«Bayonesa», «toballa» y otras «complejidades»

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Si fuéramos a hacer una lista de los idiomas más complicados que existen, seguramente la mayoría de nosotros incluiría en el top ten al islandés, el vasco, el turco, el japonés, el farsi o el alemán. A primera vista, todos suenan bastante raros para los hispanohablantes; los admiramos como si se tratasen de códigos que usan alienígenas de una galaxia muy, muy lejana e interdimensional.

Lo que pasa con todo eso, es que en el proceso de evaluar empíricamente la complejidad de otro patrón comunicativo, nos olvidamos que el nuestro también tiene lo suyo. Mal y pronto: nos da por pensar que lo “de afuera” es mejor sólo por venir del “más allá”, y resulta que no dejamos de tener en cuenta que el Español (así, con mayúscula) puede ser un verdadero dolor de cabeza para un montón de gente, incluso para aquellos que, se supone, la tengan como lengua materna.

Para empezar, tenemos que hablar de la ortografía, con sus reglas de acentuación para llanas, agudas y esdrújulas; el cambio de B por V o de C por S; la M antes de P y B; las dichosas terminaciones… y, básicamente, todo lo demás. Escribir bien es difícil, mucho más si no se prestó atención en el aula durante los años en que nos estuvieron machacando el asunto diariamente.

Además del tema ortográfico, tenemos todo un arsenal de “divertidos” asuntos como la división en sílabas, la coherencia, la cohesión, la concordancia, el género, el número, la persona, el sujeto, el predicado, los complementos verbales, las oraciones subordinadas, los conectores, los transpositores, las preposiciones, las conjunciones, los adverbios… y hasta la mismísima madre de los tomates.

¿Pero saben qué? No hemos venido aquí a atormentarte con estos componentes de la expresión escrita. Al fin y al cabo solemos hablar más que lo que escribimos, y ahí precisamente está la parte más sabrosa de lo que aquí llamamos “cubañol”.

Si alguien piensa que puede enredarse con un párrafo, entonces no tiene ni idea de los desastres lingüísticos que podemos escuchar a diario en boca de cualquier compatriota.

Para darte una muestra inicial, te recomendamos llegarte a una cafetería “X”, y ponerse a escuchar un rato los pedidos. Apostamos un riñón a que eventualmente alguien llegará y pedirá un delicioso pan con “bayonesa”, ese delicioso compuesto a base de aceite, huevo, ajo y vinagre, que sirve como aderezo para acompañar diferentes recetas culinarias.

Si quieres meterte de lleno en el asunto, vaya a la farmacia. Hay que decir que los especialistas que crean los medicamentos se dedican a ponerles nombres que vienen en “dificultad Dios”, pero también es verdad que la gente ni siquiera se esfuerza en intentar dominarlos. Puedes ir por allí y atestiguar cómo alguien pregunta si ya entró “bedralilina” (Benadrilina), “cordiaseposo/clorodiasepóccido” (Clordiazepóxido), “ranititina” (Ranitidina), “hidroclortisida” (Hidroclorotiazida), algún “antidiótico” (antibiótico) como  el “cip… ciprofor… eso mismo” (Ciprofloxacino/a) o “la pastillita para la alergia”, nombre con el que demuestran haberse dado por vencidos con el Voldemort de las pastillas: la casi “innombrable” Difenhidramina (nombre alternativo para la Benadrilina).

Aunque el tema farmacéutico tiene bastante material “defectuoso” que aportarnos, no hay dudas de que es en la consulta del médico en donde se ven los aportes más notables a la lengua de Cervantes. Allí hay gente que llega con afecciones de todo tipo, desde problemas con el “flúor” (flujo) vaginal hasta una inflamación “pértica/pértiga” (pélvica). También se han dado casos de embarazos “utópicos” (ectópicos) y frecuentemente escuchamos hablar de la importante e incómoda prueba “sicológica” (sitológica) a la que deben someterse periódicamente las féminas.

Saliendo del doctor, hay que mencionar otra selección de gazapos que podemos encontrar “a pululu” en varios lugares donde nos detenemos por más de cinco minutos. De aquí han salido “grandes éxitos” como “semáfaro” (semáforo), “elevadura” (levadura), “editoría” (auditoría), “toballa/tualla” (toalla), “refrigidaire” (refrigerador, o lo que sea que esto signifique), “nojotros” (nosotros), “estábanos” (estábamos), “íbanos” (íbamos), y el clásico “Arnol’ Chevarnazer/Chuarnazer” (Arnold Schwarzenegger; ¡Dios, qué difícil!), nombre que ha causado más enredos de lenguas que el estribillo de “Aserejé”.

Ejemplos hay muchísimos más para poner, lo que ocurre es que no queremos aburrirlo con 2 o 3… mil páginas de contenido. Ahora, si usted ha escuchado alguna otra de esas palabras más “dijías”, le agradeceríamos que lo compartiera con nosotros.

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