Lázaro Armenteros: “Nunca pensé irme de Cuba, pero conmigo se cometió una injusticia”

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Lázaro Armenteros es una de las principales joyas de Oakland. Foto tomada de Baseball Prospectus.

Lázaro Robersy Armenteros Arango (La Habana, 1999) comenzó a practicar béisbol un día 24. No sabe por qué recuerda el número, pero no el mes. Tenía ocho años. Después estuvo casi una semana sin dormir.

Luego, su padre, que jugó baloncesto durante varios años, quiso que el hijo siguiera sus pasos. Permaneció unas semanas probando movimientos, dribblings, saltos, tiros desde el perímetro. “No entró el basket en mí de ninguna forma”, me dice.

Regresó al béisbol. Pocos lanzadores podían dominarlo. En los equipos de su municipio de residencia, San Miguel del Padrón, se volvió imprescindible. Conectaba batazos con facilidad por todos los ángulos del terreno y acumulaba, sin muchas complicaciones, promedios ofensivos por encima de .300. Pese a ello, solo fue incluido en dos ocasiones en el conjunto de Ciudad de La Habana. La primera vez, integró el elenco de la categoría 13-14 cuando tenía doce años. No jugó mucho. En el sub-15 comenzó a explotar su potencial.

De aquellos años recuerda especialmente a varios entrenadores que lo ayudaron a desarrollar sus habilidades, entre ellos, Andrés García, alias “el chispa”, Roberto Rodríguez y Bastida.

Los cazatalentos del béisbol norteamericano comenzaron a seguirlo durante el Mundial para menores de quince años, celebrado en Sinaloa, México, en el verano de 2014. En ese certamen, el joven jardinero conectó para .462, con tres dobles, cinco triples y ocho empujadas en los nueve partidos que disputó la selección nacional en su camino al cetro. Fue incluido en el Todos Estrellas.

De acuerdo con un reporte de MLB, ese propio año, en el campeonato nacional de la categoría, disparó 42 indiscutibles (ocho tubeyes, tres triples y seis cuadrangulares) en 38 choques. Se robó doce bases. Pero, de alguna manera, Lázaro no llegaba a convencer a algunos directivos.

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“Hubo un momento en que no querían que yo jugara en La Habana, ni querían que lo hiciera en otra provincia. Más tarde estuve cerca de un mes en Artemisa. Mi papá vivía en aquel entonces en Guanajay y me fui para allá. En Artemisa me querían, pero en La Habana no. Cosas de ellos. Quería representar a mi provincia y no podía. A raíz de ese problema decidí salir del país, pero en mi mente nunca estuvo esa idea. Ellos fueron, prácticamente, los que me obligaron. Si no hubiese sido así, nunca me habría ido de Cuba. Es la verdad. A veces lo que sucede, conviene.

“Conmigo se cometió una injusticia. Lo siento de esa manera. Como mi familia no era nadie en el sentido de que no tenía alguien que me empujara ¿entiendes lo que te digo?… entonces me costaba un poco más de trabajo llegar hacia donde quería llegar. Si yo quería hacer equipo en La Habana, tenía que rendir por encima de todos los que estaban ahí. Igual ocurría a la hora de conformar el Cuba. Siempre fue así”.

Luego de aquella decisión, la meta inicial era llegar a Haití y después cruzar la frontera hacia República Dominicana. Esta fue la ruta que siguió Lázaro: viajó a Ecuador con su madre, pero le negaron la entrada; regresó a Cuba y tiempo después tomó un vuelo hacia Rusia con la idea de comprar allí un boleto para marchar hacia Port-au-Prince, y ocurrió algo similar a lo que le sucedió en tierras sudamericanas. Finalmente llegó al país caribeño, procedente de Alemania. Luego atravesó el límite que lo separaba de suelo quisqueyano. “Nunca pasé situaciones crudas mientras cruzaba la frontera. No sé si es porque me confundían con ellos”, sonríe.

“Cuando llegué no me fue a ver ningún scout. Mi entrenador y el inversionista que me ayudó a salir de Cuba tenían planeado que yo me preparara durante un tiempo para cuando se diera la oportunidad de presentarme ante los buscadores de talento.

“Los Atléticos de Oakland siempre estuvieron muy interesados en mí, pero no eran los que más interés habían mostrado. Los que más me siguieron fueron los Padres de San Diego. Enviaron a una persona hasta mi casa para que hablara conmigo.

“Después se echaron para atrás porque habían contratado a muchos peloteros por esas fechas y estaban cortos de dinero. Oakland aprovechó, se me acercó uno de sus máximos dirigentes y me dijo que estaban dispuestos a ofrecerme el doble de lo que me pudiera prometer cualquier equipo. Y así mismo fue”.

El 2 de julio de 2016, a los diecisiete años, firmó por tres millones de dólares con la organización del oeste de la Liga Americana. Antes, un equipo de la liga profesional japonesa le había ofrecido alrededor de 12 millones más. “Toda mi vida he visto el deporte como un juego y no como un negocio. Lo practico para divertirme, no por más nada. Todo el que vive en Cuba y conoce lo que se pasa para jugar al béisbol en Cuba, sabe que, para dedicarle tu vida a esto, tiene que gustarte en realidad”, me dice.

Lázaro, desde un inicio, comenzó a ser considerado como uno de los principales prospectos de los Athletics y varios medios y especialistas empezaron a compararlo con el célebre Willie Mays (miembro del Salón de la Fama desde 1979) por el estilo de juego y el físico. Era capaz de correr de home a primera en menos de seis segundos y medio. Su somatotipo (más de seis pies de altura y alrededor de 200 libras de peso) es similar al de los clásicos sluggers. Varios directivos de los A’s confían en que Armenteros pudiera ser una de las esperanzas de una organización que necesita volver a contender por el primer puesto de su división.

En 2017 dio las primeras muestras de su talento en la Liga de Arizona, con nivel Rookie. Completó slash line de .288/.376/.474. Después tuvo pocas oportunidades en la Liga de Verano Dominicana (DSL, por sus siglas en inglés).

Un año más tarde, en clase A, consiguió números casi idénticos, pero mejoró su cifra de jonrones (pasó de conectar cuatro a llevarse las cercas en ocho ocasiones), y en 2019, en A avanzada, fue pieza fundamental en el equipo de Stockton, con OBP de .336, 17 vuelacercas y 61 empujadas en 126 encuentros.

Pese a ello, piensa que todavía no ha tenido una buena temporada. “El año bueno mío iba a ser este. Me preparé muy bien, aunque ahora mismo todavía me estoy recuperando de una lesión en la muñeca y siento como si estuviera a un 90 por ciento. Anteriormente nunca había entrenado en offseason y hace unos meses sí lo hice, y bastante. No sabía lo que iba a pasar, pero tenía la fe de que en 2020 no me iba a quedar en el mismo nivel, hasta que llegó la situación del coronavirus y lo frenó todo.

“Me dediqué a mejorar en cuanto a la localización de los pitcheos para reducir la cantidad de ponches que me he tomado. Hice énfasis en no intentar irme con lanzamientos malos, en ser más selectivo y buscar un mejor contacto con la bola.

Entrena con los hermanos Gurriel, especialmente con el mayor. “Quiero exhortar a todos los muchachos de aquí de la Florida a que vayan a entrenar con él, que es una bestia. Si quieren estar ready para lo que viene, entonces vayan a ver a Yuniesky”.

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Después de la entrevista, conversamos sobre temas, quizás, menos ordinarios. Por ejemplo:

Aynel: Juego con Oakland en un videojuego, que es como un simulador de béisbol, parecido a los Football Manager. Se llama Out of the Park. Te subí a MLB y saliste novato del año.

Lázaro: Está bueno eso. Yo, de vez en cuando, juego igual con la AA de Oakland y doy buenos jonrones.

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