La música en la guagua: en silencio no ha podido ser

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Viajar a bordo de ómnibus cubano, o sea, una guagua de toda la vida, es una experiencia a medio camino entre La Divina Comedia y Star Trek, con algunos ingredientes de Marco y bastante del caballo de Troya

Semejante trayecto de proporciones argonáuticas y hasta odiseicas, bien podría ser calificado por Enrique Iglesias (Henry Church para algunos yumas) como una “experiencia religiosa”, mientras que su colega Marc Anthony diría que “no hay nadie como ella” mientras se va convirtiendo en una “flor pálida” al calor meridiano de agosto, dentro de un P14, rumbo a la Novia del Mediodía.

Al interior de esa bestia mecánica que cada día nos ¿ayuda? a movernos del punto A al B, el componente musical viene a ser un factor particularmente importante. Raro es el día en que los altavoces callan en las entrañas de nuestras Moby Dicks urbanas, algo que, en vez de incitar a la calma, suele despertar aún más la inquietud de los pasajeros.

Según aseguran varios expertos en la materia, la clave de este problema parece ser la adicción enfermiza de los cubanos a la música. La ciencia ha encontrado consecuencias terribles en los nativos del archipiélago que se hallan lejos de sus vibraciones, entre las cuales se incluyen el síndrome del “buey cansao”, la “subida de bilirrubina” y, el peor de todos, un complejo cuadro clínico conocido como “eso-que-anda”.

Pero como aquí somos solidarios, y no nos gusta que el resto la humanidad circundante ande por ahí padeciendo los latigazos del insoportable mono musical, vamos de guagua en guagua repartiendo decibelazos en nombre de la libertad de expresión.

El resultado de tal “política” es un abanico musical más variado que las excusas de un trabajador del Registro Civil. Da igual si la “nave” que nos tocó es un P6, un A44, o cualquier otra combinación alfanumérica de esas que se pasean sobre ruedas por las calles de la Isla. Si estás montado, puedes hallar prácticamente lo que quieras. No obstante, siempre hay patrones que se repiten.

Por ejemplo, si usted acaba de pelearse con una novia/novio/amante, de pronto los astros se alinean para proveerle una excelente selección de temas con el objetivo de lograr que su hígado se cuartee un poquito más. Prepárese, pues, para que sus tímpanos retumben con los hits de Álvaro Torres, Roberto Carlos (ojo, no el futbolista), Miriam Hernández, Nelson Ned, Rudy La Scala, Checo Acosta y Marco Antonio Solís, genios de la autoflagelación, el sufrimiento lírico y/o la incitación explícita al llanto con sollozo y consumo de bebidas alcohólicas en un bar de mala muerte a las tres de la mañana.

Ahora, si lo que trae en el cuerpo es sabrosura fiestera, le aseguro que tanto el chófer como sus compañeros de tripulación se desvivirán por darle todo lo que necesite. Desde ABBA, pasando por Michael Jackson, Kool and The Gang y Boney M, hasta lo mejor de la contagiosa salsa noventera y los éxitos discotequeros de esa misma época, usted hará de maravillas la ruta Guanabo-Habana Vieja. Quizá hasta tenga la suerte de toparse con una bola brillante, igualita a la que tenía John Travolta en Saturday Nigh Fever, aquel filme en que él hacía como que bailaba y nosotros pretendíamos creerle.

Igual puede “coger” su mejor rocanrol, a golpe de Queen, Bon Jovi, The Rolling Stones o The Beatles, y al día siguiente recibir una ráfaga intensa de la Década Prodigiosa (que de lo último no tenía mucho) e ir al ritmo de los Fórmula Quinta, Los Bravos, Juan y Junior, Los Pasteles Verdes u otra banda con nombre de círculo infantil.

Sin embargo, y a pesar de lo mucho que se “pegan” los ritmos bailongo/melosos, hay un género que, como La Sandunguera de Van Van, se va por encima del nivel. Aunque en tiempos recientes lo “urbano” ha mutado hacia un tono más trap-ero, aquí en la Mayor de las Antillas no llegamos a tanto. Sí es cierto que escuchamos a los foráneos Bad Bunny, Anuel AA y Ozuna, pero hay razones po-po-po-po-por las cuales escogemos quedarnos con el producto local.

Dígame si no es inigualable la experiencia de ir rumbo al hogar-dulce-hogar a las 5:30 de la tarde, mientras disfruta de una fantástica selección protagonizada por el “reparto” de Chocolate MC, Wildey, El Taiger, El Negrito, El Kokito y Manu Manu y o de propuestas más mainstream o clásicas como pueden ser Elvis Manuel, Clan 537, El Micha, Gente de Zona, Los Cuatro o El Chacal.

Sea como sea, y a pesar de que no siempre coincida su gusto con lo que le ofrece el audio ambiente, puede ir seguro de que, a diferencia de Sergio Corrieri en aquella mítica serie televisiva, su viaje tendrá de todo menos silencio. Y si no le gusta lo que hay, lo único que le queda es irse caminando. Quién sabe si a ese ritmo termine convertido en un candidato a medallas en la marcha olímpica de 50 kilómetros. Sólo espero que durante la carrera no se le ocurra poner bocinas.

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