«Pam & Tommy»: machismo, internet y cintas de video

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La fórmula del true crime lleva años dando resultados en casi todos los formatos. Sabiendo eso, si a la mezcla le agregamos “especias” tan picantes como sexo, celebridades y elementos del biopic, obtenemos un cóctel que sería capaz de reducir al tal Molotov hasta poco más que un refresco gaseado con esteroides.

Todo lo de antes lo pensaron bien los creativos de Hulu cuando decidieron dar luz verde a la miniserie Pam & Tommy, inspirada en la relación de la modelo y actriz Pamela Anderson con Tommy Lee, baterista de la banda Mötley Crue, así como en el fenómeno mediático que sucedió luego de que una cinta de video que mostraba a ambos en su intimidad fuera robada y vendida a través de internet.

Debido a que la cadena de streaming no logró obtener el consentimiento de los dos principales protagonistas de su “cuento”, tuvieron que recurrir directamente al periodismo y por ello usaron como material de base al reportaje titulado Pam y Tommy: La historia no contada del video sexual más infame del mundo, publicado por Amanda Chicago Lewis en la revista Rolling Stone en 2014.

El resultado, en líneas generales, es un relato íntimo del intenso vínculo que sostuvieron Anderson y Lee, centrado sobre todo en ella, que aquí es retratada en toda su dimensión y evolución personal por la intérprete británica Lily James, gracias a la cual podemos ver más allá del deslumbrante físico de la rubia canadiense para conocerla más como una mujer fuerte y compleja, que sufre la discriminación sexual tanto o más que cualquier otra.

Por su parte, Sebastian Stan es otro que calca a su alter ego rockero. Fuera de los tatuajes, el corte de cabello y la visible pérdida de kilos que asumió para interpretar al explosivo Tommy, el también protagonista de The Falcon and The Winter Soldier se luce en su representación de este hombre que, por una parte, se muestra como un esposo amantísimo, y por otra, como un completo idiota con problemas para aceptar que ya han pasado los mejores años de su carrera profesional.

Por detrás de la dupla estelar, Seth Rogen y Nick Offerman como Rand Gauthier y Uncle Miltie, respectivamente, brillan como la inescrupulosa contraparte que se encarga de traer el infierno hasta la residencia de los Anderson Lee. Asimismo, ambos representan una suerte de denuncia hacia ese enfermizo sector de la sociedad contemporánea que –junto con los paparazzi– es capaz de casi todo con tal de lucrar y tener una mirada “exclusiva” de la vida de los famosos.

Los protagonistas de la narración pudieran ser vistos como víctimas de las circunstancias, aunque no del todo. Rand estaba viviendo una crisis y no mereció ser despedido sin cobrar su dinero; Lee pudo haber sido mucho mejor persona, pero tampoco mereció lo que le hicieron a él y a su esposa. Quien más caro pagó las consecuencias de sus actos fue Pamela, al ver cómo su carrera se tambaleaba debido a una injusta revelación de su privacidad y, sobre todo, como consecuencia de los prejuicios de aquellos años.

Es notable por parte de los escritores Robert D. Siegel y D.V DeVincentis la representación de una época de cambios en la que internet comenzaba a ser una fuerza cada vez mayor e imponer sus mecanismos “democráticos” como una forma de socializar y negociar con los contenidos mainstream, da igual si el origen de los mismos estaba asociado a crímenes menores u otro tipo de relaciones comerciales de índole turbia.

Los escritores también aprovechan para introducir en un segundo plano el asunto de la pornografía online contra las producciones de la industria tradicional, algo que ya en estos tiempos se ha decantado en favor de plataformas como Pornhub y otras.

Si bien Siege y DeVincentis, por un lado, describen un período de transición con respecto a lo comunicacional, también destacan esos años 90, en donde aún existe un arraigo fortísimo en torno a la visión heteropatriarcal del mundo. Por ahí, la figura de Pam se convierte en un ejemplo de cómo, en pleno siglo XX, el machismo rancio y de doble moral le seguía endilgando la “letra escarlata” a una mujer por aparecer en un video explícito, mientras que su marido era visto de una forma totalmente opuesta.

De Pam & Tommy lo que más choca es el tono. Mientras la crítica social intenta abrirse paso y resaltar un mensaje de gran vigencia en el presente, al final no llega con la misma fuerza, debido, entre otros factores, a la comicidad más o menos involuntaria de ciertas situaciones sumamente serias; la falta de coherencia en un discurso que predica sobre el consentimiento mientras se construye sin tenerlo por parte de los protagonistas reales; o la predictibilidad de su argumento.

Lo que salva el show, a grandes rasgos, es el corazón que le pone James a su Pamela. Su caracterización, estéticamente casi inmejorable, es capaz de saltar los obstáculos impuestos por los propios creadores y tocarnos en cada momento. Tal vez un poco más de esa realidad, con purpurina incluida, le hubiera sentado mejor a la propuesta.

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