Sexo de trolls

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Eero Milonoff y Eva Melander. Foto: Original Cinema.

Ni la gallina en el trío filmado por John Waters ni el fetichismo con enanas menstruales en Jodorowsky; o las eyaculaciones carburadas en Crash o el sujeto espasmódico en Blue Velvet. Quizá, por intención repulsiva, similar al extrañamiento que producen los viejos pajeros de Trash Humpers

Lo cierto es que, en la película Border, su director,  Ali Abbasi, ha reformulado la estética de la escena sexual en el cine contemporáneo: filmó un coito entre trolls.

Si lo vemos así, simple, como acto carnal, sería un desperdicio mitológico porque, precisamente, lo fabulario es el punto de fuga en el filme. En el imaginario popular, infantil incluso, los trolls son bestias grotescas que, a veces —en algunos animados— intentan alimentarse de enanos, las otras se matan entre sí; eructan, se avientan pedos. Pero nunca antes y hasta Border, habíamos conocido el sexo supuesto de estos seres de la imaginería nórdica. Tuvo que hacerlo Abbasi (un danés persa) sobre un relato del escritor sueco John Ajvid Lindqvist.

Antes de este film ya nadie pensaba en los trolls más allá de la práctica nerd del “trolleo” en Internet. Ahora, las bestias tienen un sexo; algo parecido.

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Tina es funcionaria pública, su trabajo es olfatear el miedo y la vergüenza de los viajeros en un punto de desembarque marítimo en Suecia; Vore es un tipo que viaja, que cría larvas para consumo propio.

Vore, Tina: los mismos dientes, pómulos montañosos y labios retráctiles: la deformidad anatómica entre la perfección nórdica. Se encuentran.

Si me hueles, te huelo. Ellos, los dos, en una cabina de revisiones, intentan descubrirse. Vore es hombre, pero tiene vagina; el sexo adverso de tina se desconoce. Hasta cierto punto.

Tina vive en una casa cerca del bosque, de islas de musgo. En las noches camina descalza, acaricia animales salvajes.

Un día Vore invita a Tina a comer gusanos del tronco de un pino. Se enamoran. Luego van a jugar al bosque. Y así…

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—Soy deforme —dice Tina. El labio superior se le contrae.

—Cállate… Eres perfecta.

Vore la acerca, la besa en juego de lenguas toscas, bolas; las bocas como géiseres explotande vapor: aliento de troll excitado. Y hay gruñidos, besos traumáticos.

Sobre una piedra con musgo, Vore tendido, las piernas abiertas y su sexo de fémina. Tina no sabe qué hacer con su vulva muerta. Pero está excitada: gruñe, se queja, llora mientras nace de su abertura —como un brote de frijol en fast motion—un artículo peneano, luego pene evidente.

Penetra a Vore. Hay lágrimas, un moco, baba en las bocas torcidas y un puño que arranca la tierra mientras Tina eyacula…

—¿Quién soy?

Sobre el coxis, la cicatriz signa la cola cercenada de su naturaleza animal.

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Todo lo anterior es una historia paralela a una subtrama que trata sobre una red de pedofilia, un intento de thriller, a mi juicio, fallido, y que al final se disuelve en el romance de fábula.

Además, el filme acaricia el tema del tráfico infantil y una posible rebelión de los trolls nórdicos contra los humanos…

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Hay otras rarezas: una especie de homúnculo de plastilina que se alimenta con puré de gusanos y duerme en una nevera; hacia el final, un niño mutante.

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Vea el trailer de «Border»

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