«The Midnight Club», un relato de terror que no teme mirar de frente a la muerte

3 min


0

El día que se escriba la lista de agradecimientos a los mejores creadores de terror de todos los tiempos en el audiovisual, el nombre de Mike Flanagan debería aparecer en algún lugar de esa relación. Luego de años sumido en un coma bastante profundo, el género parece estar viviendo una nueva juventud y este director, escritor y productor estadounidense es uno de los grandes responsables de sacarlo de la “terapia intensiva”.

Al bueno de Flanagan lo conocemos desde hace más de una década, cuando debutó en el cine con Absentia (2011). Luego realizó otros filmes como Before I Wake (2016), Gerald’s Game (2017) y Doctor Sleep (2019), aunque su salto a la fama absoluta —y muy merecida— llegó en 2018 con el estreno en Netflix de la aclamada The Haunting of Hill House (2018), primera parte de una antología que tuvo su continuación en la también destacada The Haunting of Bly Manor (2020).

Más adelante, dirigió su tercera aventura televisiva, Midnight Mass (2021), miniserie de gran factura, pero carente de la solidez de producciones anteriores y con demasiado metraje de “relleno”. No obstante, su forma de entender el terror más allá del efectismo habitual, como un instrumento para contar relatos profundamente humanistas, le ha ganado el respeto y admiración de la audiencia.

Hace poco más de una semana llegó a la principal plataforma de streaming del mundo el cuarto proyecto televisivo de Mike, en colaboración con Leah Fong, llamado The Midnight Club y basado en la novela homónima publicada por Christopher Pike en 1994.

La sinopsis, en principio, se puede resumir así: es 1994 y un grupo de jóvenes aquejados de enfermedades terminales (cáncer de pulmón, SIDA, leucemia, glioblastoma, entre otras) coinciden en Brightcliffe, un palacete cerca de la costa a donde han ido a pasar el resto de sus —aparentemente— contados días, bajo el cuidado de la doctora Georgina Stanton (Heather Langenkamp).

La recién llegada Ilonka (Iman Benson) descubrirá que los demás inquilinos, o sea, Kevin (Igby Rigney), Anya (Ruth Codd), Sandra (Annarah Cymone), Amesh (Sauriyan Sapkota), Spencer (Chris Sumpter), Natsuki (Aya Furukawa) y Cheri (Adia), se reúnen a escondidas cada medianoche en la biblioteca para contar historias de ultratumba, bajo la promesa de que el primero de ellos en morir deberá enviarle al resto una señal desde el más allá.

Por supuesto que Brightcliffe no es el sitio idílico que parece y desde el principio empiezan a notarse en este antiguo edificio las trazas fantasmagóricas de sus anteriores habitantes. Mientras los muchachos intentan encontrar la paz frente a la inminente muerte, tendrán también que lidiar con la amenaza de un culto pagano ancestral, cuya sombra aún recae sobre el inmueble.

Ahora bien, más allá de los sobresaltos que nos dosifica el guion con bastante buen tino, The Midnight Club usa las apoyaturas clásicas del terror para generar los conflictos del argumento general. Sin embargo, no se queda ahí, pues logra escapar de los lugares comunes del género para atreverse a hacer una reflexión en torno a la muerte, ese tema tan recurrente en las creaciones de Flanagan.

El argumento y los diálogos de esta historia no buscan en momento alguno romantizar la partida física de las personas, sino entenderla como el proceso natural que significa. Lo dice en cierta ocasión la doctora Stanton: los pacientes que llegan a su centro deben despojarse de todas esas gastadas metáforas de “batalla” que siempre se tejen en torno a los padecimientos extremadamente graves. En cambio, la idea que promueve entre los chicos es que estos deben intentar vivir el tiempo que les queda, despojados de la presión que significa “pelear” contra algo que no tiene solución (al menos en ese momento).

El texto consigue armarse de muy buenos personajes, llenos de matices y dimensiones, lo cual les permite conectar con una audiencia que va más allá de los adolescentes, y también mostrar la belleza dentro del dolor, sin pretender edulcorar el miedo que se siente ante la proximidad del fallecimiento.

Por otra parte, The Midnight Club usa las macabras y escalofriantes historias que cada joven se inventa para explorar su pasado y los “demonios” personales de cada uno. Los cuentos que hacen los ocho protagonistas al calor de la chimenea representan los temores, traumas y secretos que han cargado hasta Brightcliffe.

Cada relato que arman los miembros de este peculiar club es, en parte, divertimento y también exorcismo. Mediante sus narraciones expresan sus sentimientos y, en un segundo plano, liberan sus mentes de todo lo que no es eminentemente vital para su existencia.

El método de la narración enmarcada o de cajas chinas, que va de meter un cuento dentro de otro e ir volviendo frecuentemente al hilo principal, le da al show de Flanagan —y Fong— una variedad y riqueza nunca antes vista hasta ahora en sus propuestas.

Fuera de los aciertos, The Midnight Club da la impresión de extenderse más de lo que debería, igual que pasó con The Haunting of Hill House y sobre todo con Midnight Mass (a ratos soporífera). Sí es cierto que con el paso de los capítulos, el metraje queda mucho mejor justificado que en los casos de sus predecesores, pero se percibe que con ocho episodios hubiera quedado todo igual de bien.

Diseñada para tener al menos otra temporada, aún no se sabe si esta serie continuará o si será cancelada por los —actuales— reyes del streaming. La oportunidad de regresar se la ha ganado de sobra, aunque queda la duda sobre si una segunda parte pudiera estar a la altura de lo mostrado en este debut.

Anuncios
Anuncios
Anuncios

0 Comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× ¡¡¡Contáctanos!!!