Franz de Beche, un héroe cubano poco conocido

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Franz de Beche. Foto tomada de Cuba en la memoria.

Sobre las tres de la madrugada, el humo despertó a Franz y a su amigo José Hidalgo. Aquello, y el insoportable calor que se percibía dentro su camarote, les indicó que estaba sucediendo algo funesto. Los dos salieron en busca de la cubierta, sitio en donde despejaron un poco sus pulmones y advirtieron horrorizados el masivo incendio que había convertido al majestuoso buque en un infierno flotante.

Cuatro años llevaba en activo el SS Morro Castle cuando algunos presagios nada agradables comenzaron a señalar el posible desastre. Lanzado al mar el 23 de agosto de 1930, el lujoso trasatlántico y su gemelo, el SS Oriente, llevaban un tiempo circulando con éxito entre Cuba y Estados Unidos. Ni siquiera la terrible crisis económica que se vivió por aquella época había afectado su rentabilidad.

La primera señal de alerta fue un fallo eléctrico sucedido justo antes de partir de La Habana, el 5 de septiembre de 1934, como resultado del cual faltó poco para que la sala de máquinas quedara totalmente destruida. Después de aquello, el buque zarpó finalmente con rumbo a Nueva York, pero durante el segundo día de viaje, su capitán, Robert L. Villmott, murió de un ataque al corazón. Sin embargo, las ominosas coincidencias terminaron por cumplirse en las primeras horas del día 8.

Mientras recorren la superficie del barco, José y Franz buscan una vía para escapar de la inminente muerte, pero el caos es tanto que cuesta dar con una manera efectiva de salvar el pellejo. Esos instantes los narra el Trío Matamoros en su tema El desastre del Morro Castle:

…Las mujeres y niños pedían auxilios con gran terror,

los ancianos lloraban, otros rezaban al gran creador.

La madre busca al hijo, otro a su esposa, todo es dolor

entre el fuego chispeante, el volcán bramante que causa horror…

En medio de la conmoción, los muchachos logran hacerse con un par de salvavidas y, justo cuando se disponen a saltar del navío, ven una figura que deambula desconcertada en medio de semejante panorama. Al acercarse, descubren que es una señorita, quien, entre lágrimas y temblores nerviosos, les dice que su nombre es Rosario Camacho León.

— ¿Qué te pasa? – pregunta Franz amablemente.

— No tengo salvavidas y tampoco se nadar – contesta asustada la joven.

— Tranquila. Agarra el mío. Yo sí sé nadar. Vamos, hay que saltar.

— Tengo miedo.

— Yo también, pero algo hay que hacer y aquí no nos podemos quedar ¡Saltemos!

Acto seguido, se despidió de la chica, de su compañero y se lanzó por la borda. Ellos le siguieron, agarrados con todas sus fuerzas a esa pieza que significaba su única opción para mantenerse a flote en medio del hirsuto mar. Rosario y José serán rescatados horas después. El cuerpo de Franz, de 17 años, no aparecerá jamás.

Eso de ser un héroe quizás le venía a Franz Hoed de Beche García en el ADN. Su padre había sido veterano comandante de la Guerra del ’95.

Además de llevar con orgullo su legado mambí, al muchacho disfrutaba enormemente la práctica deportiva, sobre todo la vinculada al medio acuático. Desde pequeño comenzó a tomar lecciones de natación con el profesor Carlos Alfonso y empezó a entrenar en el Miramar Yacht Club. Con el tiempo, su dedicación le permitió convertirse en un “tritón” experto en las largas distancias.

Sin embargo, no pudo competir en las piscinas de su tierra tanto como hubiera deseado, pues ante la oportunidad de marcharse a estudiar en la nación estadounidense, se decantó por priorizar su educación. Del otro lado del estrecho de la Florida, llegó a ser un destacado alumno del colegio neoyorquino conocido como Seton Hall, sitio en donde además descubrió su capacidad para el atletismo.

Durante su etapa como alumno de esa prestigiosa institución norteamericana consiguió excelentes calificaciones y también logró ganar una medalla de oro y otra de plata en varias carreras allí celebradas. Pese a ello, cada vez que tenía oportunidad de regresar a su natal Guanabacoa, seguía alimentando la pasión de surcar en agua con sus brazadas.

En uno de sus recorridos de regreso a la escuela, sucedió la catástrofe que terminó por ocasionar el final de sus días. Confiado en sus habilidades como nadador, Franz de Beche se lanzó al mar desde el agonizante SS Morro Castle, pero el océano lo devoró mientras intentaba alcanzar una de las naves de auxilio que patrullaban la costa.

En honor a este valiente nativo de la villa de Pepe Antonio, en  ese municipio se construyó un estadio, el más importante de toda la zona, para recordar al impetuoso muchacho que no logró salir airoso en su batalla contra las olas del Océano Atlántico.

Trío Matamoros – El desastre del Morro Castle

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