La caótica y teatral vida de La Lupe, la cubana que se convirtió en «reina del latin soul»

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La Lupe. Foto tomada de Caribbean News Digital.

“Gloria a Jesús, vive mi Rey, gloria a Cristo, vive Jesús. Dios bendiga a mis santos hermanos en esta linda noche…”, son las líneas de apertura de la mujer que acaba de ser presentada por un pastor. Frente al micrófono y a primera vista, pareciera como si ella fuera una de esas fanáticas que llegan a exponer su testimonio de cómo la religión le cambió la vida luego de varias vicisitudes.

En su alegato, ella no teme recordar el pasado, durante el cual se ganó que intelectuales como Hemingway, Sartre y Simone de Beauvoir, Picasso y Cabrera Infante la catalogaran como “la creadora del arte del frenesí”, “un animal musical”, “genio” y “fenómeno fenomenológico”.

“Mi mamá me puso Lupe, por una artista mexicana que se llamaba Lupe Vélez. Y todos los demonios de ella se me pasaron a mí”, cuenta entre risas y agradece a Cristo por ser artífice de la “liberación diabólica” de Yiyiyi, que era como le llamaban sus conocidos.

Aunque redimida gracias a la “intervención divina”, delante de esa multitud de feligreses, Lupe Victoria Yolí Raymond sigue siendo la misma diva excéntrica que, antaño, y poseída por los demonios de la creación —y un poco por los de la botella—, se quitaba los zapatos y golpeaba al pianista acompañante durante sus actuaciones en el habanero bar La Red. Aunque ahora predicaba los evangelios, lo hacía con el mismo magnetismo con el que se ganó al público en sus años de gloria musical.

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La iluminación le había llegado en los años 80, luego de una larga etapa de fracasos que comenzó dos décadas antes. En torno a su “caída” se cuentan muchas leyendas urbanas. Hay quien afirma que fue el resultado de que sus hermanos de santería la “desangraran” económicamente durante años. Incluso hay quienes juran y perjuran que sus desgracias empezaron justo a continuación de que La Lupe echara todos sus orishas al río Mississippi.

Mitos aparte, todo parece indicar que la mayoría de sus problemas estuvieron ocasionados por su carácter impredecible y venático. Posiblemente ese fuera uno de los motivos fundamentales por el cual la empresa Tico Records cesó su contrato y dejó de darle promoción a su carrera.

Con la columna vapuleada tras un accidente doméstico, sin casa después de que un incendio destruyera la suya, y viviendo de la asistencia social, esta grande de la escena sufrió un verdadero calvario antes buscar consuelo en la palabra del Señor. La epifanía llegó durante un concierto en el Club Broadway de Nueva York. Allí, mientras trataba de soportar los dolores de espalda para complacer a los miles que asistieron a verla, decidió que era la última vez que se subía al estrado como intérprete y, en cambio, se entregó por completo a Jesucristo.

La Lupe se fue, como era de esperar, en un día poco usual: el 29 de febrero 1992. El momento de su juicio final le llegó en paz a los 55 años en el Lincoln Hospital del Bronx, en donde murió de un ataque al corazón. Da igual cuáles fueron las razones que la hicieron comulgar con los ideales cristianos, pero lo cierto es que eso la terminó haciendo tan plena que llegó a prestar su voz, en incontables ocasiones, para grabar canciones de adoración y alabanza a su salvador.

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Aunque dijo adiós como toda una santa, es igual de cierto que, la de esta mujer fue, en esencia, una historia de rebeldía. Rebelde fue cuando faltó a la escuela para participar en un concurso de canto, también cuando decidió no ejercer el magisterio, después de graduarse de la Escuela Normal, para complacer al padre machista y retrógrado.

La Lupe, nacida el 23 de diciembre de 1936 en el santiaguero barrio de San Pedrito, y establecida en La Habana desde 1955, fue el personaje que nació de un fuerte espíritu de contradicción, de sentimientos viscerales, de intensidad dramática, con algo de ordinariez barriobajera y, sobre todo, como el reflejo de un talento inigualable para hechizar a la audiencia.

Cuando su marido, Eulogio “Yoyo” Reyes, decidió prescindir de ella como pareja y cantante del Trío Tropicuba, porque él andaba en amores con la otra integrante del conjunto, a La Lupe no le quedó otra que marcharse. Luego, cuando este vio hasta donde llegó su exmujer, se arrepentiría de su decisión.

Fan declarada de la española Lola Flores, su arte la llevó a ser reina absoluta de La Habana en un tiempo en el cual coexistió con su otro ídolo, Olga Guillot, además de Elena Burke y Blanca Rosa Gil. Aquella voluptuosa mulata que llevaba un moño como un rascacielos y cantaba cada número como si fuera a morirse justo después, se ganó justamente su sitio en la cima.

Cuando se fue de Cuba en 1962, (mal)vivió en México, Miami y Nueva York antes de conseguir llamar la atención de Mongo Santamaría y Tito Puente, junto a quienes grabó en los años siguientes dos álbumes, Mongo Introduces La Lupe y Tito Puente Swings, la Exciting Lupe Sings, que la colocaron en el centro de atención en Estados Unidos, tanto, que llegó a presentarse en dos templos como el Carnegie Hall y el Madison Square Garden.

Por aquellos años, la publicación The Village Voice la describió así: “La Lupe es Edith Piaf, Janis Joplin y Aretha Franklin en una sola mujer, más un toque de locura”. Su voz apareció en decenas de fonogramas y convirtió en hits a temas como Si vuelves tú, La mala de la película, La gran tirana, Cualquiera puede ser, Se acabó (Once we loved), No me quieras tanto, Qué te pedí o Puro teatro, estos dos últimos usados —en ese orden— por Juan Carlos Cremata y Pedro Almodóvar en sus filmes Nada (2001) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

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En la misma The Village Voice, Phil Freeman escribió lo siguiente:

“Está casi desquiciada desde las notas de apertura de Amor Gitano, las cuerdas y los cuernos la acompañan a todo volumen. Parece que algún tipo podría morir apuñalado mientras duerme. Sin embargo, después de ese comienzo, es un conjunto extrañamente elegante y tenue”.

En 2019, la actriz venezolana Samantha Castillo se vistió de ella para representar el monólogo Me llaman La Lupe en México D.F. En ese entonces, la actriz declaró: “era una artista extraordinaria, salvaje, profunda, intensa. Una mujer rebelde que rompió esquemas sobre lo que se supone que debe ser una cantante, una artista o una mujer. Creo que vivió a plenitud”.

No obstante, ninguna descripción puede expresar lo que significó esta leyenda cubana mejor que ella misma. Aquí les dejamos a la Reina del Latin Soul en acción:

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