Nilo Cruz, el dramaturgo que ganó el primer Pulitzer para Cuba

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Nilo Cruz. Foto tomada de la página web de los Premios Pulitzer.

Cuando el grupo de teatro El Público montó y presentó, durante seis semanas de 2014, la obra Ana en el Trópico (Anna in the Tropics), aquello despertó una particular curiosidad en el público habanero. En principio, porque cada pieza representada por los discípulos de Carlos Díaz es algo que vale la pena ver, pero a eso se sumó el hecho de que el texto en cuestión había merecido una década atrás el premio Pulitzer

Entonces se juntó un elenco formado por actores cubanos de las “dos orillas”, que incluyó nombres como los de Lily Rentería, Osvaldo Doimeadiós, Mabel Roch, Fernando Hechavarría, Carlos Miguel Caballero, Alexis Días de Villegas, Yanier Palmero y Clara de la Caridad González. Ellos fueron protagonistas de esta trama, que se desarrolla en 1929 y gira en torno a un grupo de tabaqueros del vecindario de Ybor City, Tampa, que vive recordando su pasado en la Isla.

Sin embargo, lo más notable de todo aquel suceso fue que se trató de una mirada a la inmigración cubana desde los ojos de Nilo Cruz, el primer hijo de la Mayor de las Antillas y también el segundo hispano* en obtener uno de los galardones más importantes de las letras estadounidenses.

La obra de este matancero nacido en 1960 refleja constantemente el tema de la diáspora antillana, algo que le tocó vivir a él mismo cuando se marchó del país a la edad de ocho años. Además de ello, los especialistas notan también en su prosa una mezcla sutil de realismo mágico y otras tradiciones literarias latinoamericanas.

El hijo de Tina y Nilo había comenzado a interesarse por la literatura desde que tuvo la suficiente madurez como para asumir la necesidad de contar sus propias historias. Alumno de Teresa María Rojas, María Irene Fornés y Paula Vogel, el muchacho se fue formando entre Miami y Nueva York. Cuando obtuvo su Máster en Bellas Artes de la Universidad de Brown, que comenzó a ascender seriamente como creador.

Su debut sucedió con Bailando de rodillas (Dancing on Her Knees, 1994) y durante la siguiente temporada estrenó Tren nocturno a Bolina (Night Train to Bolina) y Un parque en nuestra casa (A Park in Our House). Para 1998 regresó con Dos hermanas y un piano (Two Sisters and a Piano), en el ’99 publicó Un país de bicicletas (A Bicycle Country), al que le siguió Hortensia y el Museo de los Sueños (Hortensia and the Museum of Dreams, 2001), propuestas teatrales que le fueron ganando méritos de sobra para ser considerado una figura de relevancia en el panorama de la literatura cubanoamericana.

El gran momento llegó en 2003 con Ana…, una obra estrenada el año anterior que, además del Pulitzer a la Mejor Obra Nueva, también fue acreedora del premio Steinberg y hasta de una nominación al Tony, galardón que condecora a la élite del teatro en los Estados Unidos. En esa ocasión sucedió que la puesta en escena rompió las viejas costumbres, debido a ser reconocida por el jurado en base al texto, pues hasta ese momento no había sido llevada a las tablas en Nueva York.

Cruz confesó años más tarde en una entrevista al Nuevo Herald que, a pesar de que significó la ruptura de un enorme obstáculo para los creadores latinos, el premio está en una gaveta de su hogar, pues prefiere no estarlo viendo constantemente, con tal de mantener sus pies bien firmes en el suelo y continuar haciendo su arte desde la humildad.

Después de aquel éxito, vinieron, en 2003, Lorca con vestido verde (Lorca in a Green Dress) y Capricho, La belleza del padre (Beauty of the Father, 2006), El color del deseo (The Color of Desire), Hurricane (Huracán, 2010), Soto Voce (2014), Bañarse a la luz de la luna (Bathing in Moonlight, 2016) y Exquisita Agonía (Exquisite Agony, 2018)

Entre las plazas que han exhibido sus creaciones se cuentan el Public Theatre y el Theatre Workshop de Nueva York, el Pasadena Playhouse, el Teatro McCarter, el Festival Shakespeare de Oregon, el Florida Stage, el Mark Taper Forum y el Studio Theatre de Washington, además de ser acogido en Costa Rica, Canadá, Australia, Francia, España, Japón, Alemania, Colombia. Bielorrusia e Inglaterra.

Cruz también ha sido merecedor de premios como el que otorga el Fondo del Kennedy Center, la asociación de Críticos de Teatro y el Festival Humana para nuevas obras de teatro estadounidense, así como becas del Fondo Nacional de las Artes y la Fundación Rockefeller.

Paralelamente a sus producciones dedicadas exclusivamente a las tablas en su variante más tradicional, Nilo Cruz tiene un currículum envidiable en el que se incluye el libreto del musical Havana, de 2010, que contó con música de Frank Wildhorn y letras de Jack Murphy, y el texto de la ópera Bel Canto, de Jimmy López.

Igualmente, es conocido su trabajo en conjunto con la compositora peruana Gabriela Lena Frank en la realización de orquestaciones entre las que destacan La centinela y la paloma para Dan Upshaw y la St. Paul Chamber Orchestra (2011), The Saint Maker (2013), Journey of the Shadow (para narrador y conjunto de once intérpretes, 2013), Conquest Requiem (para soprano, barítono, orquesta y coro, 2017) y el corto Las cinco lunas de Lorca para la Ópera de Los Ángeles (2017).

Como profesor de dramaturgia, ha impartido clases en las universidades de Yale, Iowa y Brown, su alma mater. Relacionado con esa arista de su carrera, en 2009 le otorgaron el PEN / Laura Pels International Foundation for Theatre, que se entrega a teatristas estadounidense de relevancia en mitad de su carrera. Asimismo, en 2010 fue nombrado como Doctor Honorífico en Letras Humanas por el Whittier College de California.

Su más reciente trabajo se titula El último suelo de Frida, una ópera que está programada para estrenarse en San Diego, algo que ha debido posponerse hasta nuevo aviso debido a la crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus. Al respecto, Nilo Cruz ha declarado que una de las peores consecuencias de la pandemia para sí mismo ha sido tener que vivir con la tristeza de saber que hay tantos teatros cerrados.

*El primer autor de origen hispano en obtener un Pulitzer fue el cubanoamericano Oscar Hijuelos, quien lo ganó en 1990 por su novela Los reyes del mambo tocan canciones de amor (The Mambo Kings Play Songs of Love, 1989).

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