Varios clubes de Grandes Ligas estuvieron interesados en él y ahora es el capitán de Santiago de Cuba

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Adriel Labrada. Foto: Roberto Morejón.

El nombre de Adriel Labrada aparecía en una lista a finales de junio de 2014, junto a los de Yasmani Tomás, Diosdani Castillo, Yasmani Hernández Romero, Alejandro Ortiz, Carlos Manuel Portuondo y Gelkis Jiménez. Higinio Vélez, presidente de la Federación Cubana de béisbol, informó que esos siete jugadores quedaban descartados para intervenir en un tope de cinco partidos contra un elenco universitario de Estados Unidos en diferentes provincias del país. Ellos no estarían en el equipo por participar en salidas ilegales, algunas exitosas.

Meses después, el santiaguero Labrada dejó atrás Cuba y se estableció en República Dominicana, donde cientos de compatriotas, al igual que él, entrenaban arduamente con el anhelo de poder firmar con alguna organización de Grandes Ligas o, de no ser posible ese fin, conseguir un acuerdo profesional en otro circuito, donde con buenos rendimientos y su dosis de suerte pudieran llamar la atención de franquicias de las Mayores.

Cuando Labrada llegó a Dominicana lo hizo con 24 años aproximadamente y tres Series Nacionales (49, 52 y 53). Apenas logró un cuadrangular en la Isla, en tanto produjo seis triples, 23 dobles, 35 remolcadas y 96 imparables, y a la defensa era un jugador que podía desempeñarse en las posiciones del cuadro, con buenas manos y potencia en sus lances.

Poco tiempo después de arribar a suelo quisqueyano, una publicación nacional se refirió a él “como el pelotero del momento (…), con 6 pies y 3 pulgadas y un guante de seda”, a la vez que informaba sobre el interés en sus prestaciones de elencos de la MLB como Cerveceros de Milwaukee, Padres de San Diego y Rojos de Cincinnati. Igualmente adelantaba que el scout Ramón Peña, de los Indios de Cleveland, tendría con el santiaguero una sesión especial.

Cerca de dos años permaneció fuera de Cuba Adriel hasta su retorno a la Isla sin poder cumplir la principal meta por la que marchó. Como él, otro grupo que ha ido en ascenso hasta hoy, ha regresado a la Mayor de las Antillas con las manos vacías o, en el mejor de los casos, con efímeras experiencias contractuales en ligas de México, Venezuela y Dominicana, mayormente.

Su reinserción en el movimiento deportivo cubano se concretó bajo las órdenes de Orestes Kindelán en la Serie 57, en la que los honores principales fueron sus 10 dobles, cuatro cuadrangulares y 24 remolques en 39 partidos, pues el promedio ofensivo quedó en un discreto .245.

En la edición siguiente sus estadísticas fueron un tanto similares, pero lo sucedido en la campaña 59 demostró el brinco de calidad de un atleta que defendió la inicial, la antesala y el campo corto. Por mucho, su mejor temporada: 79 partidos, 41 anotadas, 86 imparables, average de .322, 15 dobles, ocho conexiones más allá de los límites, 37 impulsadas y seis bases robadas en 13 oportunidades. En su contra estuvieron los 51 ponches, uno cada seis comparecencias al bate casi.

Probablemente por su desempeño y cualidades de liderazgo en un plantel con varios peloteros de actuaciones destacadas en torneos Sub 23, Labrada volvió a tener la oportunidad de ser el capitán de las Avispas en la actual contienda, responsabilidad ocupada dos versiones atrás.

Antes de comenzar su séptimo campeonato, el utility de 29 años promediaba de por vida .272, gracias a 242 hits, 56 tubeyes, siete triples y 15 jonrones, además de 115 carreras propulsadas. En la Serie 60 batea .320, con 77 hits, ocho dobles, 10 bambinazos y 37 remolcadas.

El conjunto dirigido por Eriberto Rosales ha evidenciado en la presente campaña la disposición que tiene para tratar de devolverle a su afición al menos una parte de esa enorme gloria aportada por la Aplanadora santiaguera, compuesta por una de las mejores generaciones que ha disfrutado la Serie Nacional.

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D.L.R.

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