Mitos y supersticiones que solo escucharás en Cuba

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La tumba de «La milagrosa» es visitada por muchísimas personas todos los años. Foto tomada de Todo Cuba.

Cuando un grupo de cubanos se junta, da igual si es en un cumpleaños, un velorio o en el muro del Malecón, la conversación termina yéndose casi siempre por un camino completamente opuesto al motivo original de la reunión. Es normal que, incluso en el ambiente más tenso, alguien se las ingenie para encontrar una manera de escapar del tedio, echando mano del enorme arsenal de ocurrencias graciosas que nos caracterizan.

Aparte del omnipresente chiste, también es cierto que otras veces la cosa termina inclinándose hacia la ruta de la fantasía. Empiezan a salir de ese enorme disco duro que es la memoria oral, todo tipo de supersticiones, relatos sórdidos sobre seres sobrenaturales y mitos que alguien nos contó alguna vez.

Esta última es una práctica posiblemente ajena para muchos citadinos, quienes quzás nunca hayan vivido tal experiencia. Pero si ocurre que ha estado usted alguna vez en el campo, seguro ha vivido una noche “de miedo”, entre fantasmas, aparecidos, diablos y jinetes sin cabeza.

Para regresar a esos momentos escalofriantes y misteriosos, aquí en Cubalite ponemos a su disposición algunos de los ejemplos más conocidos de la mitología cubana, que no será tan “cool” como la griega, pero seguro tiene más bastante más sabor.

El güije, jigüe o chichiricú

Popularizado por el carismático títere de “El camino de los juglares”, este es el personaje más conocido de todos, aunque según lo que se cuenta, no tiene mucho parecido con aquel que se bañaba al ritmo de “chiqui-chiqui-chiqui, agua y jabón”.

Según explican los entendidos, el güije es un tipo de guardián de la naturaleza que vela por la paz y la tranquilidad del monte, lugar de su nacimiento. Dentro de ese mundo puede ver lo que todos hacen, y si nota que sucede alguna maldad, escucharás a los pájaros gritar “te vi, te vi”. Este habitante de las orillas de los ríos tiene muy malas pulgas y también podría llegar a ser extremadamente cruel, hasta el punto de desaparecer a las personas que no le gustan. Le encantan las mujeres bonitas, a las cuales suele intentar conquistar, siempre sin éxito, cuando ellas se acercan al agua.

Para capturar a uno de estos, se supone que debemos juntar a 12 hombres de nombre Juan, e ir a medianoche al bosque, sitio a donde lo convocaremos dándole una docena de vueltas a una Ceiba. Si quiere más información, busque el animado “El Güije” para que tenga detalles de este “complejo” proceso.

La milagrosa de Colón

Cualquiera que visite la Necrópolis de Colón querrá pasar por uno de los lugares al que más gente acude cada día. Se trata de la tumba de Amelia Goire (Goyri) de Adot, llamada por todos “La Milagrosa”.

Amelia fue una joven de la aristocracia, sobrina de los poderosos Marqueses de Balboa. Luego de casarse con su primo, la muchacha quedó embarazada, pero al momento del parto, tanto ella como la criatura fallecieron. Los cuerpos de ambos fueron sepultados juntos, con el bebé colocado a los pies de la madre. Precisamente de ahí viene la leyenda, que afirma que tiempo después, al exhumarlos, el niño estaba en brazos de Amelia y ambos se conservaban como si no hubiera pasado un día de su muerte.

Desde entonces, muchas son las personas devotas que la visitan para pedirle milagros para sus hijos. La Milagrosa es una especie de patrona de los recién nacidos y de las mujeres que dan a luz.

La luz de Yara

Desde la etapa de la conquista llega esta historia, asociada a uno de los momentos más terribles luego de la llegada a la Isla de Colón y sus naves. La leyenda dice que cuando el cacique Hatuey fue quemado en la hoguera, una luz salió de su cuerpo, y que hasta la fecha se encuentra rondando esa zona. Otros opinan que se trata del espíritu de su esposa, Yara, quien se unió a él mientras era incinerado en la ardiente pira. Sea como sea, este mito sirvió para conservar un relato que, tal vez de otra manera, nunca hubiera sobrevivido al paso del tiempo.

La Madre de Aguas

Imagínese un majá del ancho de una palma, con un par de cuernos en la cabeza y unas escamas más duras que las de un chaleco kevlar. Superado el susto, podemos decir que esto es lo que todos describen como la Madre de Aguas.

Se trata de un reptil mitológico que supuestamente vive en ríos o lagunas, los cuales se mantienen crecidos mientras la enorme serpiente esté por ahí. Algunos cuentan que pueden vivir cientos de años y que, aunque su carácter tiende a ser bastante amable, si se siente amenazada puede ser un enemigo formidable, capaz de comerse un ternero sin esfuerzo.

El cagüeyro

Este ladrón mágico habita, supuestamente, en los campos del Oriente cubano, territorio donde se dedica a asaltar a los desafortunados que se crucen en su camino. Entre las habilidades particulares que lo hacen incapturable se encuentran la invisibilidad y la transformación en cualquier especie de la flora o la fauna local. Vamos, que ni la gente de Tras la Huella trabajando junto a los CSI darían pie con bola para meterlo tras las rejas.

Las posesiones vudú

Dentro de las leyendas que provienen del África occidental y que luego se transformaron y enraizaron en países americanos como Haití, podemos incluir aquellas que se relacionan con el vudú. Tal vez la más trascendental de las historias que se cuentan alrededor de este tema tiene que ver con las posesiones.

Aunque algunos suelen culpar de ello a los zombis, realmente se trata de un tipo específico de loa, figura del folclor que ejerce como intermediaria entre el “más allá” y el “más acá”. Los “loa” de la familia Guedé (ghede), asociada a los espíritus de los muertos, suelen meterse en el cuerpo de un vivo y causar estragos. El alcohol es una de las formas de calmarlos, aunque todo indica que estos violentos “resucitados” no son nada fáciles de apaciguar.

Supersticiones para todo el año

Da igual si funcionan o no, los cubanos tenemos un montón de rituales para diferentes momentos del calendario, los cuales cumplimos con más o menos rigor en dependencia de la familia.

Para empezar, el 2 de febrero, Día de la Candelaria, algunas mujeres suelen cortarse un poco el pelo. Unas solo eliminan las puntas, mientras que otras suelen dejarlo mucho más corto; todas con la idea de que en lo adelante el cabello les crezca con mayor fuerza y elegancia.

Mayo es otro mes que comienza con tradiciones. Es creencia popular que el primer aguacero que caiga en el quinto “capítulo” da inicio a la etapa de comer mangos, además de que hará que las personas que se mojen en él reciban la bendición de ser más bellos. Visto lo visto, puede que lo de los mangos sea cierto, pero, por otro lado, un montón de feos han comprobado que resulta ser un remedio, cuando menos, ineficaz.

Hacia finales del almanaque, los cubanos comienzan a pensar en el nuevo ciclo que se avecina, y con la esperanza de “mejorar”, suelen cumplir ciertas cábalas que les aseguren un buen porvenir. El 31 de diciembre, a las 12, hay quienes toman una maleta y dan una vuelta a la manzana porque, según dicen, eso ayuda con los viajes al extranjero. Lo otro es el agua que se lanza desde la puerta del hogar, la cual simboliza la salida de “lo malo” y la futura entrada de “lo bueno” por la puerta principal de la casa.

Para terminar, les dejamos con los colores “de moda” en diferentes etapas: amarillo (Ochún) es el que debe usarse para celebrar el 8 de septiembre a la Virgen de la Caridad del Cobre; el 4 de diciembre toca rojo (Changó) para Santa Bárbara, y el 17 de ese mes cambiamos a morado (Babalú Ayé) por San Lázaro. Por último, el día final del año, muchos eligen el blanco (Elegguá) para esperar la llegada del siguiente enero.

¿Crees que se nos haya quedado algún mito o superstición popular en Cuba? Déjanos saber en los comentarios.

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