La vida de los parásitos

2 min


0
Foto tomada de Den of Geek.

En el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano van a pasar Parasite (2019), la última película del cineasta surcoreano Bong Joon-ho. Esto es un dato apenas, un título en la cartelera para quienes no saben que, quizás, Parasite sea la mejor película estrenada en este año. Olvídense de los cineastas del patio y de los eyaculadores precoces (en cada edición se presenta alguien “rompedor”, un muñeco inflable que se desinfla después del júbilo navideño), de los latinoamericanos y otros. Si no tienen tiempo para dedicarle al Festival; si, por ahí, no les interesa, con razón, empantanarse en ejercicios críticos sobre documentales y cortos rompedores que fueron trabajos de fin de curso, solo lléguense al cine para ver este film del que hablo. Si lo hacen, no necesitarán ver nada más. Desde una sola butaca y en dos horas y un poco vivirán gran parte de lo que el cine le regaló al mundo en este año.

Voy a decir la verdad: yo no tengo recuerdos felices del Festival. La mejor experiencia es de 2015, cuando fui a ver un documental de patinadores alemanes en el Riviera y me dejaron comer rositas de maíz y hacer sonidos con el absorbente mientras terminaba una lata de refresco, y tirarla al piso luego; esos pequeños placeres que me permitieron llevarme la casa al cine. Pero si decidiera ir al cine en esta ocasión, hacer la cola detrás de los escuadrones de diletantes y escuchar a vuelo frases optimistas encerradas en exclamaciones y ver sonrisas como de muñecones de piñatas sería para ver más grande esa escena al final de Parasite cuando a un tipo le clavan entre las costillas un pincho ensartado de salchichas. La última media hora de película es exquisita, todo lo anterior es sencillamente uno de los mejores análisis de la conducta humana llevados al cine.

Tenemos como argumento la típica contraposición social entre dos familias de diferente clase económica. En un ejercicio arduo de suplantación, la familia pobre va ocupando los espacios vitales de la familia rica hasta “conquistarla”, después de vencer varios obstáculos en el proceso de colonización. Así se inserta la familia pobre en una nueva vida que no les pertenece. Es claro el examen crítico de Boong Joon-ho, cómo recrea con detalle el proceso expansivo de los parásitos y en esa disyuntiva entre la ingenuidad y la maldad de una y otra parte, a efectos de la posición social en que están inscritos: en esta ocasión los pobres se alimentan de los ricos. Entre todo esto, destacar el componente lúdico de la cinta, el humor negro finísimo. Parasite es el resultado de un guion concebido por un narrador más que por un cineasta. No interesan los artificios cinematográficos porque basta con la historia, con el relato personalísimo de un director que definitivamente alcanzó la plenitud estilística con esta obra.

El Boong Joon-ho de The Host (2006) no me convenció, tampoco el de Okja (2017). El primer golpe vino con Memories of a Murder (2003), y con su última película me tiró a la lona. Sucede que yo soy más de Kim Ki-duk, más un espectador reprimido de Park Chan Wook. Pero lo cierto es que el éxito de Boong Joon-ho llegó para cerrar un trinomio perfecto dentro del cine asiático hecho y pensado para ser universal.

Parasite ganó la Palma de Oro en Cannes este año y está nominada para los premios Oscar. El camino de la cinta no acabará en el Festival de La Habana. Menos mal.

Anuncios
Anuncios
Anuncios

0 Comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× ¡¡¡Contáctanos!!!