Las raíces cubanas tras el saludo del Black Power en México ‘68

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De izquierda a derecha: Peter Norman, Tommie Smith y John Carlos. Foto: AP.

El mundo actual está de cabeza: hambre, colonialismo disfrazado, monopolización de la economía, desigualdad, pérdida de libertades individuales, paranoia, hipersensibilidad y violencia “a granel”… son ingredientes de ese intenso cóctel que, “coronado” por un inoportuno virus, retrata al 2020.

Sin embargo, sería bastante inexacto de nuestra parte pensar que la actualidad es la más agitada de todas. Basta con agarrar la prensa de cualquier década anterior para intuir que la humanidad lleva más tiempo del recomendable montada en un bólido sin frenos con rumbo bastante poco esperanzador.

Pese a ello, siempre han existido individuos coherentes y “bravos”, quienes se han plantado en contra de lo que está mal, más allá de las consecuencias que eso implica. Ghandi, Luther King Jr., Lennon, o Teresa de Calcuta, han sido célebres, entre otras razones, por alzar su voz en contra de las reglas injustas con que se “juega” a la vida en nuestro planeta. Pero no han sido los únicos.

John Wesley Carlos nació el 5 de junio de 1945 en Harlem, Nueva York. Sus padres eran Earl Carlos Jr., veterano de la Primera Guerra Mundial y Violis Lawrence, cubana de ascendencia jamaiquina y criada en Santiago de Cuba. Mucho tuvo que ver la influencia de la madre, y su experiencia en Cuba, en la formación del futuro medallista olímpico, declararía años después el velocista.

La infancia del chico fue feliz, mientras todo se resumía a juguetear por ahí y soñar con una buena educación para el futuro. Pero al llegar a la escuela empezó a conocer un poco más el mundo y notó que las cosas no eran tan simples como las imaginaba.

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Sólo tenía siete años cuando empezó a notar que en su Harlem natal los negros no eran iguales que los blancos. La gente de su color no tenía las mismas oportunidades de trabajo ni era tratada con la misma amabilidad que los de origen caucásico. Ni siquiera los vagabundos eran desalojados de la misma forma: los blancos eran notificados a gritos, mientras sus “hermanos” recibían porrazos.

En medio de aquel panorama, el joven creció y comenzó a practicar deportes. Su velocidad en la pista de atletismo y sus brillantes resultados en el aula lo llevaron a ganarse una beca para estudiar en la East Texas State University. Allí, sus triunfos de 1967 en 100, 200 y el relevo 4×400 lo llevaron a hacerse un nombre a nivel nacional y ese mismo año fue campeón panamericano en el doble hectómetro de Winnipeg. Pero no sería hasta 1968 que su nombre llegaría a los titulares de todo el mundo.

México 1968. Juegos Olímpicos. Final de los 200 metros planos. Oro y bronce para Estados Unidos. Ceremonia de premiación. Puños en alto. Black Power.

El gesto de Tommie Smith y John Carlos significó posiblemente el momento más abiertamente político en la historia del olimpismo. Ambos subieron al podio descalzos, portando pegatinas del Proyecto Olímpico para los derechos Humanos (OPHR, por sus siglas en inglés) y con un guante negro en una de sus manos en señal de identificación con todos los negros que habían sufrido debido al racismo en su propio país.

El Comité Olímpico Internacional los expulsaría ipso facto de la lid, pero su idea perduró, afortunadamente, en la tripleta de medallistas norteamericanos de los 400 lisos y luego también la retomó el saltador Bob Beamon.

Años después, en 2008, Carlos reunió el valor para preguntarle a su madre sobre aquel trascendental hecho. Un breve pasaje de esa conversación aparece publicado en un texto publicado por The Seattle Times.

  • Mamá, estabas avergonzada, –preguntó John.
  • Nunca lo estuve y nunca me avergonzaré de ti. Pero tenía miedo de recibir una llamada a media noche diciendo que te habían matado.
  • Mamá, ellos pueden matarme. Pero no pueden matar lo que defiendo.

Después de aquel enaltecedor instante en tierra de los aztecas, Carlos siguió su carrera deportiva en el atletismo y en 1969 logró igualar los 9.1 segundos, marca que entonces era récord mundial absoluto en los 100 metros planos.

En 1970 entró en el draft de la National Football League (NFL) y fue seleccionado para probarse con los Philadelphia Eagles, pero una lesión de rodilla le impidió seguir su camino en el máximo nivel del fútbol americano. Al recuperarse, estuvo otro año practicando ese deporte en Canadá, con los Montreal Alouettes y poco tiempo después se retiró del alto rendimiento.

Posterior a su despedida de las pistas y canchas, John Carlos trabajó con la marca de ropa deportiva Puma, el Comité Olímpico de Estados Unidos y el Comité Organizador de la cita estival de Los Ángeles ’84.

Desde 1985 se desempeñó como consejero y entrenador en la Palm Springs High School de California y en 2003 fue exaltado al Salón de la Fama del Campo y Pista estadounidense.

La acción que realizó junto a Tommie Smith quedó inmortalizada en la Estatua Olímpica del Poder Negro (Olympic Black Power Statue), obra del artista Rigo 23, que fue colocada en el campus de la San Jose State University.

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