Mario García-Montes: “Que en Cuba se hayan hecho buenas películas de animación fue un lujo”

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Mario García-Montes. Foto tomada de su perfil en Facebook.

En torno a la animación en Cuba hay varias personas que destacan, pues su trabajo haciendo “muñequitos” sirvió no solo para poner en alto el nombre del cine nacional, sino también para dejar una huella enorme en varias generaciones de nosotros, quienes crecimos disfrutando, como en un fabuloso bucle infinito, la magia de Elpidio Valdés, los Filminutos, Vampiros en La Habana y otras tantas joyas.

Mario García-Montes es una de esas figuras esenciales en la etapa más importante de esa manifestación en la Isla. Él, junto a un genio como Juan Padrón y otro fantástico equipo de creadores y profesionales de este campo, dedicaron la mayor parte de sus vidas a esa suerte de magia que va de ponerle movimiento a los dibujos que originalmente nacieron anclados a un simple trozo de papel.

Autor de cortos como Dribleando, El caballito de los dos nombres, La fiesta de los hongos, Fauna cubana y el multipremiado El pequeño planeta perdido, Mario vive hace algunos años en Estados Unidos, tierra en donde ha aportado su experiencia a la realización de videoclips para Willy Chirino (El Diablo llegó a La Habana) y Albita Rodríguez (Jaleo y Beso malo, junto a Alexis Valdés), así como a varias producciones de los canales MegaTV y América TeVé.

Cubalite contactó con él recientemente para conocer sobre su prolífica carrera y su rol en la época dorada de la animación en la Mayor de las Antillas.

Cuénteme sobre su infancia ¿Dónde creció y cómo esa etapa de su vida influyó en el artista en que se convertiría años más tarde?

Crecí entre la Habana y Jiguaní. Mi madre es de allí y para allá iba todas las vacaciones con mis abuelos maternos. En Jiguaní me sentía muy libre, no solo porque en ese entonces la vida era, creo, más sana, y porque estaban el campo, los ríos, los caballos, las matas de mamoncillos, de anón, las ciruelas, mangos y las naranjas al alcance de la mano, sino porque estaba lejos de la vista protectora de mi madre, y ya sabemos que los abuelos son especiales para con los nietos.

No sé si «influyó» es la palabra adecuada. No sé si algo influyó en mi niñez. Sí sé que pasaba horas ante el TV viendo los «muñes» y desde niño tuve la suerte de poder saber qué era lo que quería ser cuando fuera grande: trabajar “haciendo muñes”. Todos me gustaban, hasta los “de palo”. Igual me fascinaban las revistas de historietas, los “muñes de leer” que coleccionaba por montones.

¿Cómo fue su camino desde la Facultad de Artes y Letras hasta llegar a los Estudios de Animación del ICAIC? ¿Lo tuvo siempre como un objetivo o fue algo más bien fortuito?

Mario durante su trabajo en Cuba. Foto tomada de Cine cubano, la pupila insomne.

Me sucedió totalmente al revés de cómo lo preguntas. Primero entré al ICAIC y después me gradué de Artes y Letras. Nada de lo que podía estudiar me gustaba, y tuve la suerte —de nuevo—, de poder entrar a trabajar y después empezar a estudiar lo que me hacía falta para hacer ese trabajo. Tengo amigos frustrados que estudiaron algo que pensaban que les atraía y dejaron la carrera a la mitad, o después de graduarse nunca la ejercieron, sencillamente porque no les gustaba o la rechazaban.

¿Qué ideas tenía de esta manifestación artística antes de convertirse en un profesional?

Mientras estaba en el primer año del Preuniversitario en el Saúl Delgado se abrió una convocatoria en el ICR para un curso de formación de animadores. Uno de mis compañeros de aula era Tony Pol, un gran diseñador fallecido recientemente, quien durante una época tuvo una sección en la Revista Bohemia donde publicaba unas historietas cortas de 3 cuadros llamada «de bala». Sabiendo cuánto me gustaba eso, él me avisó y ambos nos inscribimos en el curso, que solo nos duró par de días, pues cuando se enteraron allí de que éramos estudiantes y no trabajadores, nos botaron. Pude saborear muy brevemente lo que después sería mi carrera de 22 años en el ICAIC. Salvo esos dos raticos, más nada. No obstante, imagino que eso bastó para darme la respuesta de cómo hacían para mover los dibujos que yo veía en el TV y me fascinaban.

¿Cuánto tiempo puede llegar a pasar un animador “pegado” a su trabajo?

He oído historias de muchos animadores que se quedan encerrados, trabajando en un estudio durante tres días, sin dormir ni comer. No sé si hubiera podido hacer eso. Cuando se es joven y uno disfruta lo que hace, las horas pasan y no te das cuenta, pero en el ICAIC, salvo contadas excepciones, trabajábamos ocho horas, de lunes a viernes. Ahora que lo hago todo yo solo y en una computadora, cuando termino mi trabajo de ocho horas (que no es de animación), sentarme en la computadora para hacer animaciones me cuesta mucho, especialmente, porque tengo que disponer de, al menos, par de horas como mínimo, si no no vale la pena. Y el tema es que no siempre tengo ese tiempo disponible.

Se habla poco de su carrera como ilustrador y humorista gráfico ¿En qué sentido eso complementaba su trabajo como animador de cine y como creador en general?

A mí me parece que es algo obvio, que se cae por su propio peso, porque son parientes cercanos (muy especialmente la historieta). Sin embargo, he conocido a animadores que hacen su trabajo muy bien, pero no son capaces de crear un dibujo de su propia imaginación y eso nunca lo he logrado comprender.

Recuerdo que mis primeros trabajos fueron en Salones Nacionales de Humor Gráfico en Cuba. Después comencé a participar, a través de la Sección de Humorismo de la UPEC, en Salones Internacionales en distintos países hasta que me enteré de que los dibujos de los que no pertenecíamos a «la piñita» se quedaban engavetados en la UPEC, por lo que a partir de ahí me iba al correo y los enviaba por mi cuenta. Mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Diseño Gráfico, varios de mis compañeros de clases eran diseñadores de algunas de las revistas que circulaban en Cuba y no pocos me pidieron que les hiciera dibujos humorísticos.

Así colaboré con publicaciones como Proa y Puerto, Alma Mater, Filatelia Cubana y Mujeres. A pesar de los tropiezos, algunos dibujos míos están en Museos de Humorismo como el de San Antonio de los Baños en Cuba, el de Gabrovo en Hungría, el de Grecia, Portugal, etc. De vez en cuando me dan arranques de ganas de hacer algo y participo, pero cada vez lo hago menos. En diciembre de 2019 salió publicado mi primer libro de humorismo gráfico alrededor de un único tema: los peces.

Trabajar en una serie icónica como Quinoscopios, junto a Juan Padrón y Quino, es un momento importante en su currículum. Cuénteme sobre las peripecias del proceso creativo de esos materiales.

Para comenzar, me siento muy orgulloso de haber estado ahí con estos dos GRANDES (así con mayúsculas). Me siento así porque tuvieron confianza en mí y porque después de terminado, aplaudieron mi trabajo. Padrón se encargó, junto a Quino, de adaptar los dibujos de este último al cine. Y lo logró de una manera espléndida. Mi tarea fue darles vida a esas ideas. Lo que más intentábamos todos era cuidar los dibujos de Quino, tan maravillosos, y que pedían, además, muchas animaciones cuadro a cuadro, debido a la naturaleza de los diseños y los detalles. Eso solo lo pudimos lograr gracias a que contaba en mi equipo con dos artistas muy especiales: Jorge Jardón, que fue, probablemente, el mejor dibujante que tuvo la Sección de Animación en aquel entonces, y Dalia Vázquez, que se esmeró muchísimo en su trabajo de «limpieza».

No siempre los premios reflejan la realidad, aunque siempre son bien recibidos por los premiados. Por eso, cuando el Quinoscopio 1 fue seleccionado por el jurado del Festival de Cannes para entrar en la competencia, supimos que habíamos hecho un excelente trabajo todos: Quino, Padrón, los animadores, los de línea y relleno, la colorista, la editora, el músico, el de los efectos especiales, etcétera.

Los Quinoscopios 1, 2 y 3 los animé con mi equipo antes mencionado. Para el 4, el 5 y 6 se nos unió el animador José “Pepe” Reyes con su gente, creo que porque estaban apurados por terminarlos por algo que no recuerdo. Sin dudas fueron de mis mejores trabajos como animador, si no los mejores.

Vampiros en La Habana es una pieza fundamental, no solo de la animación, sino del cine cubano en general ¿Cuénteme cómo fue la creación de ese universo y sobre la censura que existió alrededor del filme?

Ese es otro trabajo del cual me siento orgulloso de haber participado. No hay lugar en el mundo que yo haya visitado donde la gente no conozca la película. Todos los animadores trabajamos en ese largometraje por más de un año, poco tiempo si sabes cuánto le toma a Disney hacer un largometraje.

Por supuesto que no hay comparación entre el derroche de tecnología, efectos… de parte de ellos, pero eso demuestra que para hacer una buena película no necesariamente hacen falta tantos recursos. Por supuesto que ayuda, pero…

En cuanto a la censura, pues no recuerdo que haya existido alrededor del estreno de la película, aunque, ojo: que yo no la recuerde no quiere decir que no la hubiera. Sí me acuerdo de que hubo censura a alguna(s) escena(s) como esa en donde Pepito y la rubia mujer del Jefe de la Policía aparecían; había otras quizás demasiado “picantes” para algunos mojigatos. Creo que todo vino porque alguien quiso tratar de que la peli fuera para todas las edades, aunque tampoco estoy seguro de eso.

¿Cómo era hacer animación en la Cuba de hace tres décadas? ¿Cuáles eran los retos, obstáculos y maravillas de trabajar en ese entonces?

Nosotros heredamos la manera tradicional de hacer animación de los norteamericanos: las mesas, las sillas, todo. Nuestro libro de cabecera era el de Preston Blair, uno de los grandes animadores de Disney. Sin embargo, era una contradicción porque tuvimos que seguir más bien la manera de hacer de la United Productions of America (UPA), creada por dos exanimadores de Disney que, por problemas de presupuesto, pasaron de lo que se conoce como full animation a la «semi-animación» por la que se hicieron famosos Huckleberry Hound, Los Picapiedras (The Flintstones), Mr. Magoo, entre otros.

El libro nos servía de alguna manera porque tenía conceptos básicos, aunque uno se podía traumatizar al ver las poses y dibujos de Blair, que son fenomenales.

Además de seguir a la UPA en cuanto a crear diseños de apariencia 2D, adaptamos el concepto a nuestra realidad, que quiere decir, “hazlo con lo que tengas y esfuérzate de que salga lo mejor posible y de buscar soluciones”.

Y estos son los retos y las maravillas: un buen ejemplo sería mi corto El pequeño planeta perdido. Ahí usé animaciones distintas, de dibujos en papel, de objetos tridimensionales… hasta una filmación en vivo. Nos rompimos la cabeza el camarógrafo y yo, pero nos divertimos muchísimo y creo que valió la pena porque me parece que es una película «distinta» a todo lo que se hacía y se había hecho hasta entonces.

¿Cómo ha sido su recorrido luego de irse de Cuba hace más de veinte años?

Decidí salir de Cuba en 1994 y lo logré en 1995, cuando fui rumbo a Caracas, Venezuela. Allí tuve una buena experiencia porque trabajé en una compañía que hacía juegos para niños en disquetes, pasamos a CD y más tarde a DVD. Yo hacía los diseños y las animaciones, aprendí a trabajar en la computadora; en Cuba solo había logrado saber cómo se encendía y apagaba.

Trabajé en unos pocos comerciales para la televisión y, paralelamente, estuve durante unos dos años escribiendo y haciendo dibujos humorísticos para un semanario llamado El Camaleón; también llevé adelante tres talleres de animación para niños y jóvenes. Sin embargo, económicamente no me iba tan bien, y cuando la situación política y económica empeoró decidí volver a hacer las maletas y partir de nuevo.

A Miami llegué en el 2000. Aquí he hecho comerciales, animaciones para la TV; terminé una serie llamada Los Tarúpidos, que había comenzado en Venezuela y se pasó durante dos años por un canal local; también he hecho carteles para películas, diseños de portadas de libros, CD’s y DVD’s, historietas, y he participado en algunos concursos internacionales de dibujo humorístico.

También produje, junto a un amigo y durante unos tres años, conciertos y Festivales de Rock Cubano Underground. Y sí, nunca he dejado de extrañar los buenos tiempos de hacer películas en el ICAIC, pero todos los procesos tienen un nacimiento, un punto álgido y finalmente declinan y perecen. Todo. Comenzando por nosotros mismos. Me he dado cuenta de que nuevas generaciones de muy talentosos animadores vienen exigiendo su espacio. Yo estoy luchando por quedarme un poco más, pero la batalla es difícil.

En Cuba hay mucha creatividad y gente talentosa, pero da la impresión de que se hace demasiado poca animación y la que sale, al menos la producida desde las instituciones estatales, no resulta muy interesante, al punto de que podría pensarse que nos hemos quedado estancados en ese sentido ¿Cuál es su opinión acerca del tema? ¿Sucede eso?

No tengo información para darte una respuesta adecuada. El cine y la animación son muy caros, y que un país como Cuba haya podido hacerlo de la manera en que lo hizo en su época gloriosa, fue un lujo solo posible porque el gobierno lo pagaba todo. No sé si por ahí puede andar la respuesta.

¿Quiénes son sus referentes en la animación, más allá del mainstream?

Nunca he sabido responder esta pregunta. Soy muy malo para recordar nombres. Iba a los festivales y no me perdía ni una sola película, pero no recuerdo los nombres de los realizadores. Además, en Cuba era muy difícil seguir a los artistas por la falta de información, pues no había internet como ahora. Pero decirte quién pudo ser mi influencia, además de los realizadores del estudio de Animación del ICAIC, especialmente Padrón, no podría, al menos conscientemente.

Lo que sí sé es que traté siempre, como director, de alejarme de los demás porque no quería hacer películas solo por el hecho de hacerlas. La única por encargo fue Filminuto No. 29, pero todos tuvimos que hacer Filminutos como si fuera una fábrica de churros. Y como mi estilo de (mal) dibujo no se parece a ninguno de los otros, pues las pocas películas que hice como director creo que reflejan muy bien quién era o soy yo, especialmente Dribleando, por ejemplo.

¿Cuáles son las claves para aspirar a convertirse en un animador exitoso actualmente?

Si lo supiera, te juro que yo sería exitoso. Es como los que consultan para ayudar a los demás diciéndoles cómo hacer para triunfar y ellos están pasando el “Niágara en bicicleta”. Yo aprendí trabajando, no pasé por ninguna escuela, así que, si algún consejo puedo dar, de acuerdo a mi experiencia personal, es: “¡ponte a animar!”

¿Cómo se mantienen vivas la motivación y las ganas de hacer varias décadas después de haber empezado a animar “muñequitos”?

Para mí ha sido relativamente fácil porque no me imagino que hubiera podido hacer otra cosa en mi vida, salvo animaciones (o músico, pero esa es otra historia). La animación ha sido y lo es todo para mí. Absolutamente. Y nunca he dejado de hacerla, a pesar de que no siempre he podido vivir de ella.

¿Si tuviera que escoger entre animación 3D o 2D, cuál elegiría? ¿Por qué?

Respuesta fácil: 2D. Yo no sé animar en 3D. Y lo he intentado, ¡pero nunca sé para donde van los personajes! Creo que ya estoy muy viejo para eso.

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