“Inside Job”, la comedia animada que funciona como una “Gravity Falls” para adultos

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Las teorías conspirativas son material de primera para crear series de televisión. Historias sobre «cambiaformas», alienígenas que viven entre nosotros, hombres de negro, presidentes zombis/robots e inteligencias artificiales capaces de controlar los mercados bursátiles, han existido desde siempre, y los escritores de diferentes épocas las han aprovechado a su forma para crear shows más o menos decentes.

Ahí están las típicas Fringe, X-Files o Lost, además de otras cuya aproximación resulta menos explícita pero igual de interesante, como es el caso de la reciente Squid Game o la aclamada Gravity Falls. El punto en común es que todas juegan con la idea de que hay algo “raro” tras la fachada que nos venden los medios y el establishment.

Metida a medio camino entre Futurama y American Dad, hace poco Netflix lanzó Inside Job, una comedia animada que, a lo largo de diez episodios de media hora, toma las fantasías más salvajes de los conspiranoicos y las une en un relato que gira en torno a la versión del deep state (Estado profundo) más descabellada que podríamos imaginar.

Creada por Shion Takeuchi, guionista de Regular Show, Disenchantment y la propia Gravity Falls, producida por Alex Hirsch, la «mente maestra» de esa última, y por Mike Hollingsworth, director supervisor de BoJack Horseman, la propuesta se centra en el día a día de Cognito Inc., una empresa del shadow government (gobierno en las sombras) que controla al planeta usando hongos inteligentes, híbridos de humano y delfín…

La protagonista, Reagan Ridley (Lizzy Caplan), es una científica joven, talentosa y socialmente ineficiente, que quiere asumir el mando de la compañía fundada por su padre, Rand (Christian Slater), con el objetivo de mejorar el mundo… a su forma. Sin embargo, al momento de asumir el mando del lugar, J.R. Scheimpough (Andy Daly) decidirá colocarle como codirector a Brett Hand, un ex chico de fraternidad que resulta ser también un lamebotas profesional y un incompetente absoluto.

En una primera mirada, lo más notable de Inside Job es el intenso ritmo narrativo y textual. Tanto los parlamentos de los personajes como los gags visuales pasan a una velocidad tal, que en ocasiones toca parar y retroceder para poder captar, al menos, una fracción de la andanada de chistes que nos disparan Takeuchi y compañía.

Aunque en la serie humorística se la pasan ridiculizando a los “visionarios” que aseguran, entre otras cosas, que somos controlados por los anunnakis o los reptilianos, el centro de las burlas y críticas tiene un vínculo cercano con temas mucho más serios. Los creadores usan como pivote al personaje de Reagan para disparar contra la discriminación sexual que sufren muchas mujeres en sus trabajos, exponer problemas como la ansiedad social o la banalidad e irresponsabilidad con la que se genera contenido mediático, por citar algunos de los aspectos más perceptibles.

También reciben sus dosis de “ácido” la extrema derecha nacionalista, el privilegio blanco, la militarización excesiva y el mismísimo Mark Zuckerberg y todo el fenómeno de usar las redes sociales para tergiversar la realidad, reconfigurar las relaciones de poder y crear el mayor negocio de venta de datos de la historia, esto último gracias a nuestra total aprobación.

Ciertamente, es una buena noticia que Netflix haya decidido darle su oportunidad a un show capaz de sacar buenas risas al público adulto y, por el camino, ponerlo a pensar en asuntos que frecuentemente se pasan por alto. Actualmente ha sido emitida la mitad de la primera temporada y en 2022 llegarán los otros diez capítulos que la completan, aunque tal vez escuchemos de la continuación mientras los esperamos.

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