Falso 9: Premeditación

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El “falso nueve” es, generalmente, un tipo que fue desnaturalizado porque otro de mayor jerarquía lo necesitó de esa forma. Es esta una columna en la que leerás sobre las desfiguraciones que supone el fútbol. Quizás leas en ella todo lo contrario: nunca se sabe dónde acabará un “falso nueve”.

Kimmich-Goretzka, el doble pivote titular del Bayern. Foto tomada de Bild.

Hay una impulsividad desquiciante alrededor de los dobles pivotes imprevistos. Lo sabe Nagelsmann, quien también debe entender que dicha impulsividad específica no es relativa a ese doble pivote, sino una derivación. El “doble 5” vive de los encadenamientos y los vicios de los otros; no está necesariamente ahí para provocarlos, está para consentirlos (o no). Cuando los mediocentros motivan las manías extravagantes de otros, solo pueden aspirar, como máximo, a asumirlas como suyas. Es esta última, digamos, una noción autodestructiva de la culpa, que tiene que ver con la propia naturaleza de las parejas repentinas de pivotes: simular que no intentan coexistir encima de un bucle de penitencias constantes.

Cuando Tolisso juega en lugar de Kimmich –de baja por coronavirus– junto a Goretzka, revuelve las demarcaciones de sus compañeros; el equipo, entonces, retoma preocupaciones que creía olvidadas y sobre esas memorias trabajan los rivales. La presión de los contrarios cerca de Corentin parece un recurso demasiado evidente, pero consigue descompensar los timings del Bayern. La estrategia del Dortmund es la misma del Capablanca que firma Fundamentos del ajedrez y argumenta que lo primero es familiarizarse con el poder de las piezas; “ello se obtendrá, de la mejor manera, aprendiendo cómo dar rápidamente algunos de los mates más simples”, escribe en el capítulo inicial, que comienza por los métodos más sencillos para la aniquilación.

El Borussia entiende que, al intentar molestar al Bayern mediante la aparente obviedad, podrá evaluar las eficacias de los demás, que, llegadas a un punto ideal, funcionarían más bien como carencias. La ausencia de Kimmich –por coronavirus– descompone las diligencias posicionales, pero cada acoso del Dortmund es casi una persecución pírrica que se liquida con un balonazo entre líneas, bajo la premisa de que estos no consiguen generar estructuras de presión efectiva más allá de los deslindes de Tolisso. Pese a ello, el doble pivote del Bayern, cuando no está uno de los titulares (no pretendemos ensañarnos con el mediocampista francés), descubre ciertas privaciones: el preciosismo del fútbol moderno –si existiera tal cosa– quizás esté en el furor de las afinidades perfeccionadas a partir de lo físico y no del despliegue en sí: el fútbol moderno como armonía platónica entre las superposiciones de mapas de calor premeditados.

P.D: Si quieres leer otras columnas publicadas en Falso 9, puedes hacerlo aquí.

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