«The Midnight Gospel», la insólita serie animada que nació de un podcast

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A primera vista, algo así como un vistazo fugaz, The Midnight Gospel es una serie para niños de toda la vida. Su estética, tan similar a la de la entrañable serie de Cartoon Network, Adventure Time, en donde el niño Finn y el perro mágico Jake recorren la Tierra de Ooo en busca de… el título lo explica todo.

Sin embargo, el parecido de ambos animados es posiblemente una de las pocas cosas que tengan en común estas dos creaciones de Pendleton Ward (la otra es el surrealismo desbordado), guionista, productor, animador y también la voz detrás de algunos de sus propios personajes.

The Midnight Gospel (Netflix, 2020) es un producto que sin lugar a dudas podemos catalogar de único en su tipo. Esta producción de Netflix mezcla la manera de hacer series de hoy  con la animación 2D y, por último, le agrega un ingrediente bastante insólito: el podcast.

La premisa del show es la siguiente: Clancy Gilroy es un spacecaster (algo así como un podcaster del espacio), quien vive en una dimensión conocida como El Lazo Cromático (The Chromatic Ribbon), en donde es muy normal el uso de bio-ordenadores para recrear otros universos y obtener tecnologías novedosas de ellos. La historia de nuestro protagonista lo llevará entonces a través de este simulador y hacia diferentes mundos, en los que encontrará invitados para amenizar su programa espacio-radial. Para cerrar, luego de cada conversatorio, Gilroy deberá escapar de ahí antes de que el apocalipsis acabe con el sitio.

Todo hasta aquí está muy bien, pero se pone mejor cuando nos enteramos de que los ocho entrevistados de Clancy (uno por episodio) son personas reales que fueron invitados a The Duncan Trussell Family Hour, programa cuyo conductor también presta su voz al rosado y multiforme personaje principal.

Por ahí es que The Midnight Gospel se convierte en una propuesta más diferente, tanto que es prácticamente imposible compararle con cualquiera de las que se transmiten (o transmitieron) alguna vez por televisión.

En cada, capítulo el creador y el anfitrión del show ponen a nuestra disposición una serie de reflexiones y testimonios que representan una visión profunda y descarnada de la sociedad actual.

Junto a Clancy conversamos, micrófono mediante, con el presidente de un mundo que favorece el consumo de marihuana por encima de los fármacos tradicionales, sólo para descubrir que quien está detrás de él es nada menos que el doctor Drew Pinsky, ex host de Celebrity Rehab (MTV, 2008-2012) quien canceló su reality luego de que cinco de sus pacientes se suicidaran.

También son invitados un hombre con una pecera por cabeza (Damian Echols, ex inquilino en el corredor de la muerte, donde vivió 18 años), una guerrera medieval que va a rescatar a su novio (Trudy Goodman, psicoanalista y experta en meditación budista), o Jason Louv, alguien polifacético y multidisciplinar que obligó a los productores de la serie a aventurarse con diferentes tipos de animación para poder darle forma a sus caóticas y complejas ideas.

No obstante, los últimos dos episodios de la temporada son los más impactantes. En el séptimo, Clancy/Duncan habla nada menos que con La Muerte, que no es otra que Caitlin Doughty, mujer que está a cargo de una empresa funeraria sin intereses económicos y además es activista por la aceptación de la desaparición física, que aboga por cambiar el negocio mortuorio de este lado del Atlántico.

Para cerrar la tanda inicial, pues de momento no sabemos si Netflix se atreverá con otra temporada de la serie, lleva sin máscaras a Deneen Fending, paciente terminal con cáncer de huesos, cuyas palabras son a la vez duras pero llenas de amor, y nos conmueven hasta el punto de hacernos repensar un poco nuestra relación con la muerte.

Después de ver los ocho segmentos de treinta minutos en que está dividida The Midnight Gospel, podemos recomendarla totalmente como un producto insólito, sincero, extremadamente reflexivo y alejado de la superficialidad que rodea ahora mismo al mundo de las series. Lo que encontrará aquí es una mirada hasta cierto punto poética, pero también sin filtros de la realidad que vivimos hoy. Por eso que le advertimos, estimado lector y seriéfilo, que verla de un tirón es algo bastante difícil, así que es posible que elija consumirla espaciadamente en vez de correr sobre ella como un plato de papas fritas. Sea como sea, no debería perdérsela.

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