Retrospectiva: El patio de mi casa no es particular (música con las puertas abiertas)

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Sting en Il Palagio. Captura de pantalla de YouTube.

Me atrevería a afirmar que son los músicos quienes de manera más entusiasta y sistemática colaboran entre sí, incluso abriendo sus espacios privados para que colegas, e incluso fans, puedan compartir un rato inolvidable. Las combinaciones pueden ser muchas: acondicionar -ocasionalmente- una sala para descargas, construir un estudio de grabación -de tamaños variables- o aparecerse sin anunciarse en casa de otro músico para pasar un buen rato.

En esta cuerda, hoy recorreremos tres acontecimientos de décadas pasadas -sí, ya estamos en el 2020- en que reconocidos músicos han abrieron las puertas de sus casas a otros artistas y a fans en dos de los casos. Curiosamente, los tres están vinculados al mes de septiembre y me parece estar oyendo a Earth, Wind and Fire entonar: Our hearts were ringing, in the key that our souls were singing (nuestros corazones palpitaban en la misma clave que cantaban nuestras almas).

La primera parada de mi máquina del tiempo mental llega en 1986, cuando Barbra Streisand decidió convertir el patio de su rancho en Malibú, California, en un auditorio temporal de 500 capacidades. Aunque para aquella ocasión la Streisand se hizo acompañar por solo 6 instrumentistas, invitó al escenario únicamente a Barry Gibb -voz principal  de los Bee Gees– y tuvo como presentador a Robin Williams, la factura llegó a casi un cuarto de millón de dólares. Hubo que pagarle a carpinteros, electricistas, técnicos de sonido, utileros, personal de la televisión y seguro que hasta la compañía de electricidad -tajada grande que debieron haberse llevado.

No fue esta una actuación como otras que hayamos visto. Se trataba de un evento de recaudación –fundraiser– donde la entrada fue “por donación”, concepto poco común para el público cubano y que se traduce en la inexistencia de una estructura de precios para las entradas según el área del auditorio. Por las caras que muestran los pases de cámaras es de imaginarse que cada donación se movió entre las 4 y 6 cifras ¿o cree usted que Steven Spielberg, Francis Ford Coppola u otros famosos pagaron algo así como 50 cuc por cada asiento?

Si alguno de nosotros estaba por Malibú en aquella época, nos enteraríamos del concierto, pero, como es lógico, seguramente no íbamos a toparnos con nadie en las afueras del rancho tratando de revendernos una entrada ¿Se imaginan a cuánto? Es comprensible, entonces, entender por qué la mencionada factura no le quitó el sueño a nadie, ya que los ingresos que reportaron los donantes, el álbum One Voice, el video del concierto y quién sabe qué más, hicieron que el desembolso inicial pareciera calderilla.

También en septiembre, pero del 2001, Sting invitó a un grupo de músicos a Il Palagio, su casa de Toscania, en Italia. Como mismo hizo Barbra, transformó la entrada de su residencia en un teatro provisional. Lo interesante de esto es que según nos cuenta el cantante en el documental All This Time, él no le había comentado nada a su esposa y la embulló a que se fuera de compras a un pueblecito cercano para evitarle el shock por la llegada simultánea de personal de construcción y de talentosos instrumentistas de varios rincones del planeta.

A menudo, me da por pensar que si el multipremiado intérprete estuviera casado con una cubana típica -cosa totalmente posible- se iba a producir el siguiente diálogo: “Ven acá, papo. ¿Y esto… qué, cosa, es? ¿De dónde salió toda esta gente? ¿Y cuántos días se van a meter esos manganzones aquí? ¿No me vayas a decir también que tengo que cocinarles?”.

El documental no es explícito en cuanto a la manera en que se acotejaron aspectos de la estancia tales como distribución de las habitaciones, cambio de ropa de cama, variedad del menú, turnos para usar el baño, etc. Pero sí mostró a los músicos en una impresionante forma colaborativa y creativa. Todo no se desarrolló en una habitación llena de equipamiento electrónico, cables y micrófonos; también hubo descargas en espacios más íntimos -en un cajón de escalera- donde la acústica del lugar y la de los instrumentos contribuyeron con la singularidad interpretativa del tema escogido.

Después de varios días de ensayo -y de trabajo por parte de la brigada de construcción y del equipo técnico- Sting anunció a sus vecinos que habría concierto en la noche del 11. Y todos sabemos lo que sucedió ese día. En lo que Italia se despertaba, ya corrían por el mundo las imágenes de la caída de las torres gemelas del World Trade Center. Sentados a la mesa del desayuno, visiblemente afectados, anfitrión y huéspedes debatieron si tenía sentido seguir adelante con lo proyectado para más tarde.

Y me imagino de nuevo a la hipotética esposa cubana, haciéndole un gesto con la mano a Sting para que viniera un momentico adentro y “no me digas que después de una semana dando perro muerto aquí, se van a bajar ahora con el número de que no quieren tocar esta noche.”

Pero el concierto se dio. Estelarmente. Las emocionadas y entrecortadas palabras iniciales de Sting y el paso a una canción que habla de la fragilidad del ser humano fueron un poderoso mensaje que anticipó un derroche de virtuosismo de casi dos horas.

El tercer acontecimiento tiene muchos puntos de contactos con el anterior, pero también otros que lo diferencian. Cansado de las constantes giras, nuevamente popular gracias a varios episodios online que parodiaron su apariencia física o personalidad, y motivado a descargar con otros grandes, Daryl Hall decidió remodelar el granero de su casa en Millerton, New York, convirtiéndolo en una suerte de estudio permanente para la transmisión de su propio programa online. Al parecer, este local se hizo chiquito con el tiempo, pues luego del invitado 65, las descargas se trasladaron al Hall´s Club, Daryl´s House, en Pawling, también en New York.

En Live from Daryl´s House, transmitido por primera vez en el 2011, el anfitrión y su banda interpretan versiones de éxitos de sus invitados y, a su vez, estos últimos hacen su aporte a alguno de los legendarios hits del dúo Hall and Oates. Después de más de 80 intérpretes, entre los que estuvieron Billy Ocean, José Feliciano, Jason Mraz, The O´Jays, Wyclef Jean y Kenny Loggins, el programa recesó en el 2016 con la idea de una segunda temporada.

El elemento comida fue parte de Live…. No sabemos si la esposa de Daryl tuvo la misma preocupación que la del ex-Police, pero lo cierto es que, durante cada programa, chefs locales promovieron sus platos y mostraron el proceso de preparación y cocción -un interesante montaje paralelo a lo que va sucediendo en el estudio- y… lógicamente, proporcionando a los músicos una razón adicional para intercambiar de manera entusiasta anécdotas personales alrededor de la mesa.

La propuesta de Live from Daryl´s House, más que la de One Voice o la de All This Time, parece que se replica en estos tiempos de reality-TV. En la segunda de las sesiones promovidas por el aclamado saxofonista David Sanborn en su casa-estudio en New York, Michael McDonald y Brian Owens, músicos de generaciones distanciadas en el tiempo, sin previo ensayo y desentendidos de la intrusión de quienes filman el momento para la posteridad, nos dejan boquiabiertos con un producto estelar logrado en una sola toma y nos permiten una breve mirada al interior de la colaboración profesional.

Ahí los dejo con algunos links para que se embullen y disfruten más:

Barbra y Barry se unen por primera vez en escena para interpretar Guilty, título que da nombre al álbum escrito y producido por el mayor de los hermanos Gibb y al de mayor éxito en la carrera de la Streisand.

El conocido cantante, productor y jurado de The Voice, CeeLo Green, nos regala su versión del éxito de Hall and Oates I Can´t Go for That en el Live from Daryl´s House, Marzo del 2012.

Sting e invitados a la entrada de Il Palagio, Septiembre 11 de 2001.

David Sanborn, Brian Owens y Michael McDonald durante las Sanborn Sessions 2.

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