Telenovela brasileña «El rey del ganado»: amores y rivalidades que estremecieron a Cuba

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Desde el 17 de junio de 1996 hasta el 15 de febrero de 1997, las noches brasileñas se estremecían con cada uno de los 209 capítulos de O Rei do Gado (El rey del ganado). Esta telenovela llegaría a Cuba un tiempo más tarde y sería recibida con una euforia casi similar.

La obra, escrita por Benedito Ruy Barbosa y producida y difundida por la Red Globo de Televisión, alcanzó cifras asombrosas en el país sudamericano. Tuvo una audiencia media (y esto, para que se entienda, es la cantidad de espectadores con relación al total de la población) de más del 57%.

En Cuba quizás tuvo mayores números (recuérdese que, más allá de la calidad de su historia, tampoco existían muchas opciones que le hiciesen competencia), pero eso nunca lo sabremos.

Aquel Sao Paulo de los años 40 llegó a la isla y la cerca que dividía las tierras de los inmigrantes italianos, Berdinazzi y Mezenga, se instaló en nuestras pantallas. Cada disputa entre estos obstinados señores, que se odiaban a muerte, fue padecida por cubanas y cubanos de distintas generaciones. La relación entre Giovanna, la menor de los Berdinazzi, y Enrico, hijo de Mezenga, también fue motivo de sufrimiento por parte de la teleaudiencia. Con el paso del tiempo dentro del propio relato, 50 años después, Bruno Berdinazzi Mezenga, el rey del ganado, hizo suspirar a más de una persona. Su pasión por Luana y… otros temas que no contamos, pues solo intentamos con esto refrescar la memoria, quedaron más que presentes entre los cubanos.

…pero ¿sería solo su trama la que causó tanto revuelo?

Atendiendo a su argumento, la obra tuvo gran influencia de narrativas clásicas y, si se mira con detalle, 25 años después de su estreno compartimos plenamente la analogía hecha por el núcleo de Investigaciones de Telenovelas de la Universidad de Sao Paulo, donde comparan aquella historia de amor con la de Romeo y Julieta.

No obstante, frivolidades aparte, trató temas controversiales para su tiempo y contexto (política, corrupción, violencia y pobreza). Tuvo un momento de mezcla entre ficción y realidad, cuando dos senadores en la vida real actuaron en la escena del funeral de un político. Sirvió también como vía para denunciar la situación de los desposeídos de tierras y la reforma agraria (algunos medios consideran esto como su esencia), la violencia contra la mujer y la conversión de estas en objetos sexuales.

Como la novela estaba dividida en dos tiempos, casi todos los actores tuvieron doble interpretación, con distintos roles en momentos diferentes. Los protagónicos (aunque todos trabajaron maravillosamente) desarrollaron presentaciones icónicas: Antonio Fagundes, como Bruno, y Patricia Pillar, en el rol de Luana, se robaron la atención de la mayoría.

Otros de los grandes que formaron parte del elenco fueron Gloria Pires, como Rafaela, estafadora que intentaba hacerse pasar por familia de los Berdinazzi para heredar sus haciendas, y Raúl Cortez, como actor invitado, encarnaba a Jeremías Berdinazzi, quien traicionó a toda su familia por avaricia y continuó la disputa con los Mezenga. Este personaje tenía una frase muy representativa: “yo mato al maledetto de Bruno”, cuestión que, por más que repitió, nunca cumplió y la rivalidad histórica terminó.

Sin dudas, la novela tuvo momentos que han quedado, por más que pase el tiempo, en las memorias de muchos: ¿quién no recuerda el naufragio de Bruno en los alrededores del río Araguaia; la sospecha tras la muerte del doctor Fausto, el indio perdido, la búsqueda de la medalla enterrada en los cafetales o la escena final de todas las familias reunidas?

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