Retrospectiva: Música italiana

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Si uno sale con el celular, comienza a grabar videos, en onda reporteril, y pregunta a los transeúntes: “¿Qué cantantes italianos usted conoce?”, es muy probable que las respuestas sean: “Andrea Bocelli”…”Ramazzoti”…”Mmmm, no se”…“¿Azúcaro?”…“¿Cantantes italianos?…je..je…Ño, me la pusiste dura”… “Laura Pausini”… “Olivetti…no, no, quise decir Jovanotti”.

Pero si el reportero es joven y oye que unos “puros” le mencionan a Sergio Endrigo, Gianni Morandi, Nicola Di Bari, Mina, Rita Pavone…entonces va a pensar que eso de Pavone suena a guanajón –o «guanajone», porque seguro alguien ya le respondió “Pajaroti”– y que sus entrevistados lo están cogiendo para sus cosas.

Imaginando las posibles respuestas a esa hipotética entrevista callejera, me doy cuenta de que sí, que hemos tenido unos cuantos cantantes italianos en la radio y la televisión… incluso más que brasileños, a los que ya dediqué un trabajo anterior.

Retrospectiva: «Vale todo», música brasileña en la pantalla cubana

Si de cronología se trata, mi máquina del tiempo mental hace su primera parada en 1970, cuando una musicalización de los versos Cultivo una rosa blanca… fue interpretada por Sergio Endrigo en el Festival de la Canción de Varadero organizado ese año. Al parecer, los concursantes tenían que cantar algo en español, pues recuerdo un grupo polaco que trajo un tema que decía “De Santa Cruz a Camagüey” y otra cantante de no-me-acuerdo-de-donde con aquello de “Compañero, chequendengue, chequendengue, siempre fuimos compañeros,  chequendengue, chequendengue…”.

Volviendo a los italianos, también a inicios de los 70, Rita Pavone era punto fijo en el programa radial Nocturno y, aunque no recuerdo títulos o melodías de sus éxitos, me parece estar escuchando ahora mismo a sus presentadores anunciarla prácticamente dos y tres veces por semana. De vez en cuando, también sonaban Gianni Morandi y Adriano Celentano.

Después, se sumó la voz ronca y melodiosa de Nicola Di Bari, a quien uno de nuestros críticos culturales describió como un tipo “bajito y feíto”, como si se tratara de un modelo descalificado y no de un buen cantante. A menudo, bromeo con que Di Bari seguramente tenía algún cuadre con Radio Guamá, pues, como mismo la Pavone en Nocturno, no faltaba en La Escuela en el Campo, matutino radial que seguía al “de pie” que nos daban a las 5:50 am con Los Compadres.

Nicola llegó a tener muchísimos admiradores. Circularon algunos cassettes grabados de segunda mano y no faltaron curdas que entonaron, a coro y lógicamente desafinados, aquello de “Como violetas, al fin, regresaráaaaan…” o “renaceráaan.”

Simultáneamente, con la voz de Di Bari nos llegó el televisivo Teatri Dieci, conducido por Alberto Lupo y Mina, quienes popularizaron el tema Parole, parole, parole… No tardamos en descubrir que el significado en italiano era “palabras” –y no lo que mucha gente hoy pensaría que es– ya que se difundió una versión en español que claramente decía “Palabras, palabras, palabras” aunque no faltaban los que cantaban “Faroles, faroles, faroles”, como invocando luz en una noche de apagón.

Y con Teatro 10 llegaron otros artistas, no solo italianos, pues el programa era algo así como una de las poquísimas ventanas a la música internacional, antes que nos trajeran Ein Kessel Buntes, de la RDA, y el nacional Colorama.

Gracias a la flexibilidad de «el Mongui» –mi profesor de Historia de 8vo grado y fan de Teatri, que nos dejaba a unos cuantos estudiantes quedarnos despiertos y ver el programa durante su guardia nocturna– descubrí a los Bee Gees y se me grabaron las notas de la canción My World.

Teatro 10 nos trajo también a la explosiva y multifacética Raffaella Carrá, que no tardó en tener su propio espacio televisivo en la RAI y en nuestra pantalla, donde vimos a otros artistas italianos y del ámbito internacional.

Aunque no era particularmente fan de ella, la Carrá se convirtió en una suerte de paradigma, ya que cantaba, presentaba y bailaba en complejas coreografías, cosa que no era muy común entre los artistas del patio, quienes se desenvolvían en una o dos modalidades, pero nunca en tres –con excepción de Rosita Fornés, de la que tampoco he sido fan. Muchos bromeábamos si Fulanito o Menganita podían cantar patinando como lo hacían otros intérpretes “de afuera”.

Década y media más tarde, la popularidad fue conquistada por Eros Ramazzotti, también cantando en español. Este hombre dejó atrás a todos sus coterráneos, pues para los cubanos fue algo más que un cantautor. Circuló entre algunos la leyenda urbana de que había sido dirigente juvenil en su país; otros bromeaban con aquello de que “período especial” se decía en italiano “cero jamazzotti” y se corrió la bola de que estaba vacacionando en Cayo Largo.

Me consta que un colega, abogado y músico, con el que trabajé en la Casa del Joven Creador, fue montado en el vuelo matutino rumbo al cayo con la encomienda de localizar a Ramazzotti y proponerle que viniera a La Habana a dar un concierto durante su estancia. Si estas vacaciones fueron ciertas, y no objeto de algún “espejismo”, hubo, sin duda, una gran discreción al respecto, al menos en el momento en que Jorge aterrizó allí. Regresó en el vuelo de la tarde con las manos vacías y la cabeza baja.

Y también llegaron otros italianos –cantantes y muchos turistas– que, de varias maneras, se mezclaron con los cubanos. Lucía Altieri grabó un disco con la Orquesta de Enrique Jorrín, se casó con un criollo y se estableció en la isla; Jovanotti dio un memorable concierto junto a Moncada en la Escalinata Universitaria; Pavarotti hizo dúo con Augusto Enríquez en uno de sus Pavarotti and Friends; y nos visitaron los igualmente populares Zucchero, como colofón a su álbum La Sesión Cubana y, más recientemente, Laura Pausini.

“¡¡¡Se te olvidó Bocelli!!!”, dirán ustedes. Por supuesto que no. A él y a otros menos conocidos dedicaré la sección de la semana próxima.

Sigue escuchando…

Rita Pavone

Nicola Di Bari

Raffaella Carrá

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Un comentario

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  1. Gilbert estás «desapolillando» archivos como Lagarde. Eso nos remonta a la infancia con «Nocturno,» cuando la tvc no satisfacía la demanda y el radio era el dueño de las casas cubanas. Cuando la música en inglés era clandestina y florecía el cine no-norteamericano.

GDiaSan

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