Tahimí Alvariño: “Crecer en un ambiente artístico influye, pero para triunfar hay que tener vocación”

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Tahimí Alvariño. Foto tomada de su perfil en Instagram (@tahimialvarinoveloz).

Si se busca el nombre de Tahimí Alvariño en Google, los primeros resultados que aparecen, curiosamente, son entrevistas hechas por ella, no a ella. Luego están algunas noticias más ligadas a la prensa rosa sobre los cuadritos de su abdomen y su rutina de ejercicios. Después, algunos diálogos en los que ha contado muchos detalles sobre su vida.

No sabía cómo enfrentarme a ello, pero lo que viene a continuación escapa de un orden: cuando más organizadas tenía mis ideas, Tahimí se adelantaba y hablaba sobre otro tema que vendría a continuación o, por el contrario, recordaba algún detalle acerca del tópico recién concluido.

“-Tengo que decirte algo- me dijo por la calle una señora, circunspecta y preocupada. -Escúchame un momento, Billito tiene una amante.

A mí no me quedó otra que hacerme la sorprendida ante la noticia, cuando realmente no podía creer que esa mujer se tomara tan en serio lo que estaba viviendo mi personaje de Magnolia en la novela Al compás del son”.

Con esta anécdota, la actriz rememoraba aquellos años en que su rostro era bastante frecuente en espacios televisivos en Cuba.

“Era una época en la que pasaba por cada género: telenovelas, aventuras (Hermanos), cuentos, teatro para televisión (con Loly Buján, Las tres hermanas de Chejov; una serie de Papá Goriot con Orlando Casín), infantiles como Había una vez. Existía un amplio espectro para hacer una carrera con mucho bagaje, que es la gran escuela al final de todo. La práctica nos forja, de cada cosa uno va aprendiendo. Se realizaban muchas obras de época y estaba la posibilidad de hacer cosas actuales. Había mucho trabajo para los actores: de pronto estábamos ensayando un cuento, un teatro y, a la vez, participábamos en el rodaje de una película. Recuerdo que hice hasta una novela radial: éramos amigas Isabel Santos y yo y nos íbamos cada mañana a Radio Liberación a grabarla. Hasta eso tuve la suerte de hacer”.

Aunque menciona la palabra suerte, de lo que está convencida es de que “lo que está para uno, nadie te lo quita” y en su carrera como actriz ha habido oportunidades bien aprovechadas como cuando Manuel Porto le propuso su primer papel en la televisión en La frontera del deber, o cuando se enteró del casting para la serie que dirigía Consuelo Elba, Alguien me habló de los naufragios, donde tuvo su primer protagónico y, en la ficción, hacía de hija de su mamá.

A partir de aquí, quizás convendría continuar mencionando el amplio listado de obras en las que ha participado Tahimí Alvariño, pero vamos a retroceder algunos años.

A inicios de los 80 hubo un período de incertidumbre para esa joven que, aunque creció en un hogar rodeado de arte, quería ser doctora hasta que vio sangre y se desmayó. Luego de no haber mostrado interés por ninguna manifestación, decidió que su futuro estaría ligado a la actuación. “Me presento a las pruebas del ISA, me prepara el actor Ángel Toraño, porque mi familia dijo que, si quería ser actriz, debía prepararme. Así hice y en la última prueba no me aceptaron. Fue el primer ‘no’ con frustración que recibí”.

En casa sorprendió la repentina veta artística de la muchacha, pero mucho más asombró a todos cuando obtuvo su primer papel principal. “En ese tiempo, vivíamos en el mismo hogar mis abuelos, mis tíos, mi mamá, quien me dijo que me ayudaría, pero cuando llegáramos al set, cada cual tenía que defender su personaje: «no puedo hacer nada por ti»”.

Tahimí Alvariño protagonizó varias escenas junto a su madre, Coralia Veloz, en la telenovela Al compás del son. Foto tomada del perfil en Instagram de Tahimí (@tahimialvarinoveloz).

En este punto era inevitable pasar por alto su árbol genealógico. Sus abuelos fueron grandes figuras de la música campesina, fundadores del espacio Palmas y Cañas: Ramón Veloz y Coralia Fernández. Estaban también su madre, Coralia Veloz, destacada actriz de audiovisuales y radiales, y su tío, el actor Ramoncito Veloz.

“Mi infancia siempre estuvo muy ligada al arte. Vivíamos todos en el mismo lugar. Ahí vivo actualmente y todavía está el espíritu y toda esa cosa bonita que tiene mi familia. Me crié en un ambiente de estudios de televisión, de radio, de programas en vivo, acostumbrada a dormir en lunetas y en patas de escenarios porque tenían ensayos, no había quien me cuidara y entonces yo tenía que ir con ellos. También celebraban guateques. Mis abuelos eran muy dados a sus amigos, a su profesión, a fiestas en casa donde lo mismo estaba Celina que Reinaldo Miravalles, Rosita Fornés, Germán Pinelli… Los amigos de mi familia son grandes en la cultura de Cuba”.

“Mis familiares siempre han sido muy arraigados a toda la cubanía y a sentirnos unidos, a disfrutarnos, estar juntos en compañía, apoyarnos, sabernos el uno para el otro. Me siento muy honrada y muy bendecida por formar parte de ellos”. Todas esas personas gozan del respeto y del cariño del público. Cuando se lo hacen saber, ella con gusto lo recibe y, a su vez, siente admiración “profunda por esos que tanto quieren y mantienen viva la imagen de mis abuelos y su historia en general”.

Aunque no fue su caso, habla de artistas muy buenos que no provienen de senos artísticos. “No hay nada escrito en piedra, lo importante es tener talento, eso nace con la persona, al igual que la vocación; la cosa es encontrarla y después desarrollarla. Indudablemente, el que posee talento y vocación, y además tiene artistas en su familia, puede ser más fuerte”. Ella, específicamente, aunque lo vivió desde pequeña, no se sintió identificada desde temprana edad. “El arte estaba, pero no se había despertado en mí. La familia influye, te educas y te crías en un ambiente donde se respira arte constantemente, donde hay estudios de televisión, ensayos, horarios muy irregulares. Es un modo de vida que estás viendo desde que naces, pero igualmente eso no te define”.

En un momento más relajado de la conversación, Tahimí se ríe, pues no recuerda todas las obras de las que ha formado parte, y me envía un listado con más de 70, y algunos premios como el galardón a la mejor actuación femenina en el Festival de Cine de Málaga por su rol en el filme Lista de espera.

Ella misma, de alguna forma, resume su éxito así: “cuando salió el primero al aire, empezaron a aparecer más trabajos y uno llevó a otro”. Acumula tantos que en ocasiones no los recuerda con exactitud. Por estos días han retransmitido en la televisión cubana la novela Destino Prohibido. “Volver a verla me da mucho placer, la disfrutamos muchísimo. Escrita y dirigida por Xiomara Blanco, una de las personas que conozco desde siempre, cuando dirigía programas de radio y yo iba con mi mamá a los estudios. Tenía mucha afinidad y un gran afecto por ella. Estuve, además, con gente que siempre he querido mucho: Blanquita, Jacqueline, Jorgito, Blaín. Lo lindo de volver a ver las cosas y echar para atrás es poder disfrutarlas desde otra perspectiva. A veces me preguntan qué pasa con determinados personajes y ni me acuerdo de varias cuestiones. Se me olvidan porque han pasado muchos años y uno ha hecho mucho”.

En más de 70 producciones ha tenido la oportunidad de interpretar gran variedad de roles, aunque a cada uno le ha puesto la misma energía. “En los trabajos, independiente de la magnitud que tengan, yo siempre lo entrego todo. Protagónicos, secundarios o actuaciones especiales, constituyen un reto. Les entrego mis horas de estudio, mi pasión, mi dedicación a todos por igual”.

Entre tantos para escoger, menciona algunos de los más complejos. “Para el actor, mientras más difícil y más alejado de uno esté, mejor. Un personaje complicado me despierta en la madrugada, y si se me ocurre algo para enriquecerlo, lo anoto y luego puedo seguir durmiendo; si estoy en algún lugar y de pronto me viene una idea para esto, también la escribo”. Ahí señala a Magnolia de Al compás del son, una alcohólica, drogadicta; el rol que encarnó en las aventuras Hermanos “fue como una escuela, al lado de Eduardo Macías y Omar Valdés, y sobre todo por lo joven que yo era”. Otra de sus actuaciones complicadas le llegó en Colombía: Delfina, en la novela Luz de mis ojos, “era una mujer con cantidad de conflictos, horrorosa, mala, movida por la muerte de un hijo; hacía cosas injustificadas, tenía muchos estadios sentimentales”.

Luego menciona dos y agradece la oportunidad. “Algo que me ha marcado es haber trabajado con Juan Carlos Tabío en los filmes Lista de espera y El cuerno de la abundancia. En este último, tenía que andar con dientes picados, pelos mal teñidos y mantener ese look durante algunos meses. Este director vio en mí lo que muchos no hubieran visto, y quiso sacarme de los protagonistas de damita joven, aunque no es que estuviera estancada”.

En el 2020 han retransmitido Destino prohibido, telenovela en la que compartió con actores como Blanca Rosa Blanco y Carlos Ever Fonseca. Foto tomada del perfil en Instagram de Tahimí (@tahimialvarinoveloz).

Algunos de los otros “personaje-reto” aún no han salido al aire. “Uno que me desveló mucho, en De amores y esperanzas, con Raquel González, fue el de una mujer que ha sido maltratada por su esposo. Tuve que ir a la asociación de ciegos, tener un entrenamiento con ellos para ver cómo vivían, cómo se desenvolvían, con el objetivo de hacerlo de la manera más orgánica y natural posible”. En el otro repite, por tercera ocasión, como hija de su mamá. La primera vez fue en Alguien me habló de los naufragios, luego en Al compás del son, y en este último, Las Polacas, un corto de Carlos Barba: “somos los únicos personajes: es en carretera; yo voy manejando y ella al lado y empiezan a salir una cantidad de cosas sobre las relaciones entre las dos. Repetir estos roles con mi mamá fue muy hermoso y muy rico, porque nos conocemos mucho”.

Una de las preguntas que no pude hacer, pues se adelantó y contó con detalle, fue sobre su estancia en Colombia. Tahimí salió de Cuba en 2008 con destino a ese país. Iba a rodar la serie Oye, bonita durante tres meses que se convirtieron en trece debido a la aceptación de la producción. Lluego se mantuvo ahí durante diez años. “Lo de ir a Colombia a trabajar, más allá de la televisión, en el plano personal fue un reto muy importante. Era una manera de medirme en otro país. No es lo mismo tener la comodidad y confianza de trabajar en tu tierra, con toda la gente que tú conoces, que llegar a un lugar donde no conoces a ningún actor y tienes que empezar de cero. Es un desafío muy fuerte luego de tener toda una carrera a tus espaldas: allí no saben sobre ti, el nombre que tienes en tu país no lo tienes allá. Tienes que exponer el talento, la capacidad, la energía, reinventarte y trabajar mucho”.

Una de las principales limitaciones que superó con el tiempo fue la manera de hablar. “Ellos construyen oraciones con otro orden en los elementos. Cuando rompes la construcción gramatical, enseguida se nota que no eres de ahí. También hay palabras específicas que usan mucho; eso era importante aprenderlo para hacer los personajes más creíbles. Era necesario, además, conocer los acentos de cada región: los costeños hablan muy parecido a nosotros, los cartageneros, los barranquilleros, aspiran las s… cachacos, bogotanos y caleños son más difíciles”.

“Ese es un país al que agradezco mucho. Ahí nació mi hijo Diego, y el sitio donde nacen las personas es siempre importante, incluso astralmente. Es mi segunda casa, tengo ese camino abierto allá siempre. Me acogieron y me trataron como una colombiana y las oportunidades de trabajo fueron muy buenas. Ellos tienen un poder de realización muy grande, te montan un dolly en nada… Para una capítulo de una serie y para una superproducción, poseen todo el equipo de arte, técnicos, directores. Los actores son excelentes. Solo te puedo decir cosas buenas de Colombia y de la realización, de la manera de trabajar. Todo el mundo allí es entregado”.

El 2018 la trajo de vuelta a casa. “Tengo la gran dicha de que me empieza a caer trabajo. Me dan el personaje para la novela Entrega y me alegré mucho de compartir con esos actores, repetir con Jorgito Martínez y volver a mi casa. Al final, la televisión cubana es mi casa, la mayor parte de mi carrera la hice aquí y siempre es rico regresar. Es una maravilla volver a reencontrarme con el público que veía cosas retransmitidas, u otras en el paquete semanal de las que hacía en Colombia. El cubano se llena de orgullo cuando te ve trabajando en otro país, pero le gusta mucho ver al actor haciendo cosas de Cuba y cubanas”.

Antes había participado en obras como Las profecías de Amanda, Hoy es siempre todavía, Rosas a Crédito. También estuvo en Tras la Huella y trabajó en algo que cataloga como sueño hecho realidad: un corto de Eduardo del Llano que todavía está en producción. Mientras, en Colombia, y disponible en Netflix: La Reina de las Indias, María Magdalena, Las muñecas de la mafia 2, El Bronx, Sin senos sí hay paraíso II, La fiesta del chivo, La Ronca de Oro, por solo mencionar algunas. Estuvo, además, en el elenco de la película Todos se van, basada en un libro de la escritora cubana Wendy Guerra, que “dirigió Sergio Cabrera, y para mí trabajar con este director que admiraba muchísimo desde que estaba en Cuba fue un regalazo”.

Esta entrevista fue hecha en medio de la crisis que ha generado el coronavirus y, en este contexto, Tahimí, a la que le gustan las redes sociales, ha intentado acostumbrar a sus seguidores a rutinas de ejercicios y comidas saludables. Hablamos del intercambio vía Instagram y Facebook. “Son útiles en dependencia del uso que se les dé. Permiten estar más cerca del público y de los amigos. Yo me divierto mucho, aunque también estudio. Busco cosas sobre cábalas, pudiera decirse que soy cabalista”. En cuanto a su rutina, “hago ejercicios porque me gusta, practico yoga, medito; son saludables para el cuerpo y para el alma”.

“En tiempos normales, en esos en los que éramos felices y no lo sabíamos, iba a un gimnasio. Hacer ejercicios en casa siempre me ha dado pereza, no tengo fuerza de voluntad, pero con esta pandemia me ha tocado”.

Ahora se levanta a las 6:00 am; antes dormía hasta las doce. Lo que sigue puede variar: antes, si tenía rodaje, se iba muy temprano; si no, preparaba el desayuno y las cosas para llevar a su niño pequeño a la escuela. Luego seguía directo para el gimnasio. “El aislamiento ha sido…(silencio). Pienso que este año es el peor del mundo, de mi vida, es un año perdido al no poder socializar. Los seres humanos somos seres sociales, y el no poder socializar, a mí, sobre todo, me cuesta. Me gusta mucho reunirme con mis amigos. Aquí estamos mi hijo Diego y mi hija María Fernanda, que ya tiene 19, tratando de pasarlo de la mejor manera posible”.

Durante esta etapa también está haciendo un programa de entrevistas, esas que aparecen como primeros resultados al googlear su nombre. “Se llama A Cuba con Tahimí y converso con artistas cubanos. Sale por internet, en un canal que se llama Somos Miami TV, como parte del programa Esto no tiene nombre”. La idea se la propuso su cuñado, director del programa que conduce la hermana de ella junto a otros actores. “Se transmite todos los martes y, más que una entrevista formal, es una charla en la que preguntamos cosas que no son usuales”. Le hice una de estas preguntas “informales” y la respuesta fue la siguiente: “me gusta cocinar, soy buena cocinera, pero de las demás tareas hogareñas no me gusta nadaaaaa. Tengo que hacer las cosas, pero no me gustan”.

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