«Secret City», un delicioso thriller político para todos los gustos

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La televisión australiana no nos tiene demasiado acostumbrados a series que destaquen por encima de la media. Sí han producido shows policiacos decentes como Harrow, Mrs. Fisher Murder Misteries o City Homicide, pero fuera de ahí, poco o nada ha llamado tanto la atención como una propuesta que llegó a las pantallas en 2016.

Secret City es una serie de —hasta ahora— dos temporadas, producida y distribuida por Netflix y el canal Foxtel. Su argumento es una adaptación de la trilogía homónima de novelas, coescritas por los curtidos reporteros Chris Uhlmann y Steve Lewis, compuesta por los títulos The Marmalade Files, The Mandarin Code y The Shadow Game.

Su primera parte, de seis episodios, llegó en 2016, y la segunda, con idéntica cantidad de episodios y titulada Secret City: Under The Eagle, aterrizó en la pantalla tres años después, justo cuando la mayoría había dejado de esperar por ella tras el final abierto que nos dejó su predecesora.

El show, protagonizado por Anna Torv (Fringe, Mindhunter) en el rol de la periodista Harriet Dunkley, en la primera nos sitúa en la poco conocida capital Canberra, centro de un caso de conspiración geopolítica que incluye a una joven prisionera en territorio chino, un cadáver flotando en un lago y la convergencia de intereses entre Washington y Pekín con respecto a una nación ubicada justo en medio de sus áreas de influencia.

Para investigar, Harriet se asociará con su exmarido, analista de inteligencia ahora convertido en mujer con el nombre de Kim Gordon (Damon Herriman). Juntos buscarán entender los rejuegos entre los altos cargos del gobierno austral, entre ellos el Ministro de Defensa, Mal Paxton (Dan Wyllie) y la Fiscal General, Catriona Bailey (Jacki Weaver), quienes intentan mantener la estabilidad del país sin conceder demasiado a ninguna de las dos grandes potencias que desean imponerles su agenda.

Tras un cierre en modo cliffhanger de baja intensidad, la continuación de la historia nos devuelve a Dunkley, ahora al servicio de la parlamentaria Karen Koutoufides (Danielle Cormack), quien la contrata como asesora de prensa. Mientras, a la temeraria reportera le tocará lidiar con las secuelas del complot armado por la maquiavélica Bailey. Esta última, a pesar de aparecer poco en pantalla, ha dejado listo el terreno para que sus planes sigan causando problemas.

En el segmento inicial de la serie, el libreto de Uhlmann y Lewis brilla no solo por ofrecernos una sólida adaptación de su obra, que nos mantiene en tensión todo el tiempo, sino también por la construcción del mundo que nos muestra a Canberra y sus conflictos internos con un toque de realidad que muchos de sus “inquilinos” políticos no aceptarían con demasiado gusto.

La urbe capitalina, poco difundida en el mundo ante el empuje mediático que tienen otras ciudades como Sídney y Melbourne, cobra vida aquí con sus amplios espacios y construcciones, en este caso, repletos de suficientes dosis de intriga. En resumen, la temporada inicial es una de las mejores que nos ha aportado el thriller político en años y solo por eso Secret City merece estar en cualquier top del género.

Por otro lado, si hubiera que señalar algo en contra del excelente guion del audiovisual, sería el hecho de que las conexiones entre ambas temporadas resultan mayormente inexistentes. No solo la gran mayoría de los personajes de su primera parte dejan de salir en la segunda, sino también ocurre que con ellos desaparecen, como por arte de magia, tramas que quedaron pendientes y que podrían haberle dado mucha más riqueza y profundidad al relato. Visto así, pareciera más una dupla de miniseries conectadas que una sola compuesta por varias partes.

Junto con la desconexión evidente entre las entregas, hay que decir que la secuela baja la parada, y no necesariamente porque esté mal escrita ni por el nivel de las actuaciones, sino por un asunto de tono. Lo que inicialmente fue el fuerte de la propuesta, o sea, esa mezcla de misterio, espionaje y puzle geopolítico, deja de serlo un poco en Under The Eagle. Principalmente el personaje de Harriet se resiente por ello y, a pesar de que Torv es una actriz con todas las letras, la vuelta que le dan a su rol, ahora menos periodista y más gestora, la deja con poco que hacer en ciertos momentos de la historia.

Pese a ello, vista como un todo a pesar de los temas pendientes de continuidad, Secret City nos da, en solo una docena de episodios, un producto que viene a ser una mezcla entre House of Cards y The Newsroom¸ con la única diferencia de que se aleja del sobrado efectismo hollywoodense y, en cambio, nos ofrece un panorama mucho más sobrio, que no frío, en donde refleja los “secretos” y complejidades del ambiente político en una parte del mundo que usualmente no recibe tanta atención.

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