Este cubano empezó vendiendo pizzas y se convirtió en uno de los más ricos de España

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Leopoldo Fernández Pujals. Foto tomada de Vanity Fair.

¿Nos creería si le dijéramos que en lista que anualmente publica Forbes España, con los nombres de las personas más ricas de esa nación europea, hay un cubano? Pues sí, se llama Leopoldo Fernández Pujals.

Según el reporte que hizo esa revista en 2020, en el puesto 55 del país ibérico, con un patrimonio neto aproximado de 400 millones de euros, aparecía este señor. De acuerdo a la actualización de 2021, el nacido en La Habana en 1947, contaba con un capital de 500 millones, aunque también resultó que había descendido hasta el escaño 57 del listado.

Aficionado de la cetrería y los caballos, Don Leo, como a él mismo le gusta que le llamen, es un tipo que todos califican como muy modesto y discreto. Es dueño de una finca de 1000 hectáreas en Segovia, donde cría sus propios equinos y aspira a poder llevarlos algún día a los Juegos Olímpicos de verano.

Ahora seguramente usted se esté preguntando: “pues muy bien por Leo, pero… ¿se puede saber de dónde provienen él y su masiva cuenta bancaria?”.

Lo primero que toca decir es que lo de antes ya se lo preguntaron los integrantes del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, quienes analizaron su caso luego de las ventas de Telepizza y Jazztel, además de su relación con los Bahamas Leaks. Sin embargo, finalmente trascendió que no apareció nada que metiera en problemas serios a Fernández Pujals, quien vio la luz en Cuba como fruto del matrimonio entre un notario asturiano y una arquitecta catalana, quienes se habían establecido en la mayor de las Antillas y luego prosperaron.

Tras los eventos que llevaron a la nacionalización de las empresas y negocios privados en la Isla luego de 1959, la familia de Leo decidió marcharse a Miami, Florida.

Del otro lado del estrecho, una vez alcanzada la edad necesaria, este muchacho, educado en colegio de curas y acostumbrado a la vida desahogada, se unió al ejército para irse a la guerra de Vietnam, en donde se dedicó a la logística, alcanzó los grados de capitán e incluso mereció una medalla.

Su primer trabajo, luego de completar una carrera en Finanzas, lo obtuvo como vendedor en la transnacional de bienes de consumo Procter & Gamble, pero después, cuando se convirtió en empleado de la celebérrima Johnson & Johnson (J&J), su vida inició un despegue personal y profesional que no ha parado desde entonces.

En 1981, su rol dentro de J&J lo llevó a mudarse a la capital española, sitio en donde se mantuvo al servicio de esa compañía por seis años, antes de decidirse a impulsar su propio emprendimiento.

La idea para su primer negocio se la dio… su hijo. Sucedía que el chico era un gran amante de las pizzas y por ahí Leopoldo vio un filón para sacar buenas ganancias, pues tenía claro que, a pesar de ser España el país del jamón serrano, la fabada, la tortilla de papas, entre otras comidas tradicionales, los platos italianos también tendrían allí una clientela enorme.

Su conexión con aquel proyecto, llamado inicialmente Pizzaphone, fue tal, que luego de la jornada laboral en J&J, Leo se dedicaba a amasar sus propias pizzas hasta altas horas de la madrugada. Las primeras críticas culinarias que recibió vinieron de los muchachos de la avenida Monforte de Lemos, en el madrileño Barrio del Pilar, lugar en donde estuvo ubicado el establecimiento original.

Al parecer, las reseñas fueron excelentes, porque a la altura de 1993 ya el negocio de Fernández Pujals, renombrado como Telepizza, tenía 100 sedes en todo el país, número que dos años después se había duplicado. Por entonces, acuñó el lema de la empresa: “el secreto de la buena pizza está en la masa”, surgido al calor de su experiencia como chef autodidacta.

En 1996 se quedó como único líder de la firma y poco después Telepizza entró en el Ibex 35 (índice bursátil de referencia en España) y para 1997 adquirió Pizza World por 1900 millones de pesetas, equivalentes, a día de hoy, a poco más de 10 millones de euros.

Ya en el ‘99, habiendo crecido todo lo que se podía, vendió Telepizza en 300 millones de euros y cinco años más tarde se involucró con la empresa de telecomunicaciones Jazztel, de la cual compró cerca de una cuarta parte. Una década después se deshizo de ella y se quedó con un capital de 400 millones.

A pesar de haberse desprendido de su primer “hijo” en el mundo de los negocios, regresó a las pastas y al mismo Barrio del Pilar en 2009, cuando fundó, junto a Pedro Español y Miguel Ángel Rodríguez, dos exempleados suyos, la cadena La Original, a la cual nombró así porque, a decir de él mismo, “es el fundador original, la masa fresca original, el tamaño de la pizza original y la cocina a la vista, para que los clientes vean cómo se amasa y se prepara”.

Más allá de cuentas bancarias y otros asuntos de materia financiera, Leo se ha casado dos veces y tiene cinco hijos: dos de su primer matrimonio y tres del actual, con la psicóloga y 20 años más joven que él, María Vilches, de quien se enamoró cuando ella trabajaba en el departamento de Recursos Humanos de Telepizza.

A pesar de los años distante de su lugar de origen, mantiene el acento natural del verde caimán. Ha confesado que su patrimonio real oscila en torno a los 1000 millones de euros.

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