Jorge Perugorría protagonizó nueva serie que ya es un hito de la TV europea

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Portuondo era doctor, sicoanalista y siquiatra, pero también había sido, según él, boxeador semiprofesional, bebedor de whisky legendario en Estados Unidos, atleta preolímpico, pintor y hasta presentador de la primera cadena de televisión pública de Santiago de Cuba antes de la Revolución”.

No hay mejor presentación para este personaje que la que hace su paciente.

Doctor Portuondo fue estrenada el pasado 29 de octubre en Filmin, web española que ofrece materiales audiovisuales online. Comedia negra bien pudiera ser un género para catalogar esta ficción, basada en un libro que versiona hechos reales ocurridos a su director y guionista, el catalán Carlos Padial.

El Confidencial la cataloga como el “último hito de la ficción televisiva española”, debido a que, con ella, su distribuidora, Filmin, se ha convertido en la primera plataforma independiente europea que lleva adelante una serie original.

El doctor Portuondo real llegó a España, proveniente de Cuba y, para su interpretación, el director ha confesado que no vaciló. Jorge Perugorría fue su única opción. Padial temía que el protagonista de Fresa y Chocolate rechazara su oferta, pero, afortunadamente, este quedó encantado con la historia. De no haber sido así, quizás no se hubiera rodado la serie.

“Yo siempre fui muy buen atleta, incluso llegué a soñar con representar a Cuba en las olimpiadas. Al final no pudo ser, porque comencé las prácticas en el Hospital General Siquiátrico de La Habana, pero saber boxeo, judo, ser buen atleta, me ayudó para poder enfrentar a los sicóticos y a los esquizofrénicos”, contaba el propio doctor a su paciente en una de esas sesiones en que sí se mostraba comunicativo. En otras solo se limitaba a escuchar. En la serie, de solo seis capítulos, se recoge lo mejor de los cinco años en que el joven barcelonés acudió a terapia con el especialista cubano.

La relación entre ambos fue complicada. El paciente quería, a toda costa, “agradar” al doctor. Llegó a estudiar a algunos grandes autores del sicoanálisis. Mientras, Portuondo intentaba hacerle sentir emociones, a veces, usando sus propios recuerdos, y en ellos, por supuesto, aparece Cuba (a la cual se alude en varias oportunidades a lo largo de la serie).

“Yo entro en mi inconsciente y qué veo. Veo Santiago de Cuba, la calle Enramada, los pregoneros: ¡Maní, manisero se va…! veo a los trovadores cantando, a las negras bailando, escucho al gran Benny Moré, recuerdo el sabor de los mangos de El Caney, veo, a lo lejos, las montañas llenas de palmas y siento el olor a tabaco y ron, a caña y mar y eso me ilumina”, rememora una persona exiliada, un sicoanalista que considera que su propia historia es más relevante para la terapia que la del paciente y, entonces, ocupa el puesto de este en el diván.

La que se describe como una serie sobre la neurosis, brinda un mayor peso al extravagante doctor, quien, en ocasiones, botaba de su consulta a aquellos a quienes debía ayudar. Por centrarse tanto en esta figura, las alusiones a su tierra natal son varias.

«¡Ay, mi Cuba!», dice Portuondo mientras canta y baila. De momento, se gira y grita: «¡el Trío Matamoros!». Entonces aparece un conjunto musical, con instrumentos en medio de su oficina -todo ello es producto de la imaginación del médico, mientras el paciente lo mira desconcertado. “Esto es cubaneo acelerado”, asegura.

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