a su país natal y más adelante también vivió en Cancún, México, donde se desempeñó como productor de espectáculos artísticos… hasta que llegó a Miami.

Hace alrededor de diecinueve años aterrizó en Estados Unidos, país en el cual reside actualmente. Una vez allí, las primeras puertas se las abrió su salvador, el actor Jorge Luis Álvarez, quien tenía creada una red de apoyo para artistas recién llegados.

***

La historia de los actores cubanos que emigran se divide en un antes y un después de su salida de la Isla. Algunos pasan desapercibidos por su suelo natal y alcanzan el éxito fuera. Otros, altamente reconocidos por el público nacional, no logran trabajar en tierras foráneas. No obstante, hay un selecto grupo que brilla en ambos sitios. En ese último se halla Tapia.

El panorama artístico de Miami se torno complejo para los recién llegados. Pese a ello, a Ernesto solo le bastó un año para imponerse y hacerlo suyo.

Poco tiempo después de su arribo consiguió sitio en Casados y algo más, espacio humorístico emitido por AméricaTV. Durante varias noches consecutivas se desdobló en infinidad de roles. “Allí lo mismo hago de un gallego, un gay o del ejecutivo del canal. El programa es como una escuela que me obliga a fabricar personajes”, confesó en 2007.

Por aquel entonces también llegó al Teatro 8 de la Pequeña Habana, con la obra Ellas quieren y él no, comedia donde encarnó a Carlos, el único personaje masculino. También estuvo en la pieza Dos hermanas y un piano, del dramaturgo cubano Nilo Cruz, ganador del Premio Pulitzer, centrada en arrestos, encierros, presiones políticas y otras cuestiones del exilio. De esta se ha dicho que iba “más allá de la circunstancia cubana, es una obra profundamente humana. Extraterritorial (…) mantiene al público en tensión todo el tiempo”.

En 2008 estuvo en Regreso a casa, donde se unió sobre las tablas a otros destacados artistas como Gerardo Riverón y Susana Pérez. Formó además parte del elenco de Made in Lanús, original de la escritora argentina Nelly Fernández, con dirección de Eloy Ganuza, y de Una caja de zapatos vacía, también bajo la tutela del mismo director.

Durante 2013, las puestas de 3 mujeres desnudas y en recesión, en el Café Teatro El Yunque, de Miami, acapararon su tiempo, junto a la también actriz cubana Carmen Daysi. Desde entonces… poco más se supo sobre él.

Ha concedido pocas entrevistas, pero en ellas ha aprovechado para comentar sobre lo complejo del mundillo artístico. Si bien su fama y la buena suerte le acompañaron al inicio, pasó mucho tiempo sin trabajar. “Si llego a venir con 20, me como el mundo”. Asegura que para conseguir trabajo hay que “ser joven, bonito y fuerte”, pues las opciones para los actores más experimentados son escasas.

Después de cinco matrimonios y cuatro hijos -una de ellas es la actriz de reconocida trayectoria, Daniela Tapia-, Ernesto le confesó a Abel Álvarez que siente haber llegado a la plenitud de su carrera y “si no estoy haciendo mi trabajo ahora, no es porque no quiera hacerlo. Yo soy un hombre feliz, estoy contento con lo que he logrado”.

Con esa misma sencillez, agregó: “Cuba y el público cubano me hicieron grande”. “Ser actor era supervivencia. Yo actuaba para vivir, no para tener fama”, sentenció.

Desde hace más de cinco años es dueño de una compañía de limpieza residencial y comercial. Vive en La Florida, en una zona tranquila, cerca de un parque natural.

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Un comentario

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  1. Me gustó el artículo y saber de Ernesto tapia un actor que me encantaba y aunque a él no le gustara la actuación realmente estaba hecho para ser actor. Me alegra saber que se sienta satisfecho con su vida y lo entiendo ha tenido éxito en todo lo que se ha propuesto felicidades para Ernesto Tapia

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