«She-Hulk», una comedia que va más en serio de lo que parece

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Desde que la empresa Marvel Studios estrenó en 2008 Iron Man, cinta de acción protagonizada por Robert Downey Jr. en el rol de Tony Stark, multimillonario convertido en héroe, lo de «los súpers» se ha vuelto cada vez más una tendencia mundial para generar ingresos de taquilla y a través del streaming.

Como parte de esa interminable franquicia que inició hace años con el señor Stark, la llamada Casa de las Ideas ha dado rienda suelta a muchos proyectos que, si bien tienen su propio estilo, tributan a lo que se conoce como Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), en donde básicamente cabe todo lo que haya salido de esa editorial.

El pasado 18 de agosto vio la luz en la plataforma Disney+ una de las nuevas producciones que forman parte de esta saga pensada para entretener (y exprimir los bolsillos de los fans) hasta el fin de los días.

Escrita en forma de sitcom, She-Hulk: Attorney At Law, nos cuenta la historia de una mujer ordinaria que súbitamente adquiere la capacidad de transformarse en una versión musculada de sí misma.

La trama comienza de una forma poco ortodoxa, cuando la asistente del fiscal de distrito, Jennifer Walters, interpretada magistralmente por Tatiana Maslany (Orphan Black), rompe la cuarta pared (por primera vez) para introducir su historia de origen.

Desde ahí nos vamos hasta unos meses antes, cuando ella y su primo Bruce Banner (Mark Ruffalo), alias El Increíble Hulk, tienen un accidente causado por una nave espacial que aparece de la nada. En ese momento, Jen se “contamina” con sangre de su pariente y luego obtiene una serie de poderes muy similares a los suyos.

Después del evento que cambia todo, Bruce la lleva a un recóndito lugar en la costa mexicana para entrenarla. No obstante, ambos descubrirán muy pronto que, a diferencia del doctor Banner, ella tiene una habilidad natural para controlar la radiación gamma dentro de su cuerpo y usarla a voluntad.

Aprehendidas unas lecciones, Jen regresa a Los Ángeles con la idea de que todo vuelva a la “normalidad”, aunque ni de cerca las cosas serán así. Precisamente esa sensación de querer y no poder será una constante en casi toda la temporada, pues la señorita Walters pasa el tiempo debatiéndose entre la ambición de forjarse una carrera legal destacada y la negación a usar sus nuevas habilidades.

El hecho de que su nueva imagen le ayude a conseguir lo que la “antigua” Jen no pudo, a pesar de contar con una capacidad más que necesaria para ello, será un motivo de conflicto importante y también funcionará como una importante reflexión sobre la sociedad actual, en donde se ha vuelto costumbre la errada idea de que la imagen es tan relevante tanto como el talento.

La serie, planteada como una sitcom de toda la vida, toma elementos de series noventeras como Ally McBeal y de otras más actuales como Fleabag. A lo largo de los nueve episodios de esta tanda (el último saldrá este jueves 13 de octubre), el show se burla de clichés e historias sobre los superhéroes que “habitan” la extensa franquicia conocida como el Universo Cinematográfico de Marvel. Basta con decir que aquí ni la supuesta virginidad del capitán América está fuera de los límites a la hora de mofarse.

Otro elemento que aporta buenos chascarrillos es la aparición de personajes ya conocidos de los cómics o los filmes de Marvel, como son los casos de Wong (Benedict Wong), Matt Murdock/Daredevil (Charlie Cox) o Emil Blonsky/Abominación (Tim Roth), e incluso alguno tan real como es la rapera Megan Thee Stallion.

Contrario a lo que pudiera pensarse, los guiones de Jessica Gao no pretenden convertir a estos héroes o villanos redimidos en una versión ridículamente chistosa de sus originales. Lo que buscan es darles una ligera vuelta de tuerca para que encajen con el tono de la serie y le aporten lo necesario para el argumento, mientras mantienen parte de esa “seriedad” que les caracteriza.

Risas aparte, hay que decir que en She-Hulk… pone sobre el tapete otros asuntos incómodos de nuestro presente. Jen, una profesional con problemas bastante normales para alguien con sus “poderes”, sirve como pivote para hablar de muchas de las cosas que dañan a las mujeres de hoy. Lo anterior queda claro en este parlamento del primer episodio, cuando Bruce le pide que aprenda a controlar mejor su ira:

“Soy muy buena controlando la ira. Lo hago todo el tiempo. Cuando me dicen piropos en la calle, cuando hombres incompetentes me explican mi propia área de experiencia. Lo hago casi todos los días, porque si no, dirán que soy muy emotiva, problemática, o literalmente me asesinan. Así que soy experta en controlar la ira porque lo hago infinitamente más que tú”.

Los casos en los que deberá trabajar esta fémina, como jefa de la división de leyes sobrehumanas de la poderosa firma GLK&H —a donde llega luego de ser despedida de su anterior trabajo por usar sus poderes para detener a una persona fuera de control en el juzgado—,  emplearán los elementos cómicos, la magia y otras apoyaturas del guion para tratar temas sobre los cuales vale la pena reflexionar. Sí, la comedia está para divertir, pero también en su rol de agitadora social y generadora de debate.

Si fuéramos a señalar algo de esta propuesta, es que intenta abarcar demasiado y a ratos se siente un poco perdida entre tantas buenas intenciones.

Otra cosa es su carácter mayormente episódico, lo cual al principio nos hace preguntarnos si realmente hay algo más que meras aventuras semanales. Afortunadamente, el relato muestra poco a poco por dónde van los tiros y, a pesar de que no estamos delante de una de las narraciones más brillantes, ni destacadas de los últimos tiempos, al menos sí hay una escritura decente detrás de cámaras, pese a que algunos aún no se hayan enterado.

Al final, She-Hulk: Attorney at Law peca demasiado por ser un producto más dentro de esa larga cadena de ensamblaje que conforman Disney+ y Marvel Studios. Es una opción refrescante y disfrutable que nos hace pasar buenos ratos frente a la pantalla, pero carece de la profundidad necesaria para trascender más allá del divertimento ocasional. Dicho mal y pronto: el cuento de la Giganta Esmeralda cuenta con buenos argumentos, pero necesita centrar más el tiro para “golpear” tan fuerte como su protagonista.

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