Joaquín «Jack» García, el cubano que se convirtió en uno de los mejores agentes encubiertos en la historia del FBI

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Joaquín «Jack» García. Foto tomada de People Maven.

Pocas organizaciones defienden tan apasionada y violentamente sus secretos como la mafia. Ser aceptado en el círculo interno de esa “institución” del crimen organizado requiere de un juramento de sangre conocido como omertà, o ley del silencio. A lo largo de la historia, disímiles personas han logrado entrar en ese mundo y salir con vida. El gran problema está en lograrlo cuando se es un agente del Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Habría que preguntarle a Joaquín García si alguna vez soñó con ser actor, pues aunque jamás ha declarado tal cosa en las entrevistas que le han hecho, no hay dudas de que el talento para convertirse en una persona diferente venía con él de serie, desde el día en que nació en La Habana de 1952.

A los nueve años llegó a Estados Unidos junto a su familia y fue en el celebérrimo Bronx neoyorquino donde comenzó a entender las reglas de la calle. No obstante, y aunque no le iba mal en clases, tenía habilidad y talla (193 cm de altura y 176 kg de peso) para el fútbol americano. Gracias a ese aparatoso deporte pudo ganarse una beca completa para estudiar en diferentes universidades, incluidas Richmond, la West Texas State University y el Westchester Community College.

En 1975 se graduó, vacío de dudas sobre lo que quería hacer con su futuro. Tras recibir su diploma, aplicó para unirse a las filas del FBI, y en mayo del ’80 entró en servicio como agente especial.

Antes de ganarse su papel más importante como inside man, la camaleónica carrera de García en el Buró tuvo varios episodios. Primero se encargó de sanear Atlantic City y New Jersey de políticos corruptos, y luego siguió con su labor de “limpieza” en los departamentos de policía de Hollywood, Boston y Puerto Rico, así como en la Oficina del Sheriff del condado de Broward, Florida. Después de varias temporadas, el bueno de Jackie estaba listo para dejar boquiabierta a la mismísima Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.

Para preparar su rol más importante, el del gángster Jack Falcone, este señor agente se tomó su tiempo. Seleccionado “a dedo” para el trabajo de infiltrarse en la familia Gambino, García pasó un curso intensivo de “Cómo fingir de mafioso y no morir en el intento”, apadrinado por su colega Nat Parisi, quien sería su único contacto con el mundo exterior durante los dos años y medio que actuó como “topo” dentro de la Cosa Nostra.

Una de las primeras ideas que aprendió Joaquín fue que un mafioso nunca, jamás, lleva su dinero en la billetera. Un miembro de La Familia que se respete, hace un rollo con el efectivo y lo amarra con una liga, recién sacada de un brócoli. Detalles como ese podían significar la frontera entre la vida o la muerte, pues como él mismo dijera una vez: “en ‘The Sopranos’ tenían múltiples tomas, pero yo tenía sólo una oportunidad. Y tenía que hacerlo bien”.

Además del sinnúmero de detalles que tuvo que incorporar a su actuación, hubo una parte fundamental para transformarse en un futuro miembro de la mafia: la comida. Como parte de su entrenamiento debía pasar muchas horas del día viendo programas de cocina italiana en la televisión. Esos shows eran también el método perfecto para aprender el acento de la Península y la forma de nombrar la comida que consumían los integrantes del turbio mundillo.

Así, este cubano fue “cogiendo” frases y maneras de decir, y también supo que al jamón se le llama prosciutto, que al manicotti se le dice manicot, y que es Parmigiano-Reggiano. Cualquier cosa diferente a eso significaba un problema serio entre tipos que para él parecían obsesionados con la idea de creerse críticos de cocina.

Después de concluir su “preparatoria”, vino el día del estreno. Jack Falcone entró en escena en 2002 como un inversor en un club nudista que administraban los Gambino, quienes, después de la caída de su gran líder, John Gotti, tenían a Greg DePalma como una de sus caras más visibles.

El perfil de Falcone lo describía en principio como un ladrón de joyas y extorsionista. Para completar el “paquete”, aquel hombre manejaba un auto de lujo y llevaba en la muñeca un Rolex President. Vestía de Brioni y Zegna, marcas que lo identificaban como un tano de buen gusto.

En resumen, Jack Falcone era un tipo enorme, “podrido” en dinero, a quien todo el mundo quería tener cerca. Siempre desarmaba a la gente siendo agradable. “Hey, te ves genial hoy ¿En dónde conseguiste ese traje? Mírate, luces como un millón de dólares”, eran frases que usaba para ganarse a los demás, siempre con una sonrisa en los labios.

“Siempre representé el papel más importante. Mi mantra era ‘piensa en grande, sé grande’. Y resultó que yo era capaz de ser el tipo de persona de quien no hubieran sospechado ni en un millón de años”, contó en una entrevista a CBS News en octubre de 2008.

Fue abriéndose paso en la organización, y llegó a convencer tanto a sus enemigos, que estos lo propusieron ascender al estatus de made man, hombre hecho, el honor y aspiración más grande de cualquiera que entre a la mafia. Un solo colega suyo, el agente Joseph D. Pistone (interpretado por Johnny Depp en el filme Donnie Brasco) había sido merecedor de tal reconocimiento, lo cual demuestra la calidad actoral de García durante su “relación” con los Gambino.

Su historia con esa familia terminó en marzo de 2005, cuando los encargados de llevar el caso decidieron sacar a Jack de la operación, alegando que ya contaban con evidencia suficiente para desarticular al grupo. Al cierre de la operación, un total de 39 asociados recibieron penas de cárcel, incluido DePalma, quien recibió una sentencia de doce años y murió de causas naturales en 2009.

Después de 26 años al servicio del FBI ‒vivió hasta 24 como infiltrado y participó en más de un centenar de operaciones encubiertas‒, Joaquín García es considerado por sus pares y expertos del Buró como el agente encubierto más exitoso en los casi 112 años de existencia de esa rama del Departamento de Justicia.

En 2008, el corpulento agente publicó sus memorias en Making Jack Falcone: An Undercover FBI Agent Takes Down a Mafia Family (Creando a Jack Falcone: Un agente encubierto del FBI derrumba una familia de la mafia), libro que se convirtió en best seller de The New York Times y que, incluso, llevó al director Steven Soderbergh a plantearse llevar esta historia a la gran pantalla, con Benicio del Toro como protagonista.

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