Expelotero Edgar Fernández: “Me desecharon como mismo desechan a muchos jugadores en Cuba”

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Edgar Fernández. Foto cortesía del entrevistado.

En ocasiones –hace casi veinte años–, Edgar Fernández (La Habana, 1992) iba a practicar al estadio de béisbol y no entraba. Se quedaba afuera, quizás pensando en cualquiera de las variantes de la timidez: la indecisión, la vergüenza, el silencio. “Cuando decidía entrar, no bateaba porque me daba pena. Yo era invisible”, me escribe vía WhatsApp.

“Hasta que un día me dieron la oportunidad y vieron mi potencial”.

La que sigue es una historia de circunstancias y suertes. Sobre todo, de suertes.

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“Empecé en el primer año de la categoría 9-10. Comencé por embullo. Normalmente se empieza a edades más tempranas.

“Empecé en Santiago de las Vegas. No olvido la primera vez que fui al estadio de La Catalina: llegué en un carro con Gabriel, un amigo de la escuela que también jugaba por aquella época, y su padre. Allí comenzó todo, con el entrenador Ramón Páez. Siempre fui un muchacho tímido y no sobresalía, pero nunca pude imaginar lo que me sucedería luego”.

En 2002, Edgar fue pieza clave en la consecución del título nacional de su categoría. Lo seleccionaron, además, como el más valioso de la provincia en el torneo. El premio a ese resultado fue su inclusión en el equipo Cuba que asistiría al Campeonato Panamericano de Béisbol Pre-Infantil con sede en Islas Margarita, Venezuela. Allí perdieron frente a Brasil en semifinales y regresaron con las medallas de bronce. Fernández apareció en el Todos Estrellas como mejor jardinero izquierdo.

Tres años más tarde volvería a la selección para participar en los Juegos Escolares Nacionales que tuvieron lugar en el estado de Portuguesa, Venezuela. Allí coincidió, entre otros, con el lanzador espirituano Omar Luis, quien varios años después firmaría con los Yankees, y con el cátcher villaclareño Javier Fusté, defensor de la receptoría en futuros equipos de Villa Clara. El elenco finalizó, nuevamente, en tercer puesto.

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“En los equipos capitalinos yo era el único de Boyeros. Era muy difícil llegar a la cúpula del béisbol porque en ese entonces era dominada por el Cerro. Los entrenadores del conjunto provincial eran los de ese municipio y, en muchas ocasiones, tenían cierta preferencia por los muchachos de ahí. En mis tiempos, el Cerro era una dinastía. Lo que decían ellos era lo que se hacía. Tenían jugadores talentosísimos, pero existía una dinastía en la misma Habana. Para marcar la diferencia, yo tenía que batear muchísimo.

“En esa etapa compartí con varios que luego jugaron en la Serie Nacional, como Yosvani Peñalver, Oscar Valdés, Yamil Rivalta, Eddy Abel García, entre otros”.

En 2004 había sido escogido como el más valioso –en su categoría– del béisbol en la capital, y en los Escolares Nacionales de 2006 fue el atleta masculino más destacado en el evento de las bolas y los strikes. Su rendimiento mejoraba con el paso de los días y parecía que se iba despejando el camino que lo llevaría a la Serie Nacional dentro de poco tiempo.

“En el primer año del 15-16 no jugué mucho, porque la calidad de los muchachos que tenía por delante era superior a la mía, pero en el segundo sí fui regular y tuve un campeonato perfecto, unos playoffs increíbles y quedamos campeones. Luego vino la primera injusticia: no me tomaron en cuenta para el equipo Cuba. Mi tía redactó una carta a la Comisión Nacional de Béisbol. Cuando analizaron mis estadísticas, asumieron que cometieron una injusticia y le dijeron a ella que se habían confundido, pero que la decisión no tenía marcha atrás porque la preselección ya estaba hecha. En aquel momento tampoco tuve apoyo de mi entrenador.

Edgar junto al jardinero Yosvani Peñalver, integrante actualmente del equipo de Industriales. La foto, cortesía del entrevistado, es de 2004.

“La pelota a veces es un deporte de simpatías. Yo no caía bien por mi apatía. No era explosivo, y a veces los técnicos buscaban muchachos explosivos, pero yo tenía resultados. Era buen bateador, disciplinado, pero era apático. Hacía mi trabajo, pero muchas veces no gustaba por mi manera de ser.

“Aquello me desmotivó, pero todavía era joven y creía que tendría más oportunidades. Después, en la categoría juvenil, me sucedió algo parecido: hice el equipo en el primer año y obtuvimos bronce en la final nacional que tuvo lugar en Santiago de Cuba. En la siguiente temporada, donde me tenía que afianzar, porque luego vendría el salto a la Serie Nacional, el entrenador decidió no llevarme ni a la preselección del equipo Ciudad Habana, después de haber tenido buen rendimiento en la Provincial. El año anterior había tenido un problema con él. Luego me dijo que venían muchachos jóvenes y que yo me había estancado. Eso me pareció algo absurdo, ¿cómo se supone que un jugador que hace equipo en su primer año y viene en ascenso, no puede, al menos, hacer el equipo en el segundo? Eso me afectó muchísimo.

“Llegó entonces mi ascenso a la primera categoría. Boyeros era un municipio con mucho potencial. Mi primer año en la Provincial fue muy fuerte y se me hizo muy difícil jugar. Logré disputar algunos partidos, pero no tuve muchas oportunidades. Después estuve un año fuera, debido al Servicio Militar.

“Al regresar sí tuve más chances y logré insertarme mejor en esa primera categoría. Fue mi mejor momento, pero me lesioné. Tuve un desgarro en el muslo y tuvieron que inyectarme células madres. Estaba súper bien al bate. El director de los Metros en aquel tiempo, Luis Suárez, que me conocía desde las categorías inferiores, se acercó a mí y me dijo que estaban observándome y que contaban conmigo para llevarme a la preselección. Eso me motivó mucho, pero me perdí casi la mitad del torneo por la lesión.

“Luego lo volví a intentar, y al año siguiente anunciaron la primera edición de la Serie Sub-23. Hice la preselección del elenco capitalino que participaría en aquel campeonato. Ahí coincidí con el mismo entrenador que fue injusto conmigo en el 15-16. En la preparación bateé de 12-6, y en el último corte, un día antes de dar a conocer el equipo, me notificaron que había sido eliminado, porque había un outfielder que podía jugar también en segunda base. Decidieron llevarlo a él porque yo solamente me desempeñaba en los jardines. Estaba consciente de que sería mi última oportunidad. Me esforcé mucho, como nunca, diría yo, pero desgraciadamente me salieron con ese pretexto y me desecharon como mismo desechan a muchos peloteros en Cuba.

“Después de aquel suceso, no jugué más en las provinciales, me decepcioné y me sentí frustrado. También fue capricho mío, porque siempre mi familia insistió en que fuera para otra provincia, pero yo quería jugar con los equipos de la capital. Desgraciadamente vivimos en un país donde un pelotero afianzado en la Serie Nacional no vive bien, imagínate uno que está tratando de intentarlo en otro lugar del país.

“Tiempo después estuve en la preselección de Matanzas. Una de mis amistades conocía a Víctor Mesa. Allí permanecí una semana y me dijeron que había perdido potencia en el brazo y que estaban buscando otro tipo de jugador. Me pidieron que regresara a mi casa. Llegó un momento en que no quería ni ver más béisbol.

“Lamentablemente, en La Habana nadie se te acerca a no ser que tú seas una potencia. Luego, para salir de la provincia y que el comisionado te dé una carta, es un problema. Yo dejé de ser una potencia para La Habana, no significaba nada para la provincia, y para que me dieran la liberación para ir para Matanzas fue una historia tremenda. Muchas veces no te dan respuestas conclusas, demasiado peloteo y, a fin de cuentas, si yo no era de interés para la provincia, ¿para qué me querían tener retenido? Decidí, entonces, olvidarme de la pelota y ponerme a trabajar.

Algunas de las preseas obtenidas por Edgar durante su carrera. Foto cortesía del entrevistado.

“Después del béisbol estudié técnico medio en Cultura Física. Luego, como parte de mi servicio social, estuve trabajando un año en una escuela del reparto Abel Santamaría, en Boyeros. Después fui a dar clases a la misma primaria donde estudié, Augusto César Sandino, en Fontanar. Ahí estuve otros doce meses y luego me desvinculé totalmente de todo lo que tenía relación con el deporte. Pasé un curso de cajero y trabajé en una CADECA. Más tarde viajé hacia Austria y luego llegué a México, donde resido actualmente.

“Después de todo lo que me pasó, jamás quise volver a practicar un juego que tanto amé. No sabes cuánto lamento mi inmadurez en algunos casos y el hecho de no escuchar los consejos de amigos y familiares.

“La idea de convertirme en entrenador ha pasado por mi cabeza muchas veces, pero llevo varios años fuera de las dinámicas del béisbol y estas han vivido numerosos cambios. El deporte moderno tiene demasiados elementos novedosos y no puedes pecar de ignorante para no quedar mal. Si quiero dar todo de mí, tendría que pasar por un proceso complejo para regresar a la pelota. Por ahora no me decido.

***

Edgar y yo tenemos la misma edad. Coincidimos en la primaria. Él era una de las celebridades de mi generación y, como celebridad al fin, aparecía en los matutinos, de vez en cuando, con algún diploma o trofeo. Más allá del béisbol –y también por los efectos de este deporte– Edgar poseía una habilidad casi única: con solo diez años era capaz de describir, de memoria, una buena parte de las rutas de guaguas de La Habana. Es esta última, en ese caso, una de las consecuencias mínimas de los sacrificios y los sueños.

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2 Comentarios

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  1. Muy buen pelotero, y amigo todo lo que expones lo conocí de primera mano un chico que hubiese podido llegar a MLB pero todos conocemos las trabas en Cuba.

  2. Fue una injusticia como muchas otras cosas que suceden en esa Isla, saludos y bendiciones jovencito

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