Falso 9: Fatiga

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El “falso nueve” es, generalmente, un tipo que fue desnaturalizado porque otro de mayor jerarquía lo necesitó de esa forma. Es esta una columna en la que leerás sobre las desfiguraciones que supone el fútbol. Quizás leas en ella todo lo contrario: nunca se sabe dónde acabará un “falso nueve”.

Samir Nasri. Foto tomada de The Guardian.

A Samir Nasri no solo lo alejó del fútbol su actitud fuera de la cancha, sino también el mismo fútbol, que pasó de ser un artificio ridículamente humano a convertirse en una ciencia sobre las correcciones de la energía cinética o, lo que es igual, una teoría acerca de cómo deberían estar dispuestos los sacrificios individuales en función de sacrificios ideales. Tanto pragmatismo acabó sometiendo al francés a una fatiga que se crea alrededor de algunos mediocampistas cuando, se supone, debe llegarles la madurez. Es una resignación que va más allá de retrasarse unos metros sobre el terreno y tocar el balón hacia el costado o hacia atrás, buscando que se reorganice un posible ataque. Trasciende, además, la función que tienen ciertos volantes de reajustar los tiempos con que se mueven los delanteros. Produce, en cambio, un abandono moral que se parece increíblemente al ostracismo: pasas de ser el futbolista de los highlights en YouTube al tipo sobre el que hacen videos con títulos como “¿QUÉ C@R4J# PASÓ CON SAMIR NASRI? El “NUEVO ZIDANE” que brilló con Arsenal y fue CAMPEÓN con el City”.

En el Sevilla de Sampaoli tuvo sus últimos momentos de lucidez. Se alejó de la banda, donde había perdido la fe. Estableció la pausa y la aceleración que otros ponían en el City cerebral de Guardiola. Sampaoli, para convencerlo, le dijo: “puedes beber, ir a discotecas, hacer lo que quieras, te cubriré la espalda. Todo lo que te pido es que juegues bien en el campo el fin de semana”. Le insinuó, incluso, que si tenía que salir, él le cuidaría al perro. Entonces Nasri le regaló la mejor primera mitad de liga que se le recuerda al Sevilla en los años recientes. Entiéndase “mejor primera mitad de liga” en cuanto a espectáculos no forzosos, distantes de los que ofrece ahora el prudencial equipo de Lopetegui. Luego vino el caso del dopaje y la suspensión de Samir: un tratamiento vitamínico al que se sometió con una sustancia prohibida. Fue el momento culminante de una vida de excesos. Tras breves etapas en Antalyaspor, West Ham y Anderlecht, la pasada semana anunció su retiro. Dijo que solo regresaría si lo llamase el Marsella, el club donde debutó.

Apenas ha cambiado este deporte desde que gentes como Nasri u Özil han perdido el interés, pero, si somos exhaustivos, encontraremos “nimiedades” que difícilmente se repetirán en tiempos inmediatos: la mano de Dios, la liga del Leicester, los mediapuntas totalmente libres, los líberos goleadores, el Arsenal campeón invicto… La influencia generalizada del estilo díscolo parece esfumarse, al menos durante un ciclo, en cuanto a contenido y forma: ahora, por desgracia, los enfants terribles necesitan mesura sobre el terreno de juego, regulación constante. Quizás sea esa última la voluntad más deshumanizante de la inteligencia artificial dentro de un fútbol cuasi dictatorial: automatizar comportamientos y provocar reacciones preconcebidas: optimizar la imaginación de cada jugador partiendo de un conocimiento previo sobre sus fatigas.

P.D: Si quieres leer otras columnas publicadas en Falso 9, puedes hacerlo aquí.

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