Mario Balmaseda: desde poder abandonar Cuba hasta los premios nacionales de Teatro, Televisión y Cine

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Mario Balmaseda llevaba siete décadas destinadas a la actuación. Este mulato, hijo de una familia negra de mediana burguesía, nació en La Habana en 1941, y durante los años cincuenta del pasado siglo ya trabajaba en el Cabaret Montmartre.

Tuvo una infancia ligada al arte. Su madre era declamadora, pero los primeros contactos con el mundo del espectáculo le llegaron mediante la vedette Digna Zapata, quien fue su prima. La soltura en el medio la aprendió de su padrastro, un abogado al frente de varios negocios y casinos, quien lo enseñó a desenvolverse en ese entorno.

De joven tuvo una formación militar. Había estudiado construcción en una escuela de Artes y Oficios. El año 1959 marcó una fecha fundamental en su vida. Su familia dejaba el país y debía decidir si los acompañaba o permanecía en Cuba. Optó por lo segundo y comenzó una nueva etapa. Formó parte de las milicias y comenzó a rodearse de estrellas como Raquel Revuelta y Mario Limonta. Conoció a la escritora Mirtha Aguirre, al dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa (a este en la Biblioteca Nacional mientras leía poesía) y, aunque siempre le había gustado el cine, no imaginaba que llegaría a ser actor.

A fines de los sesenta formó parte de la primera Brigada de Teatro Obrero Campesina que tenía como misión acercar el arte a los campos. Luego dedicaría tiempo a estudiar seminarios de dramaturgia. Clases de grandes profesores moldearían al joven actor. Estuvo algún tiempo como aficionado, participando en obras, incluso con papeles protagónicos. En el Grupo de Teatro Ocuje compartió escena con actores experimentados como Tito Junco y Daysi Granados.

La etapa de formación la terminó en la antigua República Democrática Alemana y con su paso por el Teatro Nacional de Cuba. Estos saberes los puso en práctica cuando tuvo bajo su cargo el Teatro Bertolt Brecht, donde dirigió obras como Andoba. Actuaba, dirigía, escribía… en este medio alcanzó la cúspide.

Del teatro pasó a la televisión. Llegó a los hogares cubanos con audiovisuales como Aventuras de Juan Quinquín, En silencio ha tenido que ser (asumió el papel de Reinier, agente de la Seguridad del Estado, quien era el contacto directo de David, rol que encarnó el actor Sergio Corrieri), La gran rebelión y Un bolero para Eduardo.

Se estrenó en la gran pantalla en 1971 con el filme Los días del agua, del director Manuel Octavio Gómez y, prácticamente, no paró de aparecer en largometrajes. En el año 1973 se presentaron tres películas en las que actuaba: El hombre de Maisinicú, Ustedes tienen la palabra y El extraño caso de Rachel K. Formó parte del elenco de obras como De cierta manera, de Sara Gómez; La última cena, de Tomás Gutiérrez Alea; El brigadista, de Octavio Cortázar y Se permuta, de Juan Carlos Tabío. Con 74 años, en 2015, actuó en el filme Vuelos Prohibidos, de Rigoberto López.

Había interpretado a Lenin en la obra El carrillón del Kremlin y, para 1985, Baraguá, de José Massip, le valió merecidos reconocimientos por su personaje de Antonio Maceo, el cual está reconocido como una de las mejores caracterizaciones del cine cubano. Sobre esto, el actor ha expresado: “una cosa es entender la vida de Maceo y otra representarla. No me veía en el personaje”. Sin embargo, el director confiaba en él. “Insistió en que no le interesaba una caracterización desde el punto de vista naturalista, un parecido exacto, sino crear una impresión, una atmósfera”. Este rol trajo consigo un estudio profundo, libros, biografías, fotos… analizaron todo lo relacionado con el Titán de Bronce. A las sesiones de entrenamiento de equitación les dedicó muchísimas horas.

Más allá de su emblemática actuación, Mario Balmaseda ha reconocido, en no pocas ocasiones, el trabajo de maquillaje de esta obra. Con barba real, pero bigote falso. Le afeitaron las cejas y le dibujaron la forma que necesitaba. Usaron pegamento para las entradas y los ojos. Hubo transformaciones en la nariz y mucho sol para oscurecer la piel.

Pese al reto que esto entrañó, dijo al periódico Granma que había disfrutado todos los personajes que había encarnado, sin establecer categorías entre uno y otro, aunque distinguió que el cine le ha permitido convertirse en muchas personas y que quede registrado para siempre.

Mario Balmaseda acumula, por sus méritos, tres premios nacionales: Teatro (2006), Televisión (2019) y Cine (2021). Ha recibido otros galardones como la orden Juan Marinello y la medalla Alejo Carpentier, otorgada por el Consejo de Estado de Cuba; la distinción de oro entregada a personalidades destacadas de la cultura por el Teatro de Bratislava (antigua Checoslovaquia); premios de la popularidad, por mejor puesta en escena, mejor actuación y otros.

El actor ha recibido, además, el mejor de los lauros: el reconocimiento y la gratitud de su público. En una entrevista, declaró: “por eso siento, cuando me felicitan en la calle, que el saludo es sincero, que es alegre”.

Como maestro de varias generaciones de actores, también de ellos ha recibido muestras de cariño. Esa fue una de las pocas vías que tuvimos para mantenernos al tanto de su vida en los años recientes. Falleció el 8 de octubre de 2022.

Captura de pantalla de la publicación de Mario Guerra en Facebook.
Captura de pantalla de la publicación de Luis Alberto García en Facebook.

 

 

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